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‘La próxima vez que te vea, te mato’, una “canción pop de protesta” entre alquileres imposibles y triejas

Desde su Chile natal se imaginaba una vida diferente en la que probablemente sea una de las ciudades más romantizadas del mundo, así que se apuntó a un máster literario y llenó su maleta de ilusiones. Pero la arena de la Barceloneta es áspera, los pisos son difíciles de conseguir, la vida es cara y la monogamia, una quimera. Sin embargo, no le falta determinación y tampoco humor, aunque sea involuntario.

Para su segunda novela, Paulina Flores tenía prevista una historia política, pero no funcionó, así que buscó refugio en el amor. Sin embargo, en su formación sentimental, con banda sonora de Víctor Jara y Violeta Parra, ambos aspectos están tan entrelazados que le salió “una canción pop de protesta”, dice a elDiario.es. La escritora debutó en 2016 con el libro de relatos Qué vergüenza (Seix Barral) que consiguió el premio Roberto Bolaño y en 2021, año en el que publicó su primera novela Isla Decepción (Seix Barral), entró en el elenco de las 25 mejores narradoras en español menores de 35 años escogido por la revista Granta. Y lo que dice esa publicación, va a misa.

Sería fácil etiquetar este último trabajo de ‘generacional’, pero también muy vago. Es dudoso que un treintañero que haya crecido en Sarrià, aunque haya estudiado lo mismo y tenga aspiraciones similares, habite la misma realidad que una treintañera sin permiso de residencia que comparte piso en el Raval con otras dos personas. “No tener papeles es durísimo a nivel práctico porque no puedes trabajar, pero también a nivel emocional porque eres una persona sin derechos, como de segunda categoría”, sostiene Flores. 

Dejar de sentirse extranjero, incluso si se está dentro de la legalidad, también es complicado. Por ejemplo, Javiera quiere englobarse en una identidad pero, a la vez, desprenderse de ella. “Un personaje de una novela de Murakami, un japonés viviendo en Helsinski, decía que se sentía cómodo sintiéndose como un extraño. Hay algo de eso”.

Barcelona se presenta al exterior como una ciudad acogedora, multicultural, donde vive gente de muchos países. Pero la verdad es que expulsa con soltura a quienes no tienen el dinero suficiente para disfrutarla. La autora está asentada en ella y conoce bien la odisea de la inquietud habitacional. “Javiera quiere convertirse en criminal y siente eso de estar paranoico por si viene la policía, de mirar constantemente hacia atrás”, comenta Flores, “y esa sensación de incertidumbre y de nervios y de estrés se pueden sentir perfectamente buscando piso aquí”. 

Proyectos complicados

Casi al principio de la novela, Javiera se define como una “adolescente de treinta y un años”. No tiene ni pareja ni casa ni trabajo estable, los tres elementos básicos de la madurez normativa. “Tenemos que empezar a ser más abiertos con respecto a esas identidades tan inflexibles. Ya no funcionan porque hay un montón de gente mayor que está sola involuntariamente”, alega la escritora, que ha colaborado con la fundación Amics de la Gent Gran, una entidad que se dedica a mejorar la calidad de vida de las personas de la tercera edad. “Muchos se ven discriminados porque parece que ya alcanzaron la madurez en todos los aspectos de la vida y quedan relegados. Y cuando hablas con ellos te sorprendes porque se siguen enamorando, siguen teniendo sueños, siguen deseando cosas. El impulso vital no se pierde por cumplir años”, defiende.

Javiera también está sola –“mucha gente en Barcelona lo está, es como la ciudad de los niños perdidos”, declara Flores– por eso confía mucho en sus sentimientos, es a lo único a lo que se puede agarrar. Pero esa intensidad con la que se enfrenta a la existencia también es el principal motor de sus problemas. Cuando se enamora de su compañero de piso, Manuel, que forma una trieja con otras dos mujeres, Armonía y Laura, los celos se apoderan de ella y comienza unas maquinaciones que recuerdan a las de una telenovela. 

