Ocurría justo un año después de la primera marcha, la de Barcelona, y en esta ocasión la peculiaridad era el origen humilde y obrero de aquellas personas que pusieron el cuerpo para abrir camino a las nuevas generaciones. Su objetivo era lograr la amnistía total para todas las personas encarceladas y la abolición inmediata de la Ley de Peligrosidad Social. Un hecho de hace 45 años que, desgraciadamente, suena demasiado actual. Te estoy amando locamente es Memoria Histórica desde una película que bebe de la comedia social británica (con Pride y Billy Elliot como grandes referentes reconocidos). Un filme hermoso y tierno con mimbres de icono queer. Sus protagonistas —entre los que se encuentran Omar Banana, Ana Wagener y Alba Flores— y director dieron, de hecho, el pregón del Orgullo en Madrid en un discurso donde pedían no dar ni un paso atrás ante el avance de las extrema derecha en España.
Su director, Alejandro Marín, ya demostró mano junto a Bob Pop en Maricón perdido, y ahora sigue la estela de aquella serie con un filme que llega en el mejor momento posible. Marín tiene claro que aunque le preocupe, y mucho, lo que está ocurriendo, no le asusta. “¿Miedo? Ninguno. Es preocupante la situación, pero no nos van a callar”, dice con claridad. Es consciente de que la película “llega en un momento en el que se va a poner más el foco, porque la intención era hacer un homenaje y poner en valor a a las personas que iniciaron la lucha LGTBI en este país y hacer Memoria Histórica, que es muy importante y más que nunca ahora para no repetir los errores del pasado. Suena un poco ambiguo decir que estamos contentos por estrenar ahora, porque obviamente el momento es preocupante, pero si estamos aportando algo en estos momentos, mejor que mejor”, opina.
Te estoy amando locamente es brillante y optimista. Apuesta por la luminosidad en vez de por la tragedia, por mostrar lo que se consigue cuando se toman las calles juntos. Un optimismo revolucionario, un concepto que agrada a Alejandro Marín y que él junto a su coguionista Carmen Garrido plantearon desde el inicio: “Queríamos hacer una película que fuera de heroínas y héroes y no de víctimas, que suena un poco grandilocuente, pero es así. Fueron víctimas, pero lo bonito era la luz desde la que lucharon, lo valientes que fueron, lo inconscientes también, porque salían a la calle a manifestarse y poniéndose en peligro. Entonces nos pareció muy importante quedarnos con esa faceta y transmitirlo a día de hoy para que den ganas de seguir luchando y de dar las gracias a estas personas, porque parece que se nos olvida”.
Esa es otra de las labores que cumple el filme, el poner foco en unos luchadores normalmente olvidados en el relato oficial. “Yo antes de hacer la peli no tenía ni idea”, reconoce Marín que, según investigaba para el guion, sintió que estaba en deuda con estos activistas y quiso que todo el mundo conociera su historia, “porque la lucha LGTB es la lucha por los derechos humanos, y eso nos concierne a todas”.
La llegada de Te estoy amando locamente al cine continúa una serie de creaciones artísticas que se han fijado en aquellos años de la Transición y en las personas que vivieron todavía aterradas y con miedo a ser quiénes eran realmente. Secun de la Rosa cerraba hace poco su paso por Madrid con su monólogo Las piscinas de la Barceloneta, sobre el colectivo LGTB en los primeros años de democracia, y la escritora Alana S. Portero se ha convertido en un fenómeno literario gracias a La mala costumbre, el relato de una mujer trans en un barrio obrero de la periferia de Madrid.
Para Alejandro Marín esto está siendo “un poco instintivo”, pero cree que también responde a una respuesta “a la ultraderecha en este país”. “Nos hemos dado cuenta de que los derechos que estábamos dando por hecho y que llevábamos un tiempo sin poner en valor se ponen en peligro, y creo que esto ha hecho que, desde nuestra pequeña parcelita, cada uno intente decir algo y mostrar que la cultura es una herramienta muy útil para intentar concienciar, para intentar transmitir estos valores de de lucha”, opina.
Si en Pride era la unión de los mineros y el colectivo LGTBI, en Te estoy amando locamente se muestra el sorprendente apoyo de una pequeña parte de la iglesia andaluza, vinculada a la lucha obrera, y que ayudó a la organización creando espacios y apoyando sus inicios. Alejandro Marín deja muy claro que han contado “la excepción”. “No era una intención blanquear a la Iglesia para nada, porque han sido de los peores enemigos que ha tenido el colectivo desde siempre. Eso es una cosa que lo sabemos, pero es verdad que la excepción era tan bonita…”, añade y pone en valor el trabajo de aquellas personas que en la “lucha antifranquista estuvieron cerca de quienes más lo necesitaban”. Para Marín la respuesta en salas importa menos que lo que están viviendo en los pases previos, donde la gente les está dando las gracias por la película y hay madres que se acercan a Ana Wagener para contarle que ellas han vivido lo mismo. Cine que habla de nosotros, que mira al pasado para proyectar optimismo hacia un futuro que no puede dar pasos atrás.