Miles de chilenos volvieron a hacer suya la céntrica Plaza Italia en Santiago de Chile, epicentro de las protestas que cumplen este lunes 18 días, para continuar tras un fin de semana en calma con la exigencia de reformas estructurales para combatir la desigualdad social.
La convocatoria fue realizada por la agrupación "Unidad Social", que incluye a unas 70 organizaciones sindicales y sociales, bajo el lema de "Superlunes" de protesta, ya que el fin de semana la gente decidió no agolparse en la plaza como sí hizo las dos semanas pasadas.
Durante la mañana la plaza mantuvo un ritmo habitual, con tráfico de vehículos y transporte público y apenas algunos incidentes entre un grupo muy reducido de encapuchados y Carabineros que estaban custodiando el lugar.
Los parques adyacentes y la Alameda Bernardo O'Higgins, principal arteria de la ciudad, eran los lugares de acceso para los manifestantes, que se iban agolpando hacia el centro de la plaza, donde la estatua del general Manuel Baquedano se perdía entre la multitud.
Los manifestantes portaron pancartas con lemas como "Todo el poder a las asambleas" en referencia a las propuestas de democracia participativa que comienzan a proponerse en el país como alternativa a las decisiones de los poderes del Estado, principalmente Ejecutivo y Legislativo, que generan desencanto entre la población.
Aunque las Fuerzas Especiales de Carabineros intentaron dispersar a los manifestantes desde un extremo de la plaza con el lanzamiento de gases lacrimógenos al centro de la movilización y el uso de camiones lanza-agua, conocidos popularmente como "guanacos", la gente se mantuvo en el lugar.
Es más, con el paso de los días de protestas la ciudadanía comienza a tolerar el chorro de agua y encuentra diferentes maneras para eludir los gases, bien lanzando las bombas lacrimógenas hacia la zona del dispositivo policial o ahogándolas con conos de tráfico y cubos para que se apaguen por falta de oxígeno.
La gran mayoría de la gente movilizada se mantuvo bailando y cantando al ritmo de los tambores que las barras bravas del fútbol chileno llevan cada tarde a las manifestaciones para animar el ambiente, mientras que un reducido grupo se enfrentaba a los Carabineros con piedras cada vez que estos se acercaban a la zona.
Chile vive un estallido social sin precedentes desde el fin de la dictadura de Augusto Pinochet en 1990, con masivas manifestaciones en las calles y disturbios que inicialmente fueron reprimidos por la Policía y las Fuerzas Armadas y que hasta la fecha se han cobrado la vida de al menos 20 personas, seis de ellos ciudadanos extranjeros.