“Si Saramago no hubiera sido una persona integrada en la vida cultural de los pueblos, de las naciones, más allá incluso de Portugal o de España, difícilmente el Centenario hubiera podido ser el alarde que ha sido”, dice Pilar del Río en conversación con este diario. “En las escuelas e institutos de muchos países han leído su obra entera, hay exposiciones y congresos en las universidades. En todas partes se están haciendo cosas. Hasta a nosotros nos ha sorprendido ver el nivel de arraigo y de cariño que tiene”, sostiene.
En España, se llevaron a cabo actos de todo tipo: desde el cupón de la Once dedicado a Ensayo sobre la ceguera hasta el depósito de su legado en la Caja de las Letras del Instituto Cervantes. Además, la editorial Alfaguara lanzó la colección Biblioteca Saramago con portadas de Manuel Estrada y desde el 9 de noviembre se puede visitar en la Biblioteca Nacional de España la exposición El taller de Saramago, que previamente se pudo ver en la Biblioteca Nacional de Portugal. “A mí me han llegado muchas cosas –comenta Pilar del Rey– pero por ejemplo, en la playa de Conil pusieron un cartel que decía ‘En esta playa se lee a Saramago’, con unos cuantos libros suyos para prestarlos a la gente que los quisiera leer y me pareció un detalle maravilloso”.
Pese a que a que echando la vista atrás el centenario parece haber sido un éxito, cuando comenzaron los preparativos no tenían nada claro que fuese a salir bien por un motivo imprevisible: la pandemia de la COVID-19. “Planificamos un centenario sin saber si íbamos a poder hacer acto de presencia o no. De hecho, la obra de teatro en la calle El viaje del elefante, que iba a llegar hasta Lanzarote y a hacerse por toda la isla, se ha tenido que posponer al año que viene”, informa la directora de la Fundación Saramago. “Es la última obra que escribió y que le ayudó a mantenerse vivo tres años más, así que es toda una muestra de cariño”, explica.
“Podemos decir que el amor existe y el cariño por José Saramago se ha demostrado en aldeas, pueblos, ferias. Incluso desde las Instituciones, que es de donde menos te puedes imaginar que surjan”, dice Del Rey. No puede concretar cuál es el acto que le ha parecido más determinante para celebrar la figura de su compañero, pero se queda con una frase contundente: “La Feria del Libro de Las Palmas se la dedicaron a José Saramago con una frase que decía ‘Saramago mola’. Y se ha visto por todas partes que Saramago mola”, concluye.
Jordi Cerdà es el director de la Cátedra José Saramago, que se creó mediante un convenio firmado entre el Instituto Camões y la Universitat Autónoma de Barcelona en 1997. Desde su institución organizaron el congreso Saramago e Transiberismo en la Biblioteca Jaume Fuster de Barcelona en el mes de marzo, al que acudieron el embajador de Portugal en España Francisco Ribeiro, la escritora colombiana Laura Restrepo y Pilar del Río, entre otros ponentes. “El transiberismo es su propuesta de armonizar los intereses entre todos los pueblos de la península ibérica y los pueblos que la historia ha vinculado a la península, o sea, América, África en el casco portugués o Asia”, explica Cerdà. El evento levantó un gran interés porque, según dice el responsable de la organización: “Saramago es un autor que aparte de leído, también era muy querido. Ya en vida disfrutó del acopio de lectores e incluso de gente que no lo había leído pero quería oírlo y estar pendiente de lo que decía en los medios”.
Saramago introdujo el concepto de transiberismo en su libro La balsa de piedra publicado en 1986, un año después de la incorporación de Portugal y España en la Comunidad Económica Europea. Carlos Reís, comisario del Centenario Saramago que también participó en el congreso, explica que este libro es un ejemplo de cómo la conmemoración ha permitido hacer una relectura crítica de la obra del escritor y obtener una nueva perspectiva de la misma. “Era una novela que a algunos, incluso a mí, les parecía un tanto fallida o incompleta y está ganando una dimensión nueva al completar su lectura con reflexiones del propio Saramago posteriores a la publicación”, sostiene. “Una de esas reflexiones permite superar el concepto de iberismo con el concepto de transiberismo, que subraya el destino común de las naciones ibéricas, ‘viajando’ hasta un destino común. Hacia el Sur iberoamericano que Portugal y España, con errores y con omisiones graves, han configurado en su pasado de ‘descubridores’ y de colonizadores”, declara Reís, miembro correspondiente de la Real Academia Española por Portugal desde el 25 de junio de 2009.
Para el comisario, el conocimiento de un autor cambia cuando se tiene oportunidad de volver a su obra. Y el centenario ha sido la ‘excusa’ perfecta para regresar a la de Saramago y, por lo tanto, conocer mejor todos los aspectos de su figura. “Por ejemplo, Ensayo sobre la ceguera es ahora mismo una novela distinta, más completa, en cierto sentido, como denuncia de la crisis de la razón humana, ya que hemos vivido la tragedia de una pandemia que le dio una nueva actualidad a esta novela”, comenta Reís.
En el conjunto de celebraciones se han incluido también proyecciones de documentales u obras de teatro como Assaig sobre la ceguesa, una adaptación de la mencionada Ensayo sobre la ceguera, dirigida por Nuno Cardoso que se interpreta en catalán y portugués con subtítulos en catalán en el Teatre Nacional de Catalunya. Estas “manifestaciones transliterarias”, afirma Reís “nos permiten concluir que el universo de Saramago no está ‘cerrado’ en las obras literarias propiamente dichas. Este movimiento, que ha sido muy amplio, nos permite volver a sus obras literarias, que siempre serán el eje central de su legado, con la ayuda de nuevas miradas, de nuevos conceptos para el análisis y de nuevas propuestas artísticas”.
Sin embargo, para Jordi Cerdà, las conmemoraciones y homenajes corren el riesgo de domesticar al autor al que se festeja. “Saramago parece que haya entrado en el canon y ya no tiene las aristas que tenía en vida. Esto también tiene un punto de peligro. Él mismo dijo que quería ser una mosca cojonera y si pierde esta característica ya no será tan Saramago”, dice. “Los escenarios y los aniversarios son siempre peligrosos porque los controla el orden establecido. Y el caso de Saramago debería ser un autor que fomente la crítica”, sostiene, aunque también señala que es el único escritor en lengua portuguesa que ha ganado el premio Nobel (1998), lo que hace que no sea solo representante de Portugal sino de todos los países en los que se habla portugués. “Esto quiere decir que quizá tiene que ser un autor más de consenso y Saramago no quiso serlo nunca. Pero esto puede pasar con cualquier personaje público ya muerto. Digamos que es menos peligroso”, completa.