Para Carolyn Mair, doctora en Neurociencia Cognitiva y directora en el London College of Fashion del único máster en psicología aplicada a la moda, "el significado que les demos es importante".

"Ahora que no hay más remedio que llevarlas en el transporte público o en el trabajo, cada vez seremos más proclives a darles uso. Para algunos formarán parte de su fondo de armario, contrastando o yendo a juego con su estilo, aunque para otros seguirán siendo simplemente un objeto práctico", prevé Mair en conversación con eldiario.es.

En su opinión, no existe peligro de perder el foco y que sean un complemento más en el que prime la apariencia por encima de la seguridad. "Su uso es de por sí prudente, pues implica reconocer la amenaza de este virus. Las directrices que se nos han dado tienen bases científicas, e ignorarlas es una prueba de egoísmo y de ignorancia", cree la experta.

Ahora bien, que se vayan fusionando con nuestra identidad y que las integremos en la realidad cotidiana, -sin descuidar el proceso de quitarlas, ponerlas y lavarlas-, es "una oportunidad". "Nuestra cara es una fuente de información, por lo que una mascarilla puede ser atractiva, añadir intriga y además poner a prueba nuestra creatividad", asegura Mair.

Un concepto que comparte Eduardo Garrido, fundador y diseñador de la marca 198, y que ha intentado plasmar en sus nuevos modelos. "Las mascarillas son una forma de expresión muy potente en este momento tan traumático", asegura a eldiario.es. "La gente tiene muchas ganas de manifestarse y lo estamos viendo todos los días: aplausos, caceroladas, hashtags en redes sociales...no hemos parado. Y creo que las mascarillas tienen mucha más carga política que ninguna otra prenda", opina.

"La mascarilla es un lienzo más, un símbolo más. La gente lo va a usar para darle su propio significado a nivel político y social. Ahora que no tenemos que quedarnos en el balcón y podemos ir a la calle, nos lo vamos a llevar puesto".

Mascarillas ideológícas: de Vox a 198

Como cualquier otro complemento, la mascarilla puede reflejar también ideología. De hecho, su uso en sí mismo ha servido como herramienta política para acatar o desoír las indicaciones de los gobiernos: como cuando la bancada de Vox hizo su primera aparición en el Congreso sin ella durante el estado de alarma, cuando una de sus diputadas intervino en el pleno luciendo una verde militar con la bandera de España, o como cuando Trump y su vicepresidente se niegan a usarla en ciertos actos públicos. 

Eduardo Garrido no niega que las de 198 representan la ideología republicana y de izquierdas que carga toda la ropa de su marca. "Nuestro logo también simboliza lo público, lo civil, que es lo que sostiene esta crisis. Hemos sufrido una metamorfosis como sociedad, la gente se ha reafirmado en sus creencias y ahora está orgullosa de decirlo", asegura. Por eso, "el modelo que se agotó en cuanto lo puse a la venta fue el que reivindica la sanidad pública".

"La mascarilla es un lienzo más, un símbolo más. La gente lo va a usar para darle su propio significado a nivel político y social. Ahora que no tenemos que quedarnos en el balcón y podemos ir a la calle, nos lo vamos a llevar puesto", defiende Garrido.

En el caso de 198, Eduardo se inspiró en modelos que ya triunfan en las camisetas y otras prendas de la marca. "La gente quiere ir al trabajo o a una reunión con algo que no sea muy estrafalario, así que las que más se han vendido son una negra con el logo y otra con pequeños patrones de la estrella de las brigadas internacionales", desvela.

Aunque las compara con un complemento básico y necesario como una camiseta de algodón, el diseñador reconoce que confeccionarlas no es tan sencillo. "Todo este mes ha consistido en trabajar para encontrar talleres y proveedores de material que cumpliesen con la homologación oficial", admite. "Nos hemos acostumbrado a mirar el BOE todas las mañanas", cuenta. Aún así, alerta de que no todas las marcas están teniendo el mismo cuidado. "No queríamos ser los más rápidos, sino ofrecer el mejor producto", resume el creador de 198.

La necesidad de reinventarse de ciertas firmas textiles que han sufrido el azote de la economía puede jugar malas pasadas, pero la protección es también la prioridad de Segundapel, una marca que nació en plena crisis para buscar una alternativa a la confección de equipación deportiva que lleva dos meses paralizada. "La mascarilla sirve para frenar los contagios y a su vez para intentar que no pierdas tu identidad sintiéndola como tu segunda piel (Segundapel en gallego)", comenta su portavoz. 

Primero, la protección y después lo 'fashion'

"Nosotros no lo vemos como moda, sino como un complemento de protección que se puede personalizar según los gustos de cada persona", reconocen en Segundapel. Por eso, su patrón fue desarrollado para "una adaptabilidad facial máxima que cubra la totalidad de la boca y de las fosas nasales" y que además, ofrezca diseños "diferentes, divertidos y coloridos para intentar alejarlos un poco de la mascarilla convencional".

Reconocen que esos detalles ayudan a la comodidad en el uso diario, también para los niños, por eso son de las pocas marcas que ofrecen una línea infantil. "Hicimos un sondeo de cercanía por edades para elegir el patrón, la sujeción y los diseños de los modelos más atractivos para ellos. A los más pequeños, de 3 a 6 años, lo que más les gustó fueron los dinosaurios y los unicornios, y a los de 7 a 11 años el camuflaje", explican desde Segundapel.

No se atreven a prever el alcance de su uso, pero confían en que la sociedad abrace esta "medida higiénica que previene el contagio tanto de este virus como de otros", concluyen. Aunque la funcionalidad aún prima sobre el diseño, la psicóloga Carolyn Mair intuye que, "cuando el riesgo sea menor, como cuando encuentren una vacuna, se empezarán a confeccionar mascarillas que no necesariamente cumplan con los estándares de sanidad". Entonces, según la experta, la diferencia la marcará el dinero.

Hay marcas que empiezan a identificarse como confeccionadoras de mascarillas: Maya Hansen, La Condesa o JC Pajares entre otras. Aunque ahora están disponibles a precios asequibles o directamente forman parte de campañas de donación, Mair piensa que en cualquier momento pueden pasar a convertirse en complementos de lujo.

"La triste realidad es que la sociedad privilegiada siempre tendrá acceso a lo mejor. Ya ocurre en muchas partes del mundo con la sanidad, la vivienda y la educación. Si la gente tiene dinero, optará a las mejores mascarillas", piensa la profesora. "Este tipo de desigualdades siempre van a estar ahí, solo que en este momento estamos hablando de algo tan serio como una pandemia".