Más de treinta años después de la publicación de Obabakoak, su novela más influyente, Atxaga se confiesa algo cansado de construir grandes 'edificios literarios'. Ahora, a sus 69 años, quiere en todo caso hacer humildes 'cabañas'.
Han pasado cuatro años desde su participación en el libro colectivo Korrespondentziak, y siete ya desde Días de Nevada. ¿Por qué tanto tiempo?
En la lengua vasca he seguido haciendo cosas, si quieres menores, pero he escrito cerca de cien textos de lo que he llamado Crónicas del cielo: relatos en los que imaginaba que me iba al cielo y me encontraba allí con personajes célebres. Algo con un cariz absurdo pero que también trataba temas de actualidad.
Mientras, Casas y tumbas ha sido muchas cosas. Al principio se llamó Pamela, cuando llevaba escritas setenta páginas o así, luego pasó a llamarse El soldado que llamó cabrón a Franco, y luego pues bueno, he ido reconvirtiendo los textos en la novela que tienes en las manos.
Es cierto que Casas y tumbas tiene ese acabado de obra en permanente transformación: en ella aborda distintos registros y géneros. ¿Fue algo planeado o su carácter hetereogéneo surgió de forma natural?
El inicio, los dos primeros capítulos, son los que más se parecen a una novela en el sentido clásico de la palabra. Pero luego... quería hacer un texto denso, en el sentido de que recogiese muchas capas de nuestra realidad. De ahí que la tercera parte, la cuarta, ya recorran otros lenguajes. Y de repente eso: te encuentras con un caso propio de Agatha Christie o con un relato que parece una novela del oeste.
Ha sido un poco como ocurre con la pintura: un retrato de un rostro no tiene por qué tener profusión de detalles de dibujo realista, a lo mejor con seis trazos se puede componer una figura muy evocadora. Y es lo que he intentado: seis textos que configuran un universo. Al menos esa ha sido mi voluntad.
Cuando se le concedió el Premio Nacional de las Letras 2019, también se estaba reconociendo su contribución a la proyección internacional de la lengua vasca. ¿Cómo valora la salud de la literatura vasca actual?
Yo diría que estamos en mejor situación que otras literaturas como la griega, por ejemplo. Fui a la feria de Tesalónica, o a la de Tánger y creo que también estamos mejor que los escritores y escritoras marroquíes. En el sentido de que se mueve más: hay más voces, más diversas, se leen más libros en lengua vasca.
Pero si la comparamos con la literatura en castellano, en catalán o en inglés, pues la cosa cambia. Si nuestras letras fuesen un sistema solar, nosotros seríamos un asteroide. La literatura en lengua inglesa sería el sol; la catalana, un planeta; y la castellana, un planeta mayor. Pero bueno, por lo menos somos un asteroide y no polvo solar casi inexistente. Actualmente se pueden leer con mucha facilidad grandes libros en lengua vasca, tanto originales como traducidos, pues tenemos grandes traductores.
Hablando de eso: la traducción de Casas y tumbas está hecha a cuatro manos por usted y Asun Garikano, su mujer. ¿Por qué hacerlo así?
Para mí es una regla de oro, es algo en lo que insisto bastante: la distancia entre ambas lenguas es muy grande, así que más vale que, como escritor, estés tú implicado en el asunto. No voy a decir que más vale que te cases con la traductora, que es lo que me pasó a mí, porque eso sería ya demasiado [ríe].
Asun y yo, además de compartir nuestra vida, compartimos un objetivo común en lo literario. Ella también ha escrito libros y muy buenos, que han convertido nuestra casa en casi una fábrica literaria. Cuando mis hijas eran más pequeñas nos decían: "Pero vosotros, ¿solo habláis de lengua?" [ríe].
Pero volviendo al tema de la traducción, creo que debe ser así porque la distancia del euskera al castellano no es la del inglés al castellano, ni la del castellano al catalán: es mucho mayor. No solo sintáctica y morfológicamente, sino de historia de las palabras y sus formas. Todo es diferente y de hecho considero que Casas y tumbas es como una versión de Etxeak eta hilobiak, pues una traducción literal sería imposible.
Has mencionado los libros que ha publicado Asun Garikano. Si pensamos en nombres de escritores vascos contemporáneos, uno piensa en Kirmen Uribe, Harkaitz Cano, Koldo Izaguirre... ¿no faltan nombres de mujer ahí?
