Vila-Matas no solo accedió a ser su guía literaria, sino que le animó a debutar en el mercado editorial y firmó el prólogo de Búnker como un amigo y una figura paterna para el músico más que como un estandarte de las letras españolas.
"Tote es el creador de una escritura muy personal, forjada más en las experiencias de una vida dura que en la famosa "litera dura" de la literatura", dice el autor de París no se acaba nunca. Unas experiencias que disfrutarán tanto los fans históricos del MC sevillano como los nuevos adeptos que se sumen a su pluma de "humor cabrón".
Memorias, reflexión sobre el duelo, anecdotario. ¿Cómo empieza uno a escribir sobre la muerte de un padre o los detalles del trastorno obsesivo compulsivo?
Enrique me dio una lección magnífica en forma de cita, como él siempre hace, que decía: "Busca una certeza, la más profunda que tengas, y arranca sobre eso como punto de partida". Recuerdo que estaba leyendo en mi patio y pensé en que una de las cosas más auténticas de mi vida fue el viaje que hice solo a Sudáfrica para nadar con tiburones blancos. Un animal que me obsesiona desde niño.
Usé su consejo para relatar ese episodio y, a partir de ahí, todo lo que escribo sigue esa premisa: ser honesto, contar la verdad y no temer a nada. Así que no me ha dado miedo ni escribir de la fobia al baño, ni de mi TOC, ni de David Bravo, ni de mi novia ni de la muerte de mi padre. Pero tampoco creo que sea una intimidad revelada con detalles escabrosos. Estoy orgulloso de cómo lo he abordado en este libro.
Cuentas en Búnker que "robaste" el correo de Vila-Matas y que sentiste una mezcla de miedo y vulnerabilidad al escribirle. ¿Hace falta que vosotros, los ídolos, sigáis sintiendo idolatría por otros? ¿Te reconcilia con tus propios fans?
Yo creo que sí. El correo que le envié a Enrique lo reescribí mil veces. Al principio era muy solemne, lo llamaba Don Enrique y con cada frase que escribía pensaba que me iba a tachar de loco. Estaba aterrado porque es mi escritor favorito y mi guía literaria desde hace diez años. Me sentí fan desde ese primer correo y me moriré siendo fan y reivindicando su obra.
Y sí, ese papel le quita peso a todo lo que conlleva la fama: que te reconozcan, que te paren por la calle o que te manden versos. Como nunca me lo he creído, no me había parado a pensar que otros pudieran sentir conmigo lo que siento yo con Vila-Matas. No me había reconocido como el "padre" de muchos niños en la música. Pero con el tiempo sí que te das cuenta de que pillan tu estilo para rapear o te mencionan en sus letras. Y por qué no decirlo: sí, me ha reconciliado con todo eso.
La pose del hip-hop y el rap ha sido siempre la de la lucha de egos. Rayden decía que, cuando "no existe crecimiento personal, se compensa con denostar". ¿Qué opinas tú de las batallas de gallos?
Forma parte del lenguaje y el código del rap. Nadie que yo haya conocido en mis 22 años de carrera es ni siquiera parecido a cómo se muestra en las canciones. Al revés. Nadie suele vanagloriarse de ser mejor que nadie, ni de "follar" a otro en la vida real.
Es como un deporte: dos boxeadores se pegan y después se abrazan. La rivalidad se queda en el ring, se queda en el escenario, y las batallas de gallos -que me encantan- son el ejemplo perfecto de eso. Es puro ingenio: dos chavales insultándose con todo lo que tienen, acaban, se dan un abrazo y tan amigos.
Suena bonito, pero no siempre ocurre así.
Sí, sí, sé lo que dices. Pero eso fue una lección que todo el mundo aprendió cuando mataron a Tupac y después a Biggie. Cuando la gente se tomó en serio esas broncas en las letras y las llevó a la calle, murieron personas. Desde ese momento, y a nivel mundial, hubo una concienciación acerca de lo que se habla en la música. Es obvio decirlo. Pero cuando yo canto que soy el mejor y que "con mis rimas te mato", no se puede matar a nadie luego, tío.
No hace falta remontarse a los 90. Hace unos meses, la MC Sara Socas se hizo viral por enfrentarse a consignas machistas en una batalla de gallos. Lo peor fue que la gente le aplaudía a él. ¿Hasta qué punto cala en el público lo que se dice en el escenario?
Claro, pero yo me estaba refiriendo a casos más frívolos entre dos gallitos. Si mi letra es seria y da una opinión política o visión del mundo, eso sí que es verdad y hay que tomársela como tal. Sara es buenísima y tiene doble respeto para mí: por enfrentarse a este mundo donde hay tan pocas mujeres, y por hacerlo tan guay. Pero más allá de eso, creo que la mayoría de los MC son buenazos, súper inteligentes y saben que todo lo que dicen se queda en la batalla.
En el prólogo, Vila-Matas habla de la canción en la que él aparece, Otras mentes (2013), en la que dices: "Hablo del arte, la moral me es indiferente". A la hora de separar al artista de su obra, ¿la moral ha de ser indiferente en la gente a la que admiras?
