El asesinato del general iraní Qassem Soleimani, víctima de un drone, el arma más efectiva de la nueva guerra asimétrica, parece un viejo -y quizá fatídico- intento de Estados Unidos por recuperar su influencia en Oriente Medio a través de tácticas obsoletas de la Guerra Fría en un tiempo en el que los ejes de la geopolítica mundial se han transformado y el equilibrio de fuerzas se ha diluido con la entrada de actores como Turquía y Rusia.
Teherán y Washington entraron en conflicto en 1979 después de que el ayatolá Rujola Jomeini se apropiara de las protestas populares y convirtiera una revuelta social en una revolución religiosa que acabó con el dictadura del Sha de Persia, principal aliado musulmán de la Casa Blanca en una región entonces vital para su estrategia.
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