Esto ha podido ser verdad hasta hace, aproximadamente, diez años. Por mi experiencia, en el lapso 2010 a 2020 más o menos, han surgido escritoras que también están traducidas y que resultan imprescindibles para entender nuestra situación como son Eider Rodríguez, Irati Elorrieta, Mariasun Landa, Miren Agur Meabe, Arantxa Urretabizkaia —aunque ella es más de nuestra generación—.
Pasa con todo: la sociedad cambia y con ella, la literatura. Considero que ahora la presencia de la mujer en la literatura vasca es fuerte e importante. Los vascos somos raros, pero no tanto, cambiamos con la sociedad también [ríe].
Hace un tiempo, Santiago Abascal afirmaba que no se podía escolarizar a un niño en castellano en Álava, lo cual es totalmente falso. Sin embargo, con la llegada de la extrema derecha, han vuelto a la palestra debate que se consideraban superados, como el de la inmersión lingüística. ¿Qué cree que se debe hacer para atajar estas disputas?
No debemos ser ingenuos: el conflicto forma parte de la vida social. Y no voy a decir aquello del escritor italiano Beppe Fenoglio de "en nuestra sociedad solo hay fascistas y partisanos", pues sería extremar la dicotomía. Pero lo que sí es verdad es que hay fuerzas reaccionarias, incluso que han asomado ya no los herederos de Franco, sino de Mussolini. Y esos están ahí, así que lo que hay que hacer es luchar contra ellos y sus argumentarios, que solo pueden acarrear desastres.
Esas fuerzas reaccionarias han aprendido de una propaganda heredera de Mussolini: hacen mucho ruido, enturbian el lenguaje, llenan las conversaciones de tópicos falsos... La extrema derecha se preocupa, sobre todo, de manipular el lenguaje, algo que está en la línea del pensamiento fascista, para que nunca alcance ningún tipo de verdad. Y muchas veces lo hacen inconscientemente, pues su concepción del mundo puede ser esa, aunque esté completamente falseada. La realidad se ha convertido en un mal teatro, pero bueno, si les votan pues ahí les tenemos. Hay que luchar dialécticamente contra ellos, no asumo otra posición: allí donde estés, procura que estos no ganen.
Cuando Cercas ganó el Planeta dijo que le parecía inmoral ser equidistante cuando no se respeta la legalidad. En su caso, hablaba del asunto catalán. ¿Qué opina usted?
En estos casos siempre pienso en ese clásico pensamiento de tragedia griega de "el abismo que buscas está en ti". Y con eso he dicho mucho. Aunque te confieso que tampoco me incumbe ni le conozco. Cercas me da igual: hablo de los escritores que se expresan en estos términos.
¿La utilización de una lengua siempre implica una posición política?
No creo. Es decir, siempre hay una dimensión política en cualquier acto. Todo en nuestra vida puede tener una lectura política. Ahora mismo me estoy comiendo un bocadillo de jamón y estoy seguro de que esto que estoy haciendo tiene unas implicaciones políticas, pero paso olímpicamente de ellas, sinceramente.
Y lo mismo con mi lengua. Si voy a hacer la compra y hablo con una amistad que siempre se ha vehiculado en euskera, pues hablo en euskera. Si voy a Bilbao a casa de otro amigo, y es alguien que conocí hablando en castellano, pues hablamos entre nosotros en castellano. No hay más.
Otra cosa te diría si fuera yo un político en activo —que no lo seré ni valgo para eso—. Entonces, a mí se me exigiría esta lectura política de la realidad. Pero como no lo soy, pues no pienso en ello. Cuando hay un incendio los primeros que tienen que entrar en la casa son bomberos, ¿no? Pues cuando en la sociedad hay problemas, el primero en entrar a solucionarlos debería ser el gentío de políticos que tenemos: que se ganen el sueldo, que es su trabajo. El escritor viene después, y llega más lentamente para leerlo todo con más calma.
Tras tardar un tiempo en volver a las estanterías con una novela traducida en castellano, ¿pasarán otros cinco años antes de volver?
He hecho el 'edificio literario' que quería hacer. Pero creo que ahora ya... Voy a dedicarme a construir cabañas y dejar los edificios. No me apetece construir otro edificio. Hay un cuento árabe que narra la historia de un hombre que le pregunta a otro: "¿Por qué has plantado este roble que tardará treinta años en crecer?". Y el otro le contesta que no lo hace por él, sino para dar sombra a quien venga detrás de él. Yo, por ahora, considero que el roble está ahí. Así que haré cabañas.