Entonces, decidió elevar el asunto a los tribunales, que han fallado a su favor por partida doble. La sentencia, a la que ha tenido acceso eldiario.es, le da la razón al propietario de la galería y desenmaraña un sistema de selección de participantes donde impera la opacidad y el favoritismo. Alcaraz ha querido hablar con eldiario.es justo después de que la noticia saltara a la luz, cinco días antes de que ARCO abra las puertas de su edición de 2020 el próximo miércoles día 26.
Él se define como el David que venció a Goliat, solo y con muchos varapalos por el camino, pero a pesar de todo optimista. Aún quedan dos sentencias por resolver y que, según cuenta, podrían obligar a Ifema a aceptar a My Name's Lolita Art en los próximos eventos de ARCO.
¿Qué implica esta sentencia contra una de las mayores ferias del mundo para el mercado del arte?
Supone dejar a descubierto el que era un secreto a voces dentro del sector de galerías de arte contemporáneo español: las trampas dentro de la feria. Desde que ARCO quedó en manos de personas que estaban vinculadas a galerías de arte, ya fuese porque habían sido ayudantes o porque ellos mismos habían dirigido una, todo se envició.
En los últimos siete años, este vicio se ha visto reflejado en los intereses del comité de selección. Aunque todo el mundo lo sabía, últimamente se había vuelto un ambiente irrespirable y de corrupción, porque esos tramposos están bajo el paraguas protector de políticos de Ifema.
Han sido cuatro años de juicios. ¿Qué supone para usted, a nivel personal, esta victoria de David contra Goliat?
Supone la restauración de mi honor profesional pero, sobre todo, la dignidad de los artistas a los que represento. Los galeristas no somos estrellas mediáticas, sino promotores de artistas, y yo he tenido que ver cómo silenciaban a los míos y cómo su desaparición de la feria pasaba desapercibida. Realmente esa es mi gran victoria.
Durante estos años de litigios he tenido que escuchar de todo. La defensa de Ifema consistía en transmitir al tribunal que yo era un mindundi que acababa de aparecer en la escena y que taba protestando por una rabieta. Pero llevo 40 años en la profesión, mi galería es famosa a nivel nacional e internacional, y la injusta expulsión de mis artistas de ARCO era algo que no podía dejar pasar al final de mi etapa profesional.
Dice en la sentencia que no le advirtieron de la primera expulsión, en 2008. ¿Qué cree que llevó al comité a tomar esa decisión?
Yo veo claramente que me dejaron en la calle por mi éxito. Es lo que decía Ortega y Gasset: clavo que sobresale, martillazo. Cuando las ferias europeas tampoco me admitían, decidí hacer las Américas: ir a las ferias de Nueva York, la de Chicago, la de Miami. Porque en Norteamérica nadie te pregunta quién eres.
El último artista al que hemos lanzado internacionalmente ha sido Paco Pomet, que ha trabajado en Dismaland con Banksy y ha sido invitado por Murakami en una exposición colectiva en Seattle. Es decir, mientras mis artistas estaban saliendo en los medios internacionales y en la BBC en 2015, me lo tumbaban en ARCO. Además, Pomet nunca me dejó y siempre estuvo a mi lado. Porque ese es otro de los daños colaterales: te vas de ARCO y muchos artistas no quieren que los representes.
Habla también de que le vetaron en festivales europeos. ¿Qué daños colaterales y materiales conlleva dejar de exponer en ARCO?
ARCO tiene tanta potencia mediática que, si no estás allí, no existes. Cuando yo fui expulsado en 2008 sin seguir ningún tipo de apercibimiento, estaba en pleno éxito de mi carrera, tanto en los ambientes culturales como de clientes. Llevaba asistiendo 18 años ininterrumpidos y un año antes habíamos vendido 135 piezas en los cuatro días de la feria. Mis artistas habían expuesto en el Museo del IVAM, en el Reina Sofía, ocupaban las mejores fundaciones -como la de Coca-Cola o la Fundación Botín- y la galería tenía una posición fantástica.
Pero claro, todas las instituciones, fundaciones privadas y museos, aparte de los clientes particulares, compran en ARCO. El Reina Sofía, por ejemplo, no compra en otro sitio que no sea ARCO. Por otra parte, las galerías y las ferias europeas importantes me dejaron de admitir. Europa piensa que, si no te quiere la feria más importante de tu país, ¿por qué lo van a hacer ellos?
Y lo mismo ocurre con los clientes, los coleccionistas, que al ver que no estás en la feria piensan que quizá tu apuesta artística no era tan buena. Si a eso le unes la crisis inmediata que entró en el 2010, todas las galerías que fueron expulsadas junto a mí cerraron. O sea, que se han cargado a nueve galerías de arte contemporáneo. La última es Magda Bellotti, la primera mujer galerista que hizo una exposición de Guillermo Pérez Villalta en Madrid, y que cerró hace siete meses.
Si algunas galerías lo han perdido todo, ¿por qué cree que no le apoyaron en la demanda ante ARCO o ni siquiera mediante una declaración pública?
Hacer una apuesta con un bufete de abogados tan importante, para la que yo mismo he tenido que pedir un préstamo, y luchar contra un Goliat no está al alcance de todo el mundo. La gente tiene otras preocupaciones económicas. Y, a nivel público no han tenido la voz de hacerlo, pero a nivel privado todos me han apoyado, incluso galerías que están dentro de ARCO y que están conmigo.
Pero, lógicamente, cuando la selección es oscura y ocurre a través de internet, lo que crea es un oscurantismo entre las galerías expulsadas y entre las que pretenden entrar en ARCO. Es una mafia que provoca sumisión. "Si protesto, me hago la foto con Ramón, digo públicamente algo, lógicamente me estoy cerrando las puertas de ARCO". De ahí el silencio. Lo que crea la mafia de ARCO es miedo.