Yo creo que con el poliamor más que preguntarnos si es para todos o no, tenemos que aceptar que nos podemos equivocar

Paulina Flores — Escritora

Esas ficciones, sobre todo mexicanas, formaron parte del universo cultural en la infancia de Flores aunque los elementos que las definen también se distinguen en trabajos más sofisticados como los de Fassbinder o Almodóvar. “El otro día leí un cuento que decía que hay algunos problemas que no dejan otra forma de expresión con la que enfrentarse a ellos. O sea, no se puede ser estoico, solo se puede ser dramático”, comenta la escritora. Pero también señala que esas reacciones tan desaforadas tienen mucho de comedia, lo que permite quitarles peso y hacer que la obra sea más entretenida. 

Hace cuatro años, cuando la protagonista del libro llega a la capital catalana, las mascarillas aún eran obligatorias en interiores y el poliamor estaba en pleno apogeo. Era la alternativa válida a la monogamia, una herramienta política que a muchas personas les funcionó bien en la teoría pero no tanto en la práctica. A Javiera, por ejemplo, le va terrible, pese a que se empeña en encajar en el modelo. “De verdad, hice el esfuerzo. Leí libros, escuché podcasts, seguí a especialistas, youtubers e influencers”, explica en la novela. Pero la única conclusión a la que llegó fue que la solución a su sufrimiento pasaba por el crimen.

“Yo creo que [en relación con el poliamor] más que preguntarnos si es para todos o no, tenemos que aceptar que nos podemos equivocar”, expone Flores. “Y porque nos equivoquemos un modelo no tiene por qué quedar anulado. Asimilar que por más palabras o definiciones teóricas que inventemos no lo podemos saber todo. Siento que estamos un poco obsesionados con el conocimiento y es bonito entender que a veces hay cosas que nos gobiernan y que no vamos a poder comprender. Eso no nos hace malos alumnos o que el modelo en sí mismo lo sea”, defiende.

Censura en Instagram

Paulina Flores se llevó un buen susto cuando Instagram censuró las publicaciones en las que salía la cubierta de su libro. La aplicación considera que ‘te mato’ es una frase que incita a la violencia y que no debe mostrarse a sus usuarios. Pero después de recuperar el aliento, la escritora animó a sus seguidores a compartir fotos de la portada con el final del título tapado con otras palabras, con emojis o con cualquier formato permitido en la plataforma. Muchos se han animado a participar en el juego y han generado alternativas como “La próxima vez que te vea, nos lanzamos”, “La próxima vez que te vea, te saludaré cordialmente”, “La próxima vez que te vea, seré un gato” o “La próxima vez que te vea, me devuelves los libros”.

Paulina Flores escribe su segunda novela, 'La próxima vez que te vea, te mato' Paulina Flores escribe su segunda novela, 'La próxima vez que te vea, te mato'

“No me lo esperaba y me dio ansiedad. Ni yo ni las personas de la editorial tuvimos esta posibilidad de Instagram en la ecuación, el título nos gustaba en términos de belleza y cosas así”, resuelve. Como pensó que por ese problema la novela no iba a salir en las redes sociales, propuso esa treta para burlar el castigo de Meta y funcionó incluso mejor de lo que preveía. “Al final la censura siempre se vence con creatividad. Y ha traído una parte positiva porque la gente se esfuerza y juega de una forma nueva con el libro”, sostiene.

Pero, más allá de la alarma, la acción de la plataforma le causa enfado y le parece insultante. “Ahora en Instagram se puede tratar a los miembros de la comunidad queer de enfermos mentales y eso es violencia directa. Hay imágenes de Elon Musk haciendo el saludo nazi millones de veces en todas las plataformas, eso también es violencia”, denuncia la escritora. Considera que este tipo de sucesos pueden abrir una conversación en torno a lo que se está convirtiendo Internet, un sitio que permitió la democratización de la cultura y que era un lugar de conversación más que de confrontación.

“Yo no podría ser quien soy sin Internet. Cuando era adolescente era ese lugar utópico, pero ahora es Instagram, es Twitter. Hemos sido engañados a través del capitalismo que todo lo transforma en una cosa de consumo, restrictiva, horrible”, añade. Como a tantos otros creadores, le gustaría irse de las redes sociales, pero es consciente de que son una herramienta esencial de difusión de su trabajo, al menos por el momento. “Creo que recién estamos partiendo de esta conversación sobre Instagram, sobre Internet. Se están produciendo cosas importantes y todos tenemos que estar atentos”, asevera.

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