El éxito de Mark Carney se debe más a la casualidad que a una planificación meticulosa
El liberal Mark Carney consigue la victoria en Canadá tras el vuelco electoral impulsado por las amenazas de Trump
El economista, banquero y político Mark Carney profesa desde hace tiempo un sencillo acto de fe a la hora de navegar por la crisis: “Más vale tener un plan que ningún plan”.
Y su rápido ascenso al máximo cargo de Canadá puede considerarse una prueba de esa preparación.
Pero la victoria de Carney en las elecciones de este lunes se ha debido a una serie de acontecimientos fortuitos que dependieron más de la suerte y las circunstancias que de una previsión meticulosa.
Hace medio año, el Partido Liberal estaba en crisis. A finales de octubre, dos decenas de diputados liberales firmaron una carta en la que pedían al entonces primer ministro Justin Trudeau que dimitiera, ante el temor de que su impopularidad pudiera conllevar una aplastante derrota electoral. Por otra parte, una petición de “alerta roja” circuló entre los simpatizantes de base del partido pidiendo una votación secreta sobre el liderazgo de Trudeau.
Los conservadores ya habían intentado la primera de una serie de maniobras para derribar al Gobierno mediante mociones de censura, mientras afilaban los dientes para lo que prometía ser una campaña electoral federal muy dura.
El líder conservador, Pierre Poilievre, populista y perro de presa parlamentario, utilizó todas sus apariciones públicas para exigir elecciones, arremetiendo contra el Gobierno por su ineficaz respuesta a la escasez de vivienda y la crisis del coste de la vida.
Los liberales aventajaban a los conservadores en más de 20 puntos y los dos agregadores de sondeos del país daban una probabilidad de victoria conservadora superior al 99%.
La negativa de Trudeau a dimitir provocó frustración dentro del Partido Liberal, sobre todo a la luz del paso al lado del presidente estadounidense, Joe Biden, en favor de Kamala Harris.
“Trudeau no quería irse. La gente del partido quería que se fuera, incluso los que no se pronunciaban públicamente. Seguían esperando que hiciera lo correcto, y no lo estaba haciendo”, dice Lori Turnbull, directora de la facultad de administración pública de la Universidad Dalhousie.
No había un heredero aparente en el partido ni una trayectoria política clara que pudiera invertir su pésima popularidad. Aunque Trudeau cediera a la creciente presión, a finales de octubre aún quedaban 30 días de sesiones parlamentarias, lo que daba a los conservadores amplias oportunidades de atacar a los liberales, sin timón, en la Cámara de los Comunes.
Al final, fue una mezcla de fuerzas externas y luchas internas lo que acabó derribando al primer ministro.
A finales de diciembre, Chrystia Freeland, ministra de Economía de Trudeau –y una de sus aliadas más cercanas–, dimitió tras ser informada de que su jefe quería sustituirla por Carney para abrillantar las credenciales económicas de su impopular gobierno. La mordaz carta de dimisión de Freeland puso al partido en barrena.
Las amenazas de TrumpPoco después, Trump empezó a sugerir –aparentemente en serio– que Estados Unidos debería anexionarse Canadá y convertirlo en el Estado número 51, una misión que, según él, podría lograrse con coerción económica.
“Lo que hay que recordar es que la candidatura de Carney, sin esta crisis, habría sido diferente”, dice Peter Donolo, estratega político y director de comunicación del primer ministro Jean Chrétien. “Sus errores habrían sido mayores, se habrían agrandado. Habría sido objeto de más críticas y escrutinio”.
Esos errores, como equivocarse al nombrar a una candidata estrella y el tiroteo escolar al que sobrevivió, fueron evidentes durante la breve campaña. También lo fue la incomodidad de Carney a la hora de responder a las persistentes preguntas sobre sus decisiones de trasladar inversiones a cuentas offshore en las Islas Caimán mientras trabajaba como ejecutivo en la empresa de inversiones Brookfield.
“Pero como su trayectoria es tan específica, parecía casi hecho a medida para este momento”, dice Donolo.
Y en política, el momento es a menudo tan importante como la propia política.
“El momento de la marcha de Trudeau fue perfecto. Cuando Carney llegó, no había un proceso largo por el liderazgo que destrozara el partido. Y Carney podía justificar ir a elecciones de inmediato porque no tenía escaño. No hubo tiempo suficiente para que los conservadores empezaran a movilizarse contra Carney”, dijo Turnbull. “Al final, Carney era el candidato adecuado para el momento, Pierre Poilievre era el candidato adecuado para el último momento. Y ese momento expiró antes de que los conservadores pudieran conseguir lo que soñaban: unas elecciones contra Justin Trudeau”.