Daiane Dos Santos tuvo que cerrar hace un mes su peluquería situada en una de las mayores favelas de Sao Paulo. Con un marido desempleado y dos hijos, es una de los 38 millones de trabajadores informales de Brasil que aguarda un cheque de 600 reales (unos 120 dólares) prometido por el Gobierno del país para paliar los efectos de la crisis del coronavirus.
"Los cuatro estamos haciendo cuarentena y empezando a tener algunas limitaciones financieras", explicó a Efe Dos Santos desde Paraisópolis, una barriada en el sur de Sao Paulo que alberga a unos 100.000 habitantes.
En su casa, hace casi un mes que no entra ninguna renta.
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