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Paco Ibáñez, a sus 90 años y sobre el escenario, echa la verdad por la boca
Y ese aire rebelde y poético a la vez, socarrón y profundo, sobrevolaba a las 1.400 personas que abarrotaron el madrileño teatro Coliseum el lunes por la noche para escuchar a un pionero de la canción de autor, al artista que puso música a los mejores poetas españoles.

Acompañado del guitarrista Mario Mas, Paco Ibáñez arrancó su recital con Erase una vez, poema de José Agustín Goytisolo sobre un mundo al revés, para seguir inmediatamente después con Es amarga la verdad de Francisco de Quevedo, toda una declaración de principios de su trayectoria. “Pues amarga la verdad quiero echarla de la boca y si el alma su hiel toca esconderla es necedad, sépase pues libertad ha engendrado en mi pereza la pobreza”. El público estaba entregado desde el primer minuto, pero esas dos canciones, que fueron símbolos del antifranquismo, convirtieron el teatro en un multitudinario coro que conocía de memoria sus letras. A pesar de sus muchas más canas y sus goteras de salud los espectadores emprendieron un viaje a sus recuerdos juveniles y a una rebeldía que sigue viva en buena parte de la generación de los progres. Desde luego que motivos para la protesta no faltan en una época que asiste, entre la perplejidad y la indignación, al ascenso de la extrema derecha en todo el mundo.

El cantautor Paco Ibáñez, durante el Banco Mediolanum 26º Festival Mil·lenni, en el Palau de la Música Catalana, a 16 de enero de 2025, en Barcelona El cantautor Paco Ibáñez, durante el Banco Mediolanum 26º Festival Mil·lenni, en el Palau de la Música Catalana, a 16 de enero de 2025, en Barcelona

No obstante, Paco Ibáñez no quiso recrearse tan solo en sus temas más conocidos y ofreció varias intimistas canciones en euskera en homenaje a su madre o una pieza sobre un poema del poeta gallego Celso Emilio Ferreiro o invitó al escenario a Soleá Morente para que interpretara una tierna Nana de la mora. Haciendo gala de un humor que se reía de sus propias limitaciones por la edad, (“¿Dónde tengo las gafas? No encuentro la cejilla de la guitarra”) fue desgranando también las canciones que lo hicieron famoso allá por los años sesenta y setenta del pasado siglo. Admirador de Georges Brassens y más tarde amigo y compañero de aquel mítico cantante francés, así como de Jacques Brel, Edith Piaf o Leo Ferré; el gran mérito de Paco Ibáñez consistió en poner música a poetas clásicos como Góngora y Quevedo, a la vez que descubría a otros condenados al olvido por la dictadura franquista. Gracias a este cantautor, nacido en Valencia pero criado en el País Vasco, varias generaciones conocieron y comenzaron a leer a Federico García Lorca, Antonio Machado, Miguel Hernández, Rafael Alberti, Blas de Otero, Gloria Fuertes, Gabriel Celaya o José Agustín Goytisolo. Su disco España de hoy y de siempre, publicado en 1967, supuso una reivindicación con música de la mejor cultura española y un grito contra el ostracismo de tantos y tantos intelectuales prohibidos por la dictadura.

“Mucha gente necesita escuchar o leer palabras que dan vida, animan y crean conciencia”, señaló Paco Ibáñez en unas recientes declaraciones al comenzar esta gira que lo ha llevado por Valencia, Barcelona y Madrid y cuando todavía está pendiente su recital en Bilbao el 15 de febrero. Fruto de su peripecia vital Ibáñez habla castellano, euskera, catalán, francés e italiano y su bagaje musical se ha alimentado de todas esas culturas.

Nacido en Valencia en 1934, hijo de un ebanista militante de la CNT que fue prisionero en los campos de concentración franceses tras la Guerra Civil, Paco y sus hermanos se criaron con su madre vasca, sus abuelos y tíos en un caserío guipuzcoano. Instalado en Francia ya en su juventud, Ibáñez comenzaría allí su carrera artística y en 1969 obtendría un éxito que le abriría muchas puertas y lo encumbraría como cantautor con un concierto en el Olympia de París. Prohibidas sus actuaciones en España durante el tardofranquismo, Paco Ibáñez se convirtió en un símbolo de la lucha por las libertades. Aunque siguió en la brecha y ha publicado un total de 17 discos, su estela, como la de otros muchos cantautores, se fue apagando con la llegada de la democracia. Sin embargo, su influencia ha abarcado España, Francia y América Latina y ha dejado su huella en los cantautores más jóvenes. En los últimos años ha publicado sendos recopilatorios dedicados a poetas andaluces y latinoamericanos.

De Johnson a Trump

A propósito de América Latina, el público pidió una y otra vez que Ibáñez cantara Soldadito boliviano, uno de sus temas más famosos y un himno contra el imperialismo de Estados Unidos. Así saltó el cantante de los tiempos de la ofensiva norteamericana contra las revoluciones latinoamericanas de los sesenta, con el presidente Lyndon B. Johnson a la cabeza, a la agresiva política de extrema derecha del recién elegido Donald Trump. “Esa zanahoria americana que ha salido ahora [en alusión a Trump] se merecía esta canción. La madre que lo parió”, proclamó Ibáñez desde el escenario. Aplausos y gritos inundaron el teatro en una muestra de la pervivencia de una lucha por la libertad que ha marcado a la generación del cantante.

Paco Ibáñez no pudo despedirse del público madrileño sin cantar dos de sus canciones bandera como Andaluces de Jaén, de Miguel Hernández, que dedicó al juez Baltasar Garzón y a la escritora Fanny Rubio; y Palabras para Julia, un delicioso tema de amor de su amigo José Agustín Goytisolo. Blandiendo su guitarra a modo de estandarte el nonagenario cantautor abandonó el escenario entre ovaciones. Su concierto no solo significó una celebración de nostalgia, sino también un ejemplo de que su reivindicación de una cultura en libertad sigue vigente. Quizá hoy más que nunca.

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