En 2017, la noche de su elección como presidente de la República, Emmanuel Macron lanzó desde la pirámide del Louvre un mensaje a los franceses que habían votado por su rival en la segunda vuelta, Marine Le Pen: “En los próximos cinco años haré todo lo posible para que ya no tengan motivos para votar a los extremos”.
Mientras Macron enfila su séptimo año en la jefatura del Estado, la extrema derecha francesa atraviesa uno de los mejores momentos de su historia reciente. Además, sondeo tras sondeo, Le Pen recoge los frutos de su estrategia de normalización (dédiabolisation), enfocada a suavizar la imagen de Agrupación Nacional (AN, antiguo Frente Nacional) sin renunciar al elemento central de su programa: la 'preferencia nacional', un concepto que el partido pretende inscribir en la Constitución y que implica la obligación de que los franceses tengan prioridad sobre los extranjeros en la asignación de puestos de trabajo, asistencia social y vivienda.
Leer más: El fracaso del 'macronismo' como freno a la extrema derecha de Le Pen en Francia