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Culto al líder, presiones y control en el taller de guionistas de Ramón Paso: "Fue el caldo de cultivo"

El taller se convirtió en una comunidad muy cohesionada que las personas con las que ha hablado este periódico coinciden en calificar como “secta” por sus normas, su culto al líder y las prácticas poco habituales de las que muchos fueron testigos dentro.

Aquellos talleres de guion se vendían como una oportunidad para los jóvenes de comenzar en el mundo de la escritura, y lo hacían bajo la tutela de una persona que se vendía como un triunfador en el sector, Ramón Paso, nieto de Alfonso Paso y bisnieto de Jardiel Poncela. Durante en torno a una década, decenas de jóvenes fueron pasando por allí. Algunos de los que abandonaron el taller crearon un blog y un grupo de Facebook bajo los nombres “Cuidado con El Alambique de Ideas” y “Yo también estuve en El Alambique de Ideas y me pareció una secta”.

Captura de pantalla del grupo de personas que estuvieron en Captura de pantalla del grupo de personas que estuvieron en 'El alambique de ideas'

Un taller que nacía bajo la coartada de crear colectivos en los que aprender a desarrollar guiones de series que después serían vendidos a cadenas de televisión de todo el mundo, aunque ninguno de sus miembros tiene constancia de que esto ocurriera. Desde el primer día todo giraba en torno a la figura de Ramón Paso, que imponía normas estrictas, humillaba a quienes no las seguían –según el relato de diferentes testimonios–, realizaba extraños juegos psicológicos y hasta les decía si podían saludar o no a exmiembros de 'El Alambique de Ideas'. Él podía sancionar a los integrantes del grupo por motivos tan peregrinos como una errata, y hasta creó un foro de internet en el que obligaba a participar si no querían ser castigados. Varias de las personas que estuvieron allí consideran que este taller fue un caldo de cultivo perfecto para él.

Fue en lugares como 'El Alambique de Ideas' donde construyó su posición de poder y donde presuntamente abusó de esa posición, tal como relatan las personas que estuvieron en aquellos talleres. Cinco de ellas, con las que ha hablado elDiario.es –que ha contactado con Ramón Paso, quien a través de sus abogados no ha querido hacer declaraciones–, coinciden en calificarlo como “secta” y hablan de “abuso de poder”. Todas relatan el mismo procedimiento de captación: un cartel en la universidad, una entrevista con dos mujeres donde no estaba Ramón Paso, pero donde ya se comenzaba a vender su figura totémica. Los integrantes no obtenían remuneración por el desarrollo de los guiones, y todos recuerdan que “la mayor parte” de los miembros del grupo eran mujeres.

Una de las personas que estuvo dentro de El Alambique de Ideas dos años, en torno a 2005, recuerda como desde el principio Paso se dedicaba a hacer que se sintieran “muy especiales solo por haber pasado la prueba, cuando en realidad lo que hacías era trabajar gratis”. Esta mujer, que ha preferido que su nombre no aparezca en el reportaje, y que posteriormente se ha dedicado de forma profesional al mundo del guion en televisión, califica alguna de sus experiencias como “de película de terror”.

Parecía la casa de Charles Manson, con ese grupo de chicas alrededor que hacían lo que él quería. Le tenían como si fuera un gurú

“Parecía la casa de Charles Manson, con ese grupo de chicas alrededor que hacían lo que él quería. Tenía un grupo más cercano del que se rodeaba sobre las que ejercía un poder brutal. Le tenían como si fuera un gurú, y él a veces las alababa pero otras las humillaba en público. A él lo que le gustaba era tener a su alrededor un harén de chicas”, recuerda.

Aclara que allí nunca vio nada relacionado con los presuntos delitos sexuales que han dado pie a las diligencias abiertas por un juzgado madrileño, pero sí “el caldo de cultivo de este gurú que se ha acabado convirtiendo en un abusador sexual”, dice esta guionista. “El Alambique de Ideas fue su escuela de malvado”, añade. Las primeras reuniones del grupo fueron en una parroquia del barrio de La Elipa, aunque luego pasaron a ser en pisos. 'El Alambique de Ideas' tenía su propia jerarquía social, dentro de la cual se podía ascender o descender y que definía la responsabilidad y unas funciones específicas dentro del grupo que estaban recogidas en un documento al que ha tenido acceso elDiario.es. Las ‘clases sociales’ se denominaban: “miembro en periodo de prueba”, “miembros normales”, “miembros en activo” y “los notables”. Eran estos últimos los que pertenecían al círculo de confianza de Ramón Paso y que, según sus normas, tenían que estar “disponibles todos los días” de reunión, trabajar en un mínimo de cuatro proyectos y “correr con los gastos” que se deriven de 'El Alambique de Ideas'.

