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Mick Jagger y el muelle flojo de un país que no tiene arreglo
La verdad es que estaba hecho un chaval, y la cosa no ha cambiado mucho hoy, cuando, pasando los ochenta años, a “morritos” Jagger todavía le queda tiempo de vida suficiente para convertir cualquiera de sus costumbres en un vicio.   

La edad le ha dejado de pesar hace tiempo y la maldita próstata parece seguir con el mismo tiro, al contrario que por aquí, que las visitas al urólogo son casi siempre para lo mismo. En fin, que no me quiero despistar, pero la vida no es igual para un español cuando alcanza cierta edad que para un guiri con esa misma edad; en los guiris se reconocen todavía los hambrientos días de la pubertad mientras que nuestra próstata visigoda está tan inflamada que dificulta la contención de orina. 

Con esto no es de extrañar que muchos de nuestros cantantes -sobre todo cantautores- suban a escena después de haber hecho aguas menores; dicho así, por lo fino, llega una edad que la vejiga es incapaz de contener la orina y la canción protesta se convierte en canción de próstata. Es el momento de dejarlo, de retirarse a tiempo y no emular a Mick Jagger, pues los hijos de la Gran Bretaña siempre nos han madrugado a la hora de la escena y de la vida práctica. 

No hay que olvidar que Inglaterra se hizo con ayuda del corso y la piratería. Mientras nosotros volvíamos de expoliar las nuevas tierras, en los laberintos espumosos del Atlántico, las naves inglesas nos abordaban ondeando la bandera pirata. Pero volviendo a los Stones y dejando a un lado su pasado filibustero, en estos días estuve reviviendo sus discos más molones. 

Para mi gusto, el primero es Some Girls, el disco funkorro, un homenaje a la negritud más negra, cuando Mick Jagger se convirtió en una Tina Turner inglesa, luego está el Tatoo You y su balada Waiting on a friend con el saxo de Sonny Rollins en estado de gracia y, para terminar, el Emotional rescue con el falsete  del Jagger emulando a los Bee Gees en una época discotequera que inauguró Travolta y su Fiebre del Sábado Noche, y que yo viví de bailongo en bailongo en aquellos tiempos en los que no necesitaba salir a la pista después de haber meado. Porque ser español tiene sus cosas y la vejez es una de ellas. Dicho esto, por favor, no echemos la culpa al fotógrafo.

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