Ni él mismo esperaba que aquella novela sobre pijos alocados que quemaban la noche de Madrid y se ponían hasta las orejas de todo sería la finalista del premio Nadal de 1994, que ese año se llevó Rosa Regás con Azul. Aquel desconocido llegó casi al mismo nivel de una escritora más que consolidada y casi por casualidad, porque su padre estuvo a punto de tirar el manuscrito a la basura. ¿Cómo iba a ganar su hijo ningún galardón con aquellas 200 páginas de burradas sonrojantes? Por suerte, decidió cumplir con la petición de su chaval y llevó el texto a una de las sedes de Destino en Barcelona durante un viaje de negocios. Y así, el autor de Historias del Kronen se convirtió en el referente de una nueva generación.
A Mañas el éxito le sentó regular. Pese a lo que pudiese parecer por su escritura, era una persona tímida que no se manejaba bien en público y sus apariciones en los medios solían acabar en desastre para desesperación de sus jefes de prensa. “Publiqué un libro que al mes estaba vendiendo 40.000 ejemplares y al año siguiente se estrenó una película basada en él que fue la más taquillera del cine español hasta la fecha. Se convirtió en un fenómeno que ya trascendía lo puramente literario, era casi sociológico”, explica a elDiario.es vía telefónica. “Entré de golpe y porrazo en un universo que tenía unas reglas que yo desconocía”.
El novelista –prefiere ese término a escritor, que le suena demasiado engolado– habla por los codos, se nota que con los años ha aprendido a responder entrevistas aunque no ha perdido naturalidad. Se encuentra en plena promoción de su libro Una historia del Kronen. Autobiografía generacional, que acaba de sacar con la editorial Aguilar, un repaso a su vida desde que su nombre se hizo conocido. Aquel Mañas de 22 años tiene ahora 50 y durante estas tres décadas que han pasado no ha dejado de escribir, aunque su periplo por la industria editorial ha estado lleno de altibajos. Algunos marcados por las malas decisiones laborales y otros por las circunstancias de un mercado que tampoco se ha mantenido lineal.
Esta nueva obra, su primera de no ficción, ha funcionado para él como un exorcismo. Una forma de cerrar el círculo que se inició con aquel premio que le permitió vivir como a pocos jóvenes de su quinta. “Lo que prima en mí es el agradecimiento, porque hablo de que fue difícil, pero también de que pude acceder a una vivienda, por ejemplo”, reconoce. El dinero se lo gastó en cosas sensatas como esa, pero también en otras más propias de un chaval con mucha pasta y dispuesto a insensateces como adquirir un bar a pachas con otros socios sin saber de hostelería. Un bar que ya no está abierto, claro.
Mañas da gracias a que por aquel entonces no existían las redes sociales. No tanto por lo que podría haber hecho a través de ellas, sino por el nivel de exposición que suponen. “Antes te dejaban un mensaje en el contestador y ya estaba, ahora no existe la vida privada. También es verdad que habría tenido cinco millones de seguidores, a lo mejor lo habría capitalizado”, imagina entre risas. Para una persona como él, que hacía cosas como quedar fatal con Fernando Schwartz y Máximo Pradera en Lo + Plus o levantarse e irse de una mesa redonda con Donald E. Westlake en el encuentro de novela negra de las Bahamas, Twitter podría haber sido su perdición. Una discusión como la que tuvo en el rodaje de la adaptación de Historias del Kronen al cine se habría hecho viral si alguien la hubiese subido a internet.
Montxo Armendáriz fue director y guionista –junto a Mañas– de la película y Elías Querejeta la produjo. La relación no fue muy fluida y el segundo día que el novelista acudió a la grabación, fue el último. Según cuenta en Una historia del Kronen, le comentó al productor que el protagonista no bebía vodka con naranja sino Dyc Cola, que es una especie de leitmotiv en la novela. La respuesta que obtuvo no fue precisamente cordial, así que se marchó para no volver. No le llamaron para la promoción del filme ni fue a la gala de los Goya, donde habría tenido que subir al escenario a recibir ‘el cabezón’ por el mejor guion adaptado junto a Armendáriz. El único que dio la cara fue el pobre Juan Diego Botto –nominado al mejor actor revelación– que dijo: “Vengo a recoger esto de parte de Montxo, que está rodando... Y José Ángel..., pues no sé”.
