Alberto Velasco (Valladolid, 1983) obtuvo popularidad internacional mediante su premiada interpretación en la serie Vis a Vis aunque su carrera artística es extensa y fluctúa indistintamente entre el universo audiovisual y el teatral, entre la interpretación, la escritura y la danza. Algunos de sus montajes escénicos son La Inopia: Coreografías para un bailarín de 120 kg, Escenas de caza y Danzad malditos (Premio MAX de las Artes Escénicas al Mejor Montaje Revelación 2015).
Actualmente, acaba de terminar de rodar la serie By Ana Milán, su segundo cortometraje como director y ha publicado su primer libro: Pobre, gordo y maricón. "Ya estamos entrenados en el colectivo apropiándonos de insultos, los damos la vuelta y hacemos nuestra bandera. Esto es lo que he tenido que hacer yo con estos tres que han marcado mi vida", cuenta Velasco sobre el título de su libro.
Pobre, gordo y maricón desconoce las fronteras literarias. Como dibuja Roy Galán, este "atlas de un cuerpo (...) nos fuerza a mirar hacia los márgenes, a los pliegues disidentes"; pues el personal libro de Velasco está compuesto por poesía, conversaciones de WhatsApp, un texto teatral y un guion audiovisual. Velasco ha hecho un ejercicio literario complejo ya que se desnuda en cada página, realiza autocrítica, expone su vida íntima y reflexiona sobre las fobias entre las que ha crecido, crece y crecen las personas subalternas. "Te vas a coger las lorzas, las vas a apretar como cuando aprietas algo que te gusta mucho. Como cuando aprietas los rolletes del bebé de tu prima. Y les vas a dar las gracias", escribe Alberto Velasco en su poema Hoy.
Además de la homofobia y la gordofobia, otro de los ejes críticos por los que transita Pobre, gordo y maricón es el del género: la dicotomía binaria y el uso del lenguaje inclusivo, el cual, dice su autor, no entiende "por qué hay gente a la que le cuesta tanto". "Siento que el suelo firme sobre el que se asentaba el binarismo está lleno de grietas y de lava que está saliendo, y que toda esa lava, que lo va inundar todo, va a llegar en algún momento. Yo soy parte de los que están rompiendo el suelo para que salga esa lava, son unas ideas preconcebidas sociales que solo traen dolor y encajonamiento a la libertad de las personas (...) es el momento de la autodeterminación de los géneros, de los múltiples géneros", atisba Velasco.
"No soy poeta, no soy guionista únicamente, tampoco soy activista solo, y lo de activista me cuesta decirlo porque se me queda muy grande porque hay tantos activistas que dedican toda su vida a cambiar el mundo que yo, realmente, soy un altavoz de ellos", asegura Velasco, que se sirve de su posición mediática para señalar lo que le molesta: "El sistema capitalista nos empuja a construirte a ti mismo y esto es muy peligroso porque se nos olvida que somos seres empáticos, catárticos y sociales. El peligro que tiene la ficción es que asienta realidades".
Velasco se considera "afortunado" porque forma parte del escaso elenco de actores y actrices disidentes que tienen trabajo en el mundo de la ficción. "Papeles que representan solo un 5% de los personajes y que, sin embargo, representan el 95% de la sociedad", asegura. El rey de las flores es el título del segundo cortometraje que ha dirigido Alberto Velasco y que está en fase de montaje. La historia tiene un halo autobiográfico y, además, se rodó en su pueblo: "Vamos a las imágenes de mi infancia, al sitio donde yo me subí por primera vez a bailar, vino mi profesora de danza folclore; una regresión profunda. La pluma, viviendo en un pueblo perdido de nuestra España, es un acto terrorista necesario", desvela Alberto. Velasco señala que la mayoría de los personajes que trabajan en ficción "caben en una talla 38". Por ello, "el 60 o 70% del elenco de mi cortometraje son gordes". Asegura el actor que "la gordofobia es trasversal en todos los personajes de ficción. Hay algo que todavía se nos escapa en la visibilidad de los cuerpos no normativos y creo que es algo en lo que tenemos que poner especial atención".
La obra de Velasco está cargada de reminiscencias de su infancia y adolescencia vallisoletana y es una pulsión hacia "la revolución de ser feliz". No obstante, entre su miscelánea artística, subraya la educación como uno de los pilares básicos de la sociedad. "Estamos muy preocupados en enseñar a los niños datos y vienen al mundo como seres productivos y no como seres emocionales. Y, al final, somos un saco de emociones, que intentamos gestionar la vida como podemos porque no nos dan herramientas. Qué guay hubiera sido que en nuestra formación nos hubieran hablado de la inteligencia emocional, de diferentes maneras de ver el mundo, que todo lo que sientes está bien", opina Alberto Velasco.