Lanthimos ya rozó el premio gordo de la Mostra de Venecia en 2018, cuando se conformó con el segundo premio por La favorita ante la victoria cantada de Roma. Esta vez no ha dejado opción a sus rivales y desde su presentación el primer día se colocó como el rival a vencer. Pobres criaturas sale lanzada directa a los Oscar y Emma Stone hacia su segunda estatuilla. Resulta irónico que en una edición marcada por la huelga de guionistas e intérpretes haya ganado una película producida por una major y que no ha podido traer a sus estrellas.
El segundo premio en importancia, el León de Plata, Gran Premio del Jurado, confirmó a Riusuke Hamaguchi como el director del momento. El director japonés conquistó a todos en Cannes con Drive my car, y aunque no ganó la Palma de Oro salió aupada hasta el Oscar a la Mejor película de habla no inglesa con nominaciones en las categorías más importantes de camino (Película, dirección y guion adaptado).
Desde entonces todo el mundo había estado pendiente de cuál sería su siguiente proyecto, y cuando el Festival de Venecia anunció su sección oficial todos se sorprendieron al escuchar el nombre de Hamaguchi en la lista. Nadie sabía que había rodado otra película. Como ocurrió en Cannes, a Hamaguchi se le ha vuelto a escapar el premio gordo, pero ya nadie duda de que es uno de los grandes autores del cine del momento y en Evil does not exist vuelve a mostrar su especial mirada y una poética única para contar una historia sobre gentrificación, con un pueblo que sufre la llegada de una empresa de glamping (camping de lujo) que amenaza con destruir su estilo de vida y sus recursos.
Si ha habido un tema que ha centrado la Sección Oficial de Venecia -además de la huelga de intérpretes y guionistas de Hollywood- ese ha sido la inmigración. Dos películas llegaron como dos sopapos a mano abierta para avergonzar a Europa por sus políticas migratorias. Ambas se fueron con premio en un palmarés que reivindica el cine político, aunque no con su máximo galardón. El León de Plata a la Mejor dirección fue para Matteo Garrone por Io Capitano, la odisea de un inmigrante desde Senegal a Italia contada con inteligencia, la distancia exacta, huyendo de excesos dramáticos y con mucha humanidad. El filme se llevó, además, el premio Marcello Mastroianni a la mejor interpretación joven para Seydou Sarr, maravilloso en el filme que casi no puedo hablar por las lagrimas y la emoción. Su plano final en el filme de Garrone bien vale este premio.
La otra película fue Green Border, de una mítica del cine europeo como Agniezska Holland. La directora de Europa, Europa trajo a la Mostra el filme más contundente a nivel político y se llevó el Premio Especial del Jurado. Una mirada desoladora a la situación en la llamada frontera verde entre Polonia y Bielorrusia, donde los migrantes son lanzados de un país a otro, como si fueran objetos y no seres humanos. Una película rodada en clandestinidad y por la que ha sido acusada de hacer propaganda por el gobierno polaco. La directora ya tiró de las orejas el día de la presentación de su filme al cine europeo por su poco compromiso, y ahora hizo lo mismo con los políticos europeos. "Estas personas son priovadas de sus derechos humanos, de su dignidad, y algunos pierden sus vidas en Europa, y no porque no tengamos los recursos, sino porque no queremos", dijo y dedicó su premio a los activistas que trabajan por ayudar en estas situaciones.
El chileno Pablo Larraín ganó el premio al mejor guion -junto a Guillermo Calderón- por su sátira contra Pinochet El conde, donde presenta al dictador como un vampiro que se niega a morir y que sigue chupando la sangre y comiendo los corazones de los chilenos. Una mirada llena de mala leche, de momentos hilarantes y un mensaje muy claro que remarcó el director en su única frase en castellano en el escenario: "No a la impunidad". El Conde es una película que desde el género aboga por la importancia de la Memoria Histórica, especialmente en países como Chile o España, donde los directores murieron en la cama sin ser juzgados, lo que les otorgó una impunidad y un halo de eternidad cuyas consecuencias se notan en la actualidad.
Hollywood se alzó como gran triunfador de la noche, ya que no solo se alzó con el León de Oro, sino que los dos premios interpretativos fueron para un actor y una actriz de dos películas habladas en inglés. Eso sí, fueron para dos producciones independientes que lograron la exención de los sindicatos para poder presentar sus filmes ya que cumplían con las normas pedidas en las negociaciones. El de Peter Sarsgaard es impepinable. Aunque Jessica Chastain tiene el papel más 'premiable' de Memory, el filme que ambos protagonizan a las órdenes de Michel Franco, es su retrato de una persona con demencia prematura el que se eleva por la luminosidad y la humanidad del que lo dota. No hay miserabilidad, sino esperanza. Una composición desde la contención que merece la Copa Volpi.
Sarsgaard fue el único que habló de la huelga en la ceremonia de clausura y mostró sus miedos si esta situación no se soluciona. Apuntó a los salarios y subrayó el problema con la inteligencia artificial. "Creo que todos podríamos estar de acuerdo en que un actor es una persona y que un escritor es una persona. Pero parece que no, y eso es aterrador porque este trabajo que hacemos trata sobre la conexión humana. Y con lo que está pasando, este espacio entre nosotros, este sacramento, esta experiencia de ser humano será entregada a las máquinas y a los ocho multimillonarios que las poseen. Si perdemos esa batalla nuestra industria será la primera de muchas en caer, incluyendo quizás la forma en que tratamos a los pacientes médicos hasta la forma en que libramos guerras. La desconexión allana el camino para las atrocidades".
No se mojó la joven Cailee Spaeny, sorprendente premio de interpretación femenina por su interpretación en Priscilla. No estaba en ninguna quiniela, y la especulación hace creer que ese premio tenía el nombre de Emma Stone, a la que las normas del palmarés -el León de Oro no puede ganar ningún otro galardón- la podría haber privado de su segunda copa Volpi tras la lograda por La La Land. El lado oscuro de Elvis que trajo Sofia Coppola se conforma con este premio a pesar de ser una de las sorpresas de la mostra. Peor le fue a una de las películas más arriesgadas y sorprendentes de esta 80 edición, La bete, de Bertrand Bonello, que se fue de vacío en una edición marcada por la huelga pero que ha dejado una sensación de más que buena cosecha.