Moretti ha forjado una filmografía crítica con la izquierda. Suya es aquella frase mítica de “D’Alema, di algo de izquierdas” que suena en Abril mientras su protagonista ?de nuevo un álter ego de él mismo que se llama como él? ve un debate del líder de izquierda contra Berlusconi. En El sol del futuro firma una fábula que es casi una utopía comunista, llena de música italiana, donde suena Franco Battiato y donde se defiende el cine en salas ?hay bofetón a Netflix? y la responsabilidad del cineasta en cada plano que elige, en una hilarante escena donde Moretti detiene un rodaje de un joven director para debatir sobre cómo va a rodar una muerte.
El cineasta presentó el filme en el pasado Festival de Cannes, y allí explicaba que creía que a la izquierda le venía bien repensar en sus principios. “Creo que algunos años en la oposición le harán bien a la izquierda en Italia, y creo que así logrará reencontrar parte de su identidad perdida. La derecha en el Gobierno se está comportando como se comporta un partido de derecha. Hace su trabajo. Lo importante es que el partido de izquierdas vuelva a ser de izquierdas”, dijo con claridad ante un reducido grupo de periodistas.
El director siempre ha sido el azote de las plataformas, y su discurso se ha materializado en El sol del futuro, donde el protagonista, con su película en riesgo, acepta tener una reunión con Netflix donde sus responsables solo repiten que va a estrenar en 190 países y critican que a su película le falte un momento “What the fuck”. Moretti reconoce que nunca se ha reunido con Netflix ni tiene intención, pero que ha hablado con gente que sí para escribir la escena. “Describo algo que me han contado directores y guionistas que ya no tienen relación con Netflix y que están cansadas. En la película es Netflix, pero podría ser Amazon, Disney o Apple. Representa a todas ellas. No quería poner un nombre falso como StarFlix, y lo del momento What the fuck es algo que me han contado estas personas”, asegura de esta escena.
Le preocupa el futuro del cine italiano. No por el talento de los directores jóvenes, sino porque cree que "el sistema de cine italiano debería ser más sólido”. “Quizás me equivoco y es un mito, pero tengo la impresión de que en Francia el cine se toma más en serio desde los dos puntos de vista, el artístico y el industrial. En Italia tengo el sentimiento de que todo depende de la iniciativa personal de directores y de artistas. Italia no cuida del cine italiano ni presta atención al mundo del cine”, critica.
Quizás por ello el director presenta sus películas en el Festival de Cannes, que no permite que haya películas de plataformas si no aseguran su estreno en salas; y no en Venecia, que da carta blanca a todas ellas para que lleven sus estrenos. Un modelo que Moretti duda que sea en el que cree el director de Cannes, Thierry Frémaux, sino que es el de “la asociación de los profesionales del cine en Francia, porque allí, no como en Italia, los distribuidores y los dueños de los cines son importantes”.
Él incluso posee un cine en el Trastevere romano desde 1991, el Nuovo Sacher, y desde él ha observado cómo “las formas de consumir han cambiado mucho. Por poner un ejemplo, mi cuarta película, Bianca, se hizo en 1984, y fue lanzada en una sola sala porque no encontramos más. Solo una copia. Solo en Bolonia El sol del futuro se ha lanzado en 400 copias. Otro ejemplo, cuando inauguré mi cine, hace 32 años, tuve el estreno en exclusiva de Riff-Raff, de Ken Loach. Ahora cualquier estreno de Ken Loach sale en 15 cines romanos a la vez”, algo que cree que hace que el consumo sea más veloz y perdure menos en el tiempo.
Para el director de La habitación del hijo, el cine ha sido la forma de no sentirse “abandonado”. “He tenido muchas experiencias de abandono. Cuando tenía 17 años abandoné el deporte del waterpolo. Yo era muy talentoso. Fui jugador de primera división y jugué con la selección, pero lo abandoné. Quizás el hecho de que estuviera en el activismo político en la escuela tuvo un papel en todo esto. Después también abandoné la actividad política en la escuela; y luego abandoné la escuela. No quise estudiar más. No fue una buena época. Entonces me apegué a esta idea, a esta esperanza de hacer cine. Pero era solo una esperanza, porque mi familia no tiene nada que ver con el cine; mis padres eran profesores. Me sentía confuso, pero sentí que el cine podía ser el medio adecuado para sacar de mí todo lo que quería comunicar a los demás, pero también comunicarme a mí mismo. Desde mi primer cortometraje, hace 50 años, decidí usar la ironía para contar lo que tenía que contar, para describir mi entorno y a mí mismo. Así que para mí era natural confiar en la ironía”, explica.
Una ironía marca de la casa, con la que es capaz de hacer reír, pero también de ofrecer una mirada ácida y política al mundo; a la juventud y al propio cine que le salvó cuando era joven.