Estos miembros de posición superior solo podían ser expulsados por el coordinador, mientras que el resto se sometían a una férrea disciplina en la que podían ser penalizados por cosas como cometer una errata en una entrega; considerando como errata incluso un doble espacio en un escrito. Una pirámide de poder donde se iba ascendiendo a medida que iban entrando en más proyectos por los que seguían sin cobrar dinero. Paso estableció una normativa con todos los motivos que suponían falta leve o grave. “Era una espada de Damocles constante, pensabas que en cualquier momento te ibas a juntar con tres faltas leves y te iban a echar la bronca. Todo esto teniendo en cuenta que éramos muy jóvenes. Teníamos entre 20 y 25 años”, cuenta esta mujer sobre la presión sufrida.

Ramón Paso, a la izquierda del todo, durante una presentación de una de sus obras Ramón Paso, a la izquierda del todo, durante una presentación de una de sus obras

Ella fue ascendiendo dentro de la estructura y acabó trabajando en varios proyectos, hasta que se dio cuenta de que sumando los desarrollos de guion entre semana, y el resto de dinámicas, estaba dedicando a 'El Alambique de Ideas' más tiempo del que debería suponer un taller de estas características. Si querían abandonar el grupo, tenían que finalizar los proyectos en los que estuvieran involucrados, pero muchos de ellos estaban en varios desarrollos de guiones, por lo que una salida en buenos términos podía alargarse sin una fecha concreta. Una situación que define como “angustiosa”. 

Cuando al final ella tomó la decisión de irse, Ramón Pasó dejó caer, de forma sutil, amenazas como que podría usar sus contactos para impedir que alguien trabajara profesionalmente como guionista. “Me lo dijo de una forma retorcida, tipo, no te extrañes si no te recomiendo para trabajar en la tele”. “Él utilizaba su supuesta posición, pero no era verdad. Lo decía para infundir miedo, para que tuvieras miedo de que te vetara”, recuerda esta guionista.

Uno de los puntos de inflexión para decidir dejarlo fue cuando la eligieron para un proyecto extra que se sumaba a los que ya tenía entre semana. Se trataba de un grupo que se reunía los viernes por la tarde para hablar del funcionamiento del Alambique. Un grupo en el que debían puntuar al resto de miembros, hablar de ellos y criticarles. Una votación en la que también se puntuaba al propio Ramón Paso, presente en la reunión, y en la que él siempre conseguía la posición más alta del ranking, según los testimonios recabados. 

El resultado, que denominaban “la pirámide”, se distribuía por email al grupo –un correo que ha corroborado este periódico– y en el que Paso aprovechaba para comentaba su conformidad o no con los resultados. Estas dinámicas se trasladaban a otros miembros del grupo, que tomaban iniciativas como convocar unos premios “Míster y Miss Alambique de Ideas” que fueron debatidos en el foro público, una visibilidad que Ramón Paso afeó enviando un email abierto donde todos pudieron ver cómo dejaba en evidencia a una de sus personas de confianza.

Todos comían de su mano y le encantaba. Le gustaba hacer experimentos psicológicos con la gente, meterse en su vida privada

Este subgrupo de los viernes por la noche llegó a votar si los miembros de 'El Alambique de Ideas' podían saludar a aquellos que habían dejado el taller y que eran conocidos como “miembros malditos”. El resultado fue que sí podían saludarles, pero Ramón Paso tenía derecho a veto. “Dijo que no podíamos hacerlo. Eran todo estrategias de dominación, porque él no se iba a enterar si tú te encontrabas con alguien. Era para controlar al grupo”. “Nunca he trabajado con tanta presión como allí”, dice esta guionista que, cuando logró dar el paso de abandonar el grupo, acudió a despedirse no ya al local parroquial sino a una vivienda en Montecarmelo (al Este de Madrid) donde posteriormente proseguirían las reuniones de 'El Alambique de Ideas': “No había forma de irse de buen rollo”.

Adoración al líder

A aquella iglesia de La Elipa acudió Alejandro, que recuerda que cuando llegó a Madrid hace casi 20 años a estudiar guion de cine en la escuela TAI vio un anuncio de El Alambique. Mismo procedimiento. Tras mandar un par de textos tuvo una entrevista con dos mujeres del círculo más cercano a Ramón Paso y comenzó a producir sin cobrar. Como era estudiante de cine, no le importó. Le dijeron que si la serie en la que estaba trabajando se vendía, repartirían el dinero. Ninguna de las personas contactadas por este medio recibió ingreso alguno.

En esa entrevista la hablaron de Paso como “un gran autor teatral y descendiente de Jardiel Poncela”. En la primera reunión, conoció a Ramón Paso. No tuvo grandes charlas con él, pero sí “tenía la impresión de que se le adoraba como a un líder de secta”. Solo estuvo en un desarrollo de guion, y no ascendió dentro de su escala social, sería un simple “miembro normal”. Recuerda que se le llamó la atención por acudir junto a un amigo a hacer una entrega, un procedimiento que debía ser rápido, pero posteriormente le hicieron saber que las “reuniones eran privadas y no podías llevar a nadie”. Al ver que pasaban los meses y que las series no se vendían, decidió irse en cuanto encontró un trabajo remunerado. No intentaron retenerle ni le amenazaron para evitar que se fuera. 

