En marzo de 2008, una ofensiva militar del Gobierno de Maliki para imponer el orden en Basora, en el sur de Irak, y acabar con el poder de la milicia del Ejército del Mahdí y varias organizaciones criminales se inició de forma desastrosa. Ni siquiera la ayuda norteamericana con ataques aéreos permitió controlar la situación. En menos de una semana, murieron cerca de 500 personas. Hasta que llegó el momento del general Qasem Suleimani.
Varios diputados iraquíes de partidos chiíes se trasladaron a la ciudad iraní de Qom para reunirse con el jefe desde finales de los años 90 de la Fuerza Quds, una unidad de élite de la Guardia Revolucionaria iraní, y pedirle que gestionara una tregua.
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