El opaco sistema de puntuación de ARCO es duramente criticado por los jueces en la sentencia: hablan de discriminación, favoritismo e incluso de galerías que se votan a sí mismas. ¿No hay nadie que controle eso?
El proceso de selección de ARCO no es democrático. También se oyó en el juicio decir que así funcionan la mayoría de las ferias importantes internacionales, con un comité de selección que está formado por galeristas que tienen intereses personales.
Aquí, necesitas estar dentro de la mafia del poder, de una galería potente. El proceso es el siguiente: Ifema nombra al director de ARCO y este o esta, a su vez, a las galerías que tienen el prestigio para ser jueces. Ese es el gran error: la debilidad humana hace que, si una galería te está quitando clientes, te la quites de en medio.
Además, el comité dura como cinco o seis años, son siempre los mismos, con lo cual los vicios y los intereses comerciales se hacen incompatibles con crecer en un clima tan subjetivo como el arte contemporáneo. No son capaces de mantener la frialdad y la equidad. De hecho, un galerista catalán que formó parte del comité y se presentó como testigo, dijo bajo juramento que él se votaba a sí mismo.
¿Qué ha sacado en claro de todo este duro proceso contencioso contra ARCO?
Que no hay ningún tipo de interés por parte de Ifema de rectificar sus errores y la prueba es que la actual directora de ARCO, Maribel López, en esos años, en el 2015, 2016 y 2017, era la secretaria del exdirector Carlos Urroz. Es decir, ella era la responsable de salvaguardar todo lo que el comité decidía en sus reuniones (esas que yo creo que no existen).
Pues, cuando la llamamos como testigo, después de haber obstaculizado absolutamente todos los datos que se pudieran obstaculizar y esconder todos los datos que se pudieran esconder, Ifema admitió que en las actas de 2016 faltaban tres firmas de los miembros institucionales del comité. Es como si en una reunión del Parlamento de la comunidad autónoma no se firman las actas de una resolución: no serviría para nada y serían ilegales.
Después de todo lo que ha descubierto, ¿qué le diría a alguien que presenta su proyecto en ARCO por primera vez para ser juzgado por el comité?
Es que realmente no se leen los proyectos, que además son muy cortos y online, y no se reúnen físicamente. ¿Cómo puedes votar telemáticamente en algo tan subjetivo como la defensa de una candidatura de arte contemporáneo? No es como votar me gusta, no me gusta, me gusta, no me gusta. Ese oscurantismo, esa arbitrariedad, hace que el resto de las galerías que pueden ser expulsadas un año y admitidas en otro, tengan el silencio comprado. Cuando la mafia impera por sus fueros, el resto del personal miedoso está sumiso y callado.
Yo tenía esperanzas en las galerías jóvenes y en la savia nueva del arte contemporáneo para ser los líderes en la luchar por la transparencia. Pero todos han caído en la sumisión e incluso en ser simpáticos con Ifema, el ser agradables, porque de esta forma el sistema mafioso será complaciente.
En esa corrupción de la que habla, ¿cree que tiene que ver la connivencia con los poderes políticos regionales?
El gobierno de la Comunidad de Madrid y del Ayuntamiento de aquellos años no tiene nada que ver con el que vino después. Estamos hablando de unos años en los que el sistema político era corrupto. Bueno, están en la cárcel. Esa corrupción política se contagia y anima a la corrupción civil, que es lo temeroso. ARCO está dirigido por políticos que son nombrados sobre todo por la Comunidad de Madrid. Además, son políticos que ya han terminado su carrera, dinosaurios, a los que les dan como premio el coche oficial y unos sueldos increíbles en Ifema. El resultado es el reflejo de cómo la sociedad civil se acomoda a un sistema corrupto provocado en las instituciones.
Es muy sucio porque lo que sale en los medios de comunicación es todo glamur y el jefe del Estado paseándose por los pasillos. Yo le recomendaría que se pusiera una mascarilla, y no por el coronavirus, sino por el virus corrupto que hay en esos pasillos de ARCO. Ahora que lo pienso sería una gran forma de protesta: que la gente se ponga una mascarilla porque el virus de la trampa y de la corrupción está presente en el aire cada vez que se inaugura ARCO.
Ha alcanzado su talón de Aquiles y ARCO no va a seguir recurriendo, pero el tribunal no ha accedido a incluirle en la siguiente edición y ni siquiera les ha condenado a pagar las costas del juicio. ¿Es suficiente esa “victoria moral” para usted?
Yo se lo agradezco a Ifema porque me ha ahorrado un montón más de dinero. Y ese era su principal arma: llevar a toda su batería de abogados y arruinarme. Decidí no pedir una indemnización para que mi postura quedara absolutamente limpia y porque, para mí, no era una cuestión de dinero, era una cuestión de honor y de defensa de mis artistas: de Ángel Mateo Charris, de Paco Pomet, de Joel Mestre. Es decir, la defensa de unos artistas que están en las mejores colecciones de España y que han pisado los mejores museos.
Ese es mi deber como galerista de arte contemporáneo. Si yo pido indemnización, se convierte en comercio. La actitud de Ifema fue de una prepotencia brutal y yo soy un autónomo que me levanto todos los días, que pago mis impuestos, que pago a mis autónomos, que abro mi galería todos los días y que defiendo a un grupo importante de artistas españoles. He ganado la primera sentencia a la feria de una institución que está tutelada por el Gobierno regional de Madrid y no han podido arruinarme.