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‘Destino final: Lazos de sangre’: otra prueba irresistible y ultraviolenta de que la fórmula de la saga no puede fallar
En lo que Scream acumulaba secuelas también aparecían sucedáneos como Sé lo que hicisteis el último verano o Leyenda urbana, reencuadrando desde tantos ángulos al psicópata como para volver a agotar la fórmula a toda velocidad y el planteamiento de Destino final pudiera entenderse con una sola pregunta: ¿y si el asesino en serie… ahora fuera la propia muerte?

De modo que Destino final ofrecía una reformulación propia, casi metafísica, del slasher. El ritmo era más o menos el mismo —incluso, como Scream, cada entrega empezaba con una espectacular secuencia introductoria—, pero la visualización de los asesinatos tenía otras implicaciones. La muerte trabajaba con “accidentes” —más exactamente a través de las llamadas “máquinas de Rube Goldberg”, aparatajes excesivamente elaborados para disparar una reacción en cadena y provocar algo muy simple—, con lo que proyectaba una inquietante cercanía. Estos accidentes, además, eran sangrientos, con un gore impropio del terror multisalas, y anticipaban otra gran mutación del género.

Destino final, con su orquestación absurda de los asesinatos previa a una ejecución fulminante, adelantaba cuatro años a Saw y a sus muertes con coartada existencial. No solo por brutalidad, sino también por un humor macabro que no dejaba de ser consecuencia lógica de ese slasher de fines de siglo cuyas convenciones Scream había querido saturar mediante el comentario meta. Destino final, por suerte, nunca ha roto la cuarta pared, pero ha observado a los chavales con un desdén similar. Desde un nihilismo absoluto, ha reducido los personajes a víctimas sin agencia, dóciles sujetos de una condena de la que no se puede escapar y frente a la que no queda más remedio que reírse.

Tony Todd vuelve por última vez a 'Destino final' Tony Todd vuelve por última vez a 'Destino final'

Así llevábamos cinco películas antes de que Destino final: Lazos de sangre, la sexta entrega, haya resultado ser la más divertida de todas. Lo cual resulta meritorio teniendo en cuenta que su gran novedad es que ya no lidiamos con pobres diablos sin más conexión que el haberse subido al vehículo que no debían, sino con miembros de una misma familia, abocados por herencia trágica al sufrimiento y a la muerte. Cien años de soledad pasado por el filtro del slasher determinista.

El destino de las sagas de terror

Esta Destino final 6 cierra un margen muy largo con respecto a la anterior película. Hasta Destino final 5, en 2011, New Line Cinema había ido produciendo entregas a ritmo regular y con una taquilla muy satisfactoria: la cuarta y la quinta, de hecho, habían tenido las mayores recaudaciones de la saga. Sumando esto a las buenas críticas de Destino final 5, no deja de ser chocante lo mucho que ha tardado Hollywood en ponerse con la sexta entrega. Ha tardado tanto, de hecho, como para que sea tentador leer Destino final: Lazos de sangre según tendencias estrictamente contemporáneas.

Lazos de sangre sucede por pocos meses a The Monkey, filme de notables similitudes a Destino final en cuanto a la comedia negra y los accidentes fatales. Es en términos industriales, no obstante, donde parece más jugoso acercarse a la película que dirigen Zach Lipovsky y Adam Stein. La Destino final original llegó rodeada de Scream, Sé lo que hicisteis el último verano y Leyenda urbana, y es más o menos lo mismo que sucede con Lazos de sangre: Scream ha vuelto —su séptima entrega está programada para febrero de 2027—, mientras el reboot de Sé lo que hicisteis… se estrena este 18 de julio y hace poco se anunció una nueva versión de Leyenda urbana.

Vuelven los 90. O, mejor dicho, vuelven todas las sagas de terror que se nos puedan ocurrir debido a una generalizada carestía de ideas en Hollywood que, en cuanto al género que nos ocupa, bien pudo hallar la solución más socorrida en 2018. Fue entonces cuando se estrenó La noche de Halloween no solo regresando sobre el slasher fundacional, sino utilizando su mismo título y borrando de la continuidad todas las entregas posteriores al clásico de John Carpenter. Un reinicio tramposo, desgajado de la lógica habitual de las secuelas, que ganó tanto dinero como para repetir truco en Muñeco diabólico, La matanza de Texas o la propia Scream.

