Hablamos con un exultante Aitor Arregi, codirector de esta película sobre los topos de la Guerra Civil y la dictadura franquista: las personas que se escondieron en sus casas durante décadas por miedo a ser ajusticiados. Un documental andaluz, 30 años de oscuridad (Manuel H. Martín), fue el punto de partida para una de las películas españolas más importantes y exitosas de los últimos años.
Tras Loreak en 2015, es la segunda vez que representáis a España en los Óscar, ¿cómo habéis recibido la noticia?
Muy contentos. Sabíamos que teníamos posibilidades pero no nos sentíamos favoritos, porque en todos los años hay una categórica, como la de Pedro Almodóvar del año pasado (Dolor y gloria), pero este año me parecía que las tres tenían opciones, porque todas tenían sus puntos fuertes y débiles. El caso es que ya me esperaba lo peor y cuando sacaron el sobre y soltaron el nombre de La trinchera infinita, me dio una alegría inmensa. Hemos saltado sobre la mesa y nos hemos abrazado. Ha sido muy bonito.
La historia de los topos de la guerra está documentada a través de varios libros, artículos de prensa… y un documental. ¿Cuál es el germen de 'La trinchera infinita'?
La trinchera infinita surge cuando José María Goenaga ve en el Festival de San Sebastián el documental 30 años de oscuridad (Manuel H. Martín) y se da cuenta de que el tema de los topos tiene un potencial narrativo muy fuerte para contarlo a través de la ficción.
Pero decidisteis contarlo de una manera diferente...
En vez de contar con varios testimonios como en el documental, creamos una figura de ficción, Higinio y su esposa Rosa, para que encarnaran las historias de distintos topos, recogidas a través de varios testimonios de topos de toda España y el libro de referencia sobre el tema, Los topos, de Jesús Torbado y Manu Leguineche, mientras lo íbamos completando con la narrativa personal.
¿Es ahí donde establecéis la alianza con Andalucía?
(La productora andaluza) La Claqueta, Olmo (Figueredo) y Manuel (H. Martín) son ya de nuestra familia. Ellos mantenían relación con Irusoin (Xabi Berzosa), con los que, a su vez, suele producir Moriarti. Xabi nos los presenta y la relación se afianza. Se trata de una alianza vascoandaluza, pero La Claqueta ha sido fundamental en financiación, documentación y apoyo narrativo, naturalizando los parámetros andaluces de la historia: ¡Somos tres (directores) vascos…. qué vamos a saber de la Andalucía de hace 80 años! Sin La Claqueta no habría habido Trinchera tal y como hoy la conocemos. Nos hace el doble de ilusión: por nosotros y por ellos, que estaban muy ilusionados.
La película es fruto de la alianza de dos cinematografías, la andaluza y la vasca, ¿se abren nuevas vías de producción más allá de Madrid o Barcelona?
Esperemos que sí, que no seamos tan cerrados, para pensar que solo hay vida en Madrid o Barcelona. Ese cine que llaman periférico goza de buena salud. El andaluz y el vasco son cines emergentes, que están cogiendo cada vez más fuerza. Los equipo técnicos y de producción van cogiendo más experiencia. Si surgen retos difíciles, dan el callo.
¿Hay vida más allá de Madrid?
Está bien repartir zonas interesantes de producción a lo largo de la Península, no vamos a estar pensando que esto solo se puede hacer en Madrid. Te conviene tener un foco de producción en diferentes puntos de la geografía española, está bien diversificar, porque si una parte te falla, no tienes que pensar en irte a Francia.
Estados Unidos está revisando en estos momentos, a través de movimientos como Black Lives Matter, su propia memoria histórica, en este caso, con temas como la esclavitud o el colonialismo. ¿Qué supone llevar una historia como esta a Estados Unidos?
Es la gran incógnita que tenemos ahora. Sinceramente, no lo sé. Es una incógnita y una motivación ver cómo responde el público americano. La memoria histórica es algo muy específico de cada país y no sé si una audiencia americana puede ver vasos comunicantes entre la memoria histórica española y la americana. En octubre hemos presentado la película en Francia y ves que los espectadores hacen un ejercicio de revisión, de generar puentes entre la historia de Francia y la de España.