La palabra “harén” es otra que se repite en los testimonios recabados por elDiario.es. Verónica (nombre falso de una exintegrante de 'El Alambique de Ideas' que ha preferido no revelar su identidad) estuvo un año dentro, en torno a 2009. “Las condiciones eran que trabajabas gratis. Yo tenía 23 o 24 años, y pensé que era una buena forma de aprender y de manera gratuita”, rememora. 

Yo pensaba que toda mi vida laboral iba a ser así, porque nunca había trabajado en el audiovisual, pero él creaba una cultura del miedo y que se hablara de otros compañeros

Entró en uno de sus proyectos, donde todo el rato le vendían la importancia de la figura de Ramón Paso y su reconocimiento en el mundo de la televisión. “Recuerdo que después de unas cuantas sesiones me pregunté de qué vivían, porque ninguna serie se vendió jamás que yo sepa. Te lo planteaban un poco como una especie de gurú y una vez les hice saber que aquello me parecía una secta. Había gente que tenía verdadero culto al líder”.

De estas personas más cercanas a Paso, Veronica considera que estaban “muy manipulados a nivel mental”. “Todos comían de su mano y le encantaba. Le gustaba hacer experimentos psicológicos con la gente, meterse en su vida privada. Había un chico y una chica que tenían un rollete y lo sacó a relucir. Otra vez hizo una especie de competición para ver quién era el último que se quedaba dentro de un proyecto, y a mí me echó la primera porque no le seguí el rollo. Me acusó en un foro y delante de todo el mundo de hacer comentarios homófobos, cuando yo soy bisexual, pero buscó cualquier manera de intentar defenestrarme y puso a todo el grupo en mi contra. Me lo hizo pasar muy mal”, dice esta mujer sobre las prácticas tóxicas del grupo.

Tras la acusación de homofobia, Verónica fue expuesta delante de todo el grupo. Se convirtió en una “apestada”. “Salí de allí llorando”, afirma. No recibió amenazas evidentes, pero “siempre dejaba claro que él era la llave de todo y que si te llevabas bien con él, las cosas iban a ir mejor”. Una conducta que define como “abuso de poder”, ya que “jugaba con las ilusiones de la gente para tenerla absolutamente controlada y dominada”.

De ese foro, en el que había que escribir un mínimo de comentarios para no ser penalizado, se acuerda también Paloma Rando, guionista de la pasada gala de los Goya y de series como Señoras del (h)ampa, que también estuvo en 'El Alambique de Ideas'. Fue entre 2005 y 2009, cuando ella tenía 20 años. Ha sido tras la publicación en los medios de la denuncia de la Fiscalía cuando, releyendo mails antiguos, ha visto actitudes suyas en las que no se reconoce. “Me leo asustada, intentando justificarme todo el rato. Yo nunca he escrito a nadie en estos términos”, confiesa. Admite que su relación con Ramón Paso fue cordial y que se fue en buenos términos de 'El Alambique de Ideas', aunque siempre fue consciente de su función de “jefe plenipotenciario, duro y estricto”. “Yo pensaba que toda mi vida laboral iba a ser así porque nunca había trabajado en el audiovisual, pero él creaba una cultura del miedo y de que se hablara de otros compañeros”.

Juegos de poder

Verónica recuerda varias ocasiones en las que Paso introducía en las dinámicas de guion juegos con connotaciones sexuales: “Vi comentarios fuera de lugar, no solo a mujeres. Una vez nos llegó a poner un fragmento de una película porno con zoofilia, decía que de broma, pero pasaba. Recuerdo que nos hizo un test de tipo sexual uno por uno, contestando las preguntas en su ordenador con él delante, o sea que veía las respuestas, y le tuvimos que contar toda nuestra vida sexual con esta especie de juego que él estaba haciendo”.

El dramaturgo Ramón Paso, en la presentación de El dramaturgo Ramón Paso, en la presentación de 'Blablacoche'

Vio también comportamientos extraños con varias jóvenes del grupo. Destaca el caso de una chica que, tras un comentario de Ramón Paso diciendo que “iba de guapa”, cambió su forma de vestir y de arreglarse. Volvió “de forma más aniñada”. “Creo que estaba teniendo una relación con él y eso me impactó muchísimo. Ella ascendió automáticamente en su escala social, la hizo directora de algún proyecto. Mandaba un mensaje claro: si tenéis relaciones conmigo podéis ascender dentro del grupo. Se notaba cuando tenía una relación con alguna de las chicas, en este caso se hacían carantoñas en público”, opina.

Cuando años después se pusieron en contacto con ella desde un grupo de Facebook para hablar sobre lo ocurrido dentro de 'El Alambique de Ideas', tuvo miedo de que fuera una emboscada: “Fíjate si les presuponía gente retorcida que pensé que podían ser ellos mismos buscando gente que se fue a ver qué decíamos. Si me dicen que Ramón Paso creó todo ese grupo para manejar a gente a su antojo, me lo creería”.

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