No, no lo es. Va por rachas. Pero siempre en mis letras, en mi libro y en las opiniones que he dado en prensa me he mojado. La gente sabe en qué bando ideológico estoy e incluso a quién he votado muchas veces. Así que no me es indiferente. Pero, cuando se trata de la concepción artística, sí. Soy capaz de disfrutar de una obra sabiendo que no simpatizo ideológicamente con quien la ha hecho.
Por ejemplo, yo soy fan de Cèline y cuando me enteré de que había sido partidario del nazismo me dio lo mismo porque no vi nada de eso en su obra. Si hubiese escrito sobre ello, evidentemente no la hubiese leído.
Céline lleva muerto 60 años y no estamos asistiendo a la caída de su pedestal. ¿Te ocurre lo mismo con Polanski o con Plácido Domingo?
Es que no me hace dudar de mi posición ideológica ni de mi sitio lo que otra persona piense o haga. No va a hacer tambalear mis cimientos. Nada va a cambiar que yo sea un artista de izquierdas hasta que me muera, ni siquiera que lea un libro de un tipo de derechas. En cuanto a los ejemplos que mencionas, creo que nadie que esté en sus cabales puede simpatizar con lo que supuestamente hicieron estos señores.
¿Quién no va a estar de acuerdo con cargarse a Harvey Weinstein? Pero a lo que yo me refiero con "la moral me es indiferente", que no lo es porque yo tengo la mía, es que artísticamente nada ni nadie me va a hacer dudar de mis principios con su obra de arte.
Le dedicas un capítulo entero a la intrahistoria del tema Ni de ellos ni de ellas (2006) que te catapultó a la fama. ¿Desde la perspectiva de género, consideras que ha envejecido mejor que otras canciones?
Lo he pensado mucho y a mí me sigue gustando. Muchas de las cosas que tenía de joven no me gustan ahora e incluso hemos quitado canciones aberrantes del repertorio por machistas y porque eran cantadas por un chaval de 20 años que no tiene nada que ver conmigo. Pero esa no. Porque desde el primer momento fue un tema nihilista en el que hablaba tan mal de los hombres como de las mujeres.
De hecho, esa canción se iba a llamar Aquí damos asco todos. La he revisado y, para haberla escrito en 2006, no me hace dudar como sí lo hizo Ven, que ya hemos dicho que no la vamos a cantar nunca más en directo. En ella hablamos de groupies con una palabra que no pronunciaría jamás, más propia de un chaval de 20 años. Y ojo, es una de las que mejor funcionaba y ponía a cualquier sala y festival boca abajo.
Esta autocrítica ha empezado a empapar a todos los géneros, pero se suele señalar especialmente al hip-hop y el reggaetón. ¿Por qué crees que ocurre?
Lo que dices de los géneros latinos es muy interesante. Hace un tiempo una mujer del jurado de Factor X, uno de esos programas ridículos de cazar talentos, humilló y echó a dos chavales del escenario solo por cantar reggaetón. Nos escandaliza que se hable de sexo, pero eso ha pasado toda la puta vida en el pop y en el indie solo que de forma finoli. En ambos casos son tíos hablando de follar. ¿Faltan el respeto? No siempre, pero automáticamente la gente se escandaliza.
A raíz de esto último, ¿sientes que el rap se ha tenido que intelectualizar -con referencias a la alta cultura- para que se tenga en cuenta?
A mí me parece precioso que exista una dualidad siempre que sea honesta. Yo nombro un libro de William Burroughs porque soy un tío que ha recibido cierta formación, la he disfrutado y he hecho uso de ella. Lo que sería ridículo es que yo empezase a fingir maneras que no tengo -"quillo", "loco"-. E igualmente me parece precioso que, mientras yo te cuento que me encanta Vila-Matas, haya un chaval de barrio cagándose en mí por leer a Vila-Matas. Eso sí, todo sin pose.
Mencionas aquí y en el libro a muchos autores y creadores masculinos. ¿Hay una lista de escritoras que te gustaría reivindicar?
Claro. Muchas. Soy ultrafan de Siri Husvedt, me encantó Los hombres que miran a las mujeres. Hace poco leí Voces en el laberinto, de Céline Curiol, que también me recomendó Vila-Matas. También El corazón es un cazador solitario, de Carson McCullers, y Los niños perdidos, de Valeria Luiselli.
En Búnker hay ideología, pero no mucha. Porque dices que has gastado mucho tiempo odiando para encontrar la rima perfecta en lugar de disfrutar. ¿Qué te hizo darte cuenta?
Fíjate, hubiera abordado todo este contexto político y social que estamos viviendo en un libro antes de que me ocurriese lo de mi padre. Antes le habría dado muchísima importancia, porque la tiene, y me hubiera cabreado mucho. Pero, cuando hay cosas en la balanza que pesan más, sobretodo a mi edad [41 años], me he dado cuenta de que en el fondo me da igual. Quiero dedicarle el tiempo que tengo a las cosas que me dan más amor o me producen más alegría.
Me he pasado demasiados años odiando y focalizado en eso. La entrada de Vox en el Congreso y todas esas cosas las minimizo comparado con la sacudida que fue perder a un padre en cinco años. No a un padre, a mi padre, con la relación que teníamos. Y pensé, ¿por qué has estado mirando tanto las putas noticias en lugar de irte a tomar algo con él un domingo? Sí, eso ha cambiado mis prioridades al cien por cien.