Habláis del miedo y del confinamiento por circunstancias superiores: ¿Ha adquirido la película un nuevo sentido con la pandemia?
Sin duda, le ha añadido otra capa de lectura. La gente se siente como Higinio, en miniatura, ya que han sido dos meses, en vez de 30 años. Te acostumbras a una situación que te parecía fantasiosa. Ayuda a comprender la complejidad de lo que nos está ocurriendo, porque te vas encerrando y adaptando a la situación.
Es decir, que el contexto refuerza el valor universal de la película.
El contexto le añade otra capa de lectura, universal, a nuestra película, aunque sea algo accidental, no buscado.
El rodaje en Higuera de la Sierra fue muy especial para este pueblo de Huelva. ¿Qué ambiente encontrasteis allí durante las semanas de rodaje?
Es un tesoro que te llevas a la tumba. Nos trataron de maravilla. Todo fueron facilidades, estaban muy dispuestos s a ayudarnos. El ambiente del pueblo era muy tranquilo, lo que necesitabas para concentrarte en la película. Solo tengo buenas palabras para el pueblo y sus personas. La guinda fue que cuando presentamos la película en Sevilla y una de las salas estaba llena de gente de Higuera de la Sierra.
Uno de los detalles más bonitos de 'La trinchera infinita' es el el mimo con el que tratáis el acento andaluz. ¿Cómo lo trabajasteis con los actores protagonistas y de reparto?
Era capital que el andaluz sonara natural. No puede ser que yo venga de San Sebastián y cuente una historia andaluza, sin hacer el esfuerzo de que el acento sea verosímil. Desde el primer momento, Olmo nos ayudó mucho, nos puso en contacto con una experta en andaluz, que nos contó que hay 400 hablas del andaluz. Es imposible captar todo eso, pero sí buscar un sustrato que suene real.
¿Y por esa razón elegisteis a intérpretes andaluces?
Elegimos actores andaluces y les pedimos que nos trajeran sus hablas, palabras, frases, proverbios, expresiones sacadas de su propio patrimonio familiar. Antonio (de la Torre) y Belén (Cuesta) compartían expresiones de sus abuelas. Como nosotros no sabíamos si algo era natural o no, nos apoyamos en el equipo andaluz y les pedimos que si algo sonaba impostado, que nos lo contaran. Al final, una de las cosas más bonitas ha sido sentir que la audiencia andaluza daba por bueno ese acento.
Durante el metraje, hacéis una alusión clara a las fosas comunes, pero dándole la vuelta. ¿Qué buscabais con ese planteamiento?
No buscábamos hacer una reflexión sobre la fosas comunes, pero sí sobre la memoria histórica. El punto de vista es del señor que se esconde de la dictadura franquista. El punto de vista del falangista se da con Gonzalo (Vicente Vergara), para que, aunque no lo comprendas, sí entiendas su rabia. Darle razones (al villano) refuerza más el punto de vista del republicano. Ya lo decía Jean Renoir: los malos también tienen que tener sus razones. Tu tesis se consolida.
¿Crees que habéis contribuido a divulgar un episodio de nuestra enterrada historia?
Esperemos que sí. Ha habido películas sobre topos, así que no nos sentimos pioneros. Sí pensamos que, para una generación nueva, nuestra película contribuye a enseñar una especie de figura histórica desconocida.
¿Y ahora cuáles son vuestros próximos proyectos?
De momento, tenemos varias cosas pero nada cerrado. Sobre todo una película, que está en desarrollo y financiación. En total, son cinco o seis proyectos, pero oficialmente no tenemos película o serie para anunciar. A ver si esto nos ayuda a apuntalar estos proyectos. No tenemos una estrategia de aquí a 20 años para hacer películas sobre la memoria histórica, pero algún proyecto sí es pariente de La trinchera infinita.