Un desubicado en MadridMañas residió durante años fuera de España, pero su espíritu siempre ha estado en Madrid. “Es curiosísimo porque yo vivía en Francia, hablo francés y conozco bien la sociedad francesa, tengo amigos. Pero jamás he podido escribir sobre eso porque me falta la facilidad para recrear el diálogo”, declara. Su relación con la ciudad española tiene algo de amor y de odio, pero gana lo primero. Cuando nacieron sus hijos, que se han ido de casa para estudiar en Francia hace poco, volvió a España y se instaló en un pueblo de las afueras de la capital, desde el que puede ir al centro sin problema. “Tengo como un cordón umbilical que nunca he querido romper”, describe.
Pero el Madrid del que habla durante gran parte del libro es el de su juventud, cuyas noches se diluyeron en los locales del barrio de Malasaña y donde le llevara la fiesta: el Jam, La Vía Láctea, el Nueva Visión, el Ya'sta, el Ghetto o “garitos ya muy de bakalas, con gente muy chunga, en los bajos de Azca”, específica en el texto. Sin embargo y aunque hay una pátina de cariño en esos recuerdos, asegura que no es nada partidario de la nostalgia. “Yo vivo el presente y pa’lante. La nostalgia es algo mentirosa y muy tramposa. En el fondo, es pretender que las cosas sigan igual y eso es imposible. No tiene ni pies ni cabeza”, reflexiona.
Yo vivo el presente y pa’lante. La nostalgia es algo mentirosa y muy tramposa. En el fondo, es pretender que las cosas sigan igual y eso es imposible. No tiene ni pies ni cabeza
Mañas considera que durante todo el tiempo que ha pasado desde su debut ha aprendido dos cosas esenciales: “Lo primero es que estoy siempre desubicado, no estoy donde debiera. Y lo segundo, que soy un superviviente, una cucaracha. Me las apaño y malamente. A mi manera, voy tirando”. Es un buen resumen de su periplo por la industria editorial, de la que habla en profundidad: tanto de editores, jefes de prensa y otros escritores como de contratos leoninos, aparición y desaparición de editoriales o premios otorgados a dedo: “Arrancabas siendo finalista –el premio de descubrimiento, a estas alturas– y pasados un par de años lo ganabas. Así hicieron Marsé en Planeta o Lorenzo Silva en el propio Destino”, escribió. Detalles que los cercanos al sector ya conocerán o a los que no les resultarán sorprendentes pero que sí pueden causar cierto estupor a los lectores que no estén familiarizados con este entramado.
“La visión de cada uno está marcada por sus circunstancias. Hay escritores que primero conquistan los medios y después las librerías, como Manuel Jabois o Carmen Posadas”, explica, “luego están los que conquistan las librerías y después saltan a los medios como Aramburu, Irene Vallejo o yo mismo”. Los que recorrieron el camino inverso al suyo parten con la ventaja, según observa, de saber cómo tratar a los medios. Es el caso de Arturo Pérez-Reverte, a quien menciona varias veces en su libro –por lo visto, en un artículo de los 90 citó a Mañas como ‘ese chico del Kronen’–, con su perfil marcado como reportero y su conocimiento del campo de juego de la promoción literaria. “También me gusta mucho esa definición del éxito como un malentendido. Y siendo como soy, es difícil que sea un personaje con un éxito continuado. Creo que Pérez Reverte responde mucho más a lo que es la sociedad española, es el escritor que se merece”, considera.
Adiós al KronenPese a las dificultades que haya transitado a lo largo de estos cuarenta años, la suerte se ha mantenido del lado de Mañas desde el principio. Aunque quedar finalista del Nadal con su primer trabajo le pareciese durante mucho tiempo una sepultura, ha publicado más de medio centenar de novelas y parece que el cielo se le abre en los momentos laborales oscuros. La última vez fue hace un par de años, cuando le contactó Carmen Fernández de Blas, una veterana del sector editorial con un olfato comercial muy reconocido en la industria de la lectura. Actualmente es consultora de Penguin Random House y dirige el podcast Quiero un libro tuyo y tras una charla ante el micrófono, le concertó una cita con el editor de Aguilar. El resultado acaba de llegar a las librerías.
Una historia del Kronen termina con la frase: “Tuve la sensación de haber llegado al final del trayecto”. ¿Qué va a pasar a partir de ahora? No lo tiene muy claro, dice que preferiría irse como Zidane y no quedarse como Sabina, pero a la vez le puede el entusiasmo. “Ahora mismo estoy a verlas venir por primera vez en mucho tiempo. En todo caso, esta ha sido una parada muy importante para mirar mi trayectoria y, desde luego, ya he vomitado todo lo que tenía que vomitar al respecto del Kronen”.