Es el caso de Nickel Boys, la personal y arriesgada adaptación de Los chicos de la Nickel, libro ganador del Pulitzer escrito por Colson Whitehead.
Una película pequeña, producida por MGM y Amazon -donde se estrenará próximamente- casi como un capricho, ya que escapa de cualquier norma de los algoritmos actuales al contar la historia de dos jóvenes negros en un centro correccional en los años 60, cuando las marchas a favor de los derechos sociales estaban en las calles, pero el racismo seguía imperante en cada institución. Lo que en manos de cualquier otro director y guionista sería un filme académico y sentimentaloide, se convierte aquí en una propuesta personal que se atreve a buscar otras formas de contar. Es gracias al talento de RaMell Ross, que debuta en la ficción por la puerta grande.
Los Nickel Boys, que también opta al Oscar al mejor guion adaptado, cuenta la experiencia de estos dos jóvenes optando por un punto de vista subjetivo en primera persona, eso que en la literatura es tan habitual, pero que en cine es un quebradero de cabeza que pocos intentan. No es solo contar la historia acompañando al personaje, sino que la cámara se convierte en sus ojos de forma literal. Se ve lo que él ve, se balancea cuando abraza a alguien o cuando anda, y se fija en los detalles que el protagonista mira realmente. Eso crea una conexión con lo que vive el personaje en un trabajo de dirección de fotografía de Jomo Fray extremadamente complicado, que además arranca la belleza en cada encuadre de una forma sorprendente y que debería haber optado también a la estatuilla.
Curiosamente la película fue un encargo de los productores, pero en cuanto se lo ofrecieron, el cineasta recordó que cuando leyó el libro lo primero que pensó fue en el punto de vista, pensó que le gustaría “ver cómo sería el mundo a través de los ojos del personaje en ese periodo de tiempo”. Todo nace de una pregunta, “¿por qué no todo el mundo tiene un punto de vista?”, y ahí se dio cuenta de una máxima que acompaña a toda su película: “El punto de vista es una elección política, que luego también se convierte en artística”, cuenta Ross desde su casa a través de una videollamada.
“Lo es especialmente si piensas en la historia del cine. Darle la subjetividad a una persona de color de esta manera no es solo una experiencia de validación, sino que estás forjando una especie de espacio relativo nuevo para que la gente pueda entender lo que significa mirar y ser mirada de la forma en la que el mundo nos mira a menudo. Creo que es un gesto completo y profundo, es difícil… me emociona pensar en ello, porque la conversación respecto a este tema sigue estando ahí”, añade.
Nos acusan de hablar siempre de lo mismo cuando lo que hacemos es intentar mejorar el mundo. El problema es que no te gusta la forma en que se está mejorando
Hay otra elección fundamental, ética y estéticamente hablando, que realiza RaMell Ross, y es que el punto de vista subjetivo nunca mira a la violencia de forma explícita. Siempre hay un plano que lo evita, una elipsis que la elude. No es cobardía. Es una decisión moral que no quiere recrearse en el dolor de la comunidad negra. Ross cita, cómo no, a Claude Lanzmann o La zona de interés como referentes claros “por las diferentes formas en las que puedes explorar la tragedia y el trauma sin volver a inscribir la violencia o hacer que la narrativa sea tan familiar que se archive en un lugar de comodidad al encontrar esa información”.
Ross cree que hay “una sobreindexación de imágenes violentas”, especialmente cuando se representa a la comunidad negra. El cineasta cita a Zizek y su Bienvenidos al desierto de lo real, en donde reflexionaba sobre cómo nunca se vio ninguna imagen de los cuerpos del atentado del 11 de septiembre. “No vimos las imágenes de los muertos por las calles, pero los muertos que ocurren en todos los demás países nos llegan en masa, ¿por qué pasa eso? Ese tipo de tendencias históricas producen una forma de entendernos a nosotros mismos y entender a los demás. Y eso es algo que tratamos de abordar al entender la forma en que la violencia es más que el acto en sí, es algo sensorial y que se extiende a lo largo del tiempo”, analiza.
RaMell Ross debuta en la dirección con la excelente adaptación del libro de Colson Whitehead 'Los chicos de la Nickel'Aunque las cosas hayan mejorado, sabe que su película es “oportuna”, y eso le parece, sencillamente “devastador”. “Lo era hace 30 años, hace 20 y hace diez. Como si tuviéramos la necesidad de tratar de encontrar formas de explorar las cosas que nos han estado sucediendo de manera tan constante y que siguen sucediendo ¿Cómo es posible que repitamos de diferentes maneras los mismos tipos de violencia contra nuestra propia especie y contra nosotros mismos? Creo que en este momento político, porque el presente siempre es más palpable, se siente profundamente actual y profundamente significativa esta película, pero imagino que, lamentablemente, lo será también en el futuro”.
Si en España los cineastas se enfrentan a las mismas acusaciones por parte del sector más conservador, con ese argumento falso de que solo se hacen películas sobre la Guerra Civil, en EEUU la derecha empieza a vivir lo mismo cuando se hacen películas sobre los lados más oscuros de su historia, como la esclavitud, o sobre el racismo actual: “Nos acusan de hablar siempre de lo mismo, ¿cómo que hablando de lo mismo? Lo que estamos intentando es mejorar el mundo de forma genuina y de todo corazón. El problema es que no te gusta la forma en que se está mejorando. Crees que tienes una relación diferente con las cosas que me han pasado a mí y a mi gente porque no eres uno de ellos. La gente cree que si hablas de algo impides que el cambio ocurra en la dirección correcta, como si por no hablar del cáncer, por ejemplo, fuera a desaparecer. Hay temas que necesitan una supervisión, un análisis y una reconstitución constante, porque si no, podemos imaginar las consecuencias”.