El repliegue que ahora percibimos sobre los 90 no es más que el enésimo capítulo dentro del expolio nostálgico de las grandes franquicias de terror, que aun habiendo dado grandes películas —como La primera profecía, la última Candyman o Alien: Romulus—, resulta inseparable de la claudicación creativa. Ahora bien. Destino final: Lazos de sangre, a priori, no pertenece a esta tendencia. Es una secuela de tantas, con alguna sonora particularidad —nace del impulso personal de Jon Watts, que tras firmar las tres últimas películas de Spider-Man tuvo una idea y organizó un casting para decidir quién se la dirigía—, pero sin inquietud por suponer un punto y aparte, ni un reinicio.

Brec Bassinger es la joven Iris Brec Bassinger es la joven Iris

Lo que ocurre, por otro lado, es que la sucesión de secuelas y reboots han diseñado un imaginario totalmente autorreferencial, en el que cada película es un hervidero de guiños con angustia por cubrir las expectativas afectivas de los fans. Aquí es donde Lazos de sangre se antoja tan estimulante, pues se ajusta plenamente a esta tendencia y la utiliza a su antojo. Amparándose en la complicidad no para encender nostalgias, sino para intensificar los atractivos propios de su saga. La pura y dura diversión, que pocas veces ha sido tan explosiva como en esta sexta Destino final.

Por qué es tan gracioso todo

Laurie (Jamie Lee Curtis) reaparecía en La noche de Halloween como una anciana paranoica. Luego de ese traumático enfrentamiento con Michael Myers se había pasado el resto de su vida preparándose para el reencuentro, como una potencial abanderada de la Asociación del Rifle. Anclándose Lazos de sangre en la ola de terror autorreferencial que trajo esta Halloween, resulta apropiado que la vejez de Laurie se parezca tanto a la de Iris, un personaje de la nueva Destino final.

Es la primera vez de Iris en la saga. Por la naturaleza de su trama, no es habitual que las entregas de Destino final repitan personaje; solo ha ocurrido con el enigmático William Bludworth, que ha interpretado Tony Todd (protagonista de la citada Candyman) desde la primera entrega. En otro gesto reminiscente a esta fase del terror industrial Bludworth reaparece en Lazos de sangre en modo despedida, pues Todd falleció en septiembre de 2023. La película es un homenaje a este intérprete, que aquí se dedica mayormente y pese a todo a su cometido habitual: una única escena explicando a los protagonistas cómo actúa la muerte tras haber sido burlada por la premonición con la que empieza cada película de Destino final. Lo que nos devuelve a Iris.

La película comienza con una larga secuencia —de planificación ejemplar— en una torre donde Iris ha sido invitada a una fiesta. Iris tiene una premonición: el edificio va a derrumbarse, todos morirán. Así que decide no subir al edificio y da la alerta, salvando múltiples vidas con ello. Es la típica secuencia introductoria de Destino final solo que —en el primero de los gozosos jugueteos con nuestras expectativas— el resto del film no se dedica a que la muerte intente acabar con los supervivientes. Pues hay un salto en el tiempo, topándonos con una Iris anciana y transmutada en la protagonista de Halloween. Habiendo aplazado todo lo posible este encuentro final.

Muertes bizarras

Resulta que, en esta sexta entrega, las represalias de la muerte no solo buscan a los supervivientes de la torre sino a todos sus descendientes directos, que de haber cumplido su plan inicial jamás habrían nacido. Con lo que la protagonista es la nieta de Iris, Stefani (Kaitlyn Santa Juana). Ha heredado el don premonitorio de su abuela y es ella quien debe ahora intentar que la muerte no se abata sobre el resto de miembros de su familia. Destino final: Lazos de sangre se sitúa así en unas coordenadas moderadamente novedosas para la franquicia, estableciendo dinámicas que alternan la emotividad con el familiar desfile de muertes bizarras.

El guion es bastante modélico en ese sentido —o todo lo modélico que puede ser dadas sus prioridades—, rebajando el habitual trazo grueso en su dibujo de personajes para permitirse esbozar unos caracteres diferenciados y un pasado común. Algo que, si bien no sirve para garantizar algún tipo de sufrimiento empático al espectador cuando sobrevenga la muerte —las mutilaciones y desmembraciones siguen fluyendo ordenadamente, con un espíritu más cercano que nunca a Looney Tunes—, sí garantiza un disfrute mayor de lo acostumbrado.

Todo lo que rodea a uno de los primos de Stefani conduce Lazos de sangre a unas cotas de hilaridad inéditas en la franquicia, mientras a su alrededor se suceden tanto guiños a entregas previas como alargadísimas secuencias de suspense, llenas de giros explosivos. Lazos de sangre no solo saca oro de una fórmula que parece invulnerable al agotamiento, sino que es capaz de redimir de paso uno de los momentos más estériles del cine de terror comercial empleando sus propias armas. Empujándonos al carpe diem y, en fin, al baile desquiciado sobre el filo de nuestra mortalidad.

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