Regeneración es la cuarta novela de José Sanclemente protagonizada por estos dos personajes. Hablamos de una novela de intriga que aborda la actualidad política de nuestro país desde una mirada crítica, pero también de un thriller dialogado de pulso medido. Una lectura tensa, ágil y adictiva.
Esta es la cuarta novela protagonizada por Leire Castelló y Julián Ortega. ¿Cómo ha sido volver al mundo que creó en 2011?
Ha sido algo distinto porque arranqué con ellos en una novela en la que traté de hablar de periodismo, de medios de comunicación, de toda mi experiencia acumulada durante mi trayectoria [Sanclemente combina su faceta de escritor con la de empresario en el mundo de los medios. Es, desde su fundación, presidente de Diario de Prensa Digital S.L., editora de elDiario.es]. De alguna forma sentía que mi trayectoria servía, como mucho, para las facultades de periodismo. Pero entonces me planteé explicar cosas del periodismo a través de la novela policiaca y negra.
Con Tienes que contarlo hablaba de la decadencia de los medios de comunicación y del 15M. Con No es lo que parece me adentré más en el mundo de la radio, y con Esta es tu vida en el de la televisión y los reality shows. Ahora, aunque hable también de medios de comunicación en crisis, me he centrado más en el capítulo de las cloacas del poder, la política y la corrupción.
Desde Esta es tu vida han pasado casi siete años. Para volver a contar con Leire y Julián debía desarrollar también aspectos de su personalidad que estaban latentes en otras novelas. ¿Han evolucionado todos estos años? ¿Ha cambiado su relación?
Sí, son personajes que se conocen en la primera novela y que tienen una relación compleja llena de desencuentros. En el fondo tienen algo en común y es que los dos investigan: la una inicialmente como periodista de sucesos, y el otro como inspector de policía en Cataluña. Sin embargo, en Regeneración Leire es una periodista de investigación todoterreno que opta por irse a Madrid porque entiende que en Cataluña ha acabado su etapa periodística. Julián, por su parte, resulta que se queda solo en Cataluña hasta que el caso de los asesinatos que investigan le lleve también a Madrid.
Ambos han ido madurando pero siempre manteniendo ese contraste que da investigar temas desde la óptica policial o desde el punto de vista periodístico. En esta novela les vuelve a unir el peligro que ella sufre investigando. Julián siente este impulso paternalista, si quieres incluso un pelín machista, de que la quiere preservar de cualquier riesgo. Pero ella es una periodista de raza que quiere entrar al trapo en todo y se vale sobradamente por sí misma.
Ha comentado que en la primera novela de esta saga ya hablaba de medios de comunicación en decadencia. Aquí también asistimos a la crisis de credibilidad de un gran periódico llamado Liberación. ¿Los medios siempre están en crisis?
Los medios están en crisis, está clarísimo. Pero son crisis que se han ido sucediendo. Después de la crisis económica de 2008, muchos medios de comunicación recortaron en lo más esencial. El periodismo debe ser el verdadero motor de una empresa periodística. Si lo que haces es recortar gastos en eso terminas pagándolo muy caro. Es lo que les ha ocurrido a los gobiernos que recortaron en pilares esenciales como la salud o la educación, cuyos resultados estamos viendo ahora.
Lo que pasó es que muchos grandes medios tuvieron que cercenar redacciones, reducir en periodistas y dotar de menos recursos a los que no despedían. Al final, pues bueno, los periodistas tenían menos tiempo para sacar adelante un periódico. Así que había que entregar todo rápido, con pocas fuentes y comprobaciones. El periodismo se resintió y entramos en una crisis de credibilidad, porque lo que hacían esos periódicos era deformar la realidad. Entonces, claro, al final el ciudadano se enfrentaba al hecho de que la información que recibía no era veraz ni honesta. Es curioso que en ese momento, cuando más necesario es el periodismo, menos medios libres hay para poderlo ejercer.
De hecho en la novela los grandes medios son tan cercanos al poder que se conforman con ser voceros del mismo. Incluso se acuestan con él. ¿Existen alternativas?
Yo creo que sí, no hay que ser tan negativo en esto. Yo creo que hay medios que son honestos y comprometidos. Medios que precisamente nacieron al calor del 15M y que demuestran su compromiso con la información veraz y su independencia. Pero claro, la independencia tiene un coste muy alto a nivel económico. Y si no eres independiente, tu medio se somete al poder. Hay que elegir en la balanza.
Empieza el libro con la famosa cita de El Gatopardo: "Si queremos que todo siga como está, necesitamos que todo cambie". No es casualidad que en Regeneración hable del auge de un partido político de izquierdas llamado Adelante, que pretende entrar en las instituciones para cambiarlas. Hoy tenemos un partido así en el Gobierno. ¿Ha cambiado todo para que nada cambie?
A mí me interesó mucho seguir todo el proceso del 15M, que fue el primer elemento de reacción por parte de la gente tras la crisis del 2008. Una contestación frente a los poderes políticos, financieros y frente a los medios de comunicación. Había un grito que me interesó especialmente, que era el de "No nos representáis".
Frente a ese descontento los políticos hablaron y se empezó a acuñar el término de 'regeneración'. Era necesaria una 'regeneración' de las instituciones, de la política. Había que hacer que las personas volvieran a tener confianza en las instituciones. En términos biológicos la regeneración es la posibilidad que tienen algunos seres vivos para reconstruir sus órganos y sus funciones. Pero no funcionó así en la política.
Lo que vimos en España fue todo lo contrario: hemos ido a peor. A raíz del 15M vino la Ley Mordaza y otros recortes en libertad de expresión. Hemos sido incapaces, todavía lo somos, de renovar al Consejo General del Poder Judicial. La monarquía, con el Rey emérito fuera de España e implicado en casos de corrupción, sigue siendo intocable.
Ninguna de las instituciones esenciales de nuestro país ha sido capaz de regenerarse. Y claro, los partidos que entraron para cambiarlas y volver a entusiasmar a la gente, ahora están sufriendo un descrédito importante. De ahí la paradoja de Lampedusa.
Hablando de esa regeneración que tanto se ansiaba y no ha llegado: hay un momento en la novela en la que los grandes partidos, de distinto signo político, llegan a una entente para impedir que Adelante crezca demasiado. ¿Cree que el bipartidismo sigue siendo omnipresente en nuestra política nacional?
A los grandes partidos les iba muy bien con el bipartidismo. Todavía hoy les cuesta entender que la gente está votando por la pluralidad y por diferentes opciones políticas. No sería descabellado pensar que, como aparece en la novela, se pusiesen de acuerdo en mantener el sistema tal y como está. En no cambiar nada sustancial. Una especie de "Oye, no nos hagamos daño en esto".
Pero es que lo vemos en cosas importantes como por ejemplo en el tema de la monarquía que comentábamos. Ahí el bipartidismo hace piña. Tampoco se puede nombrar a un presidente de una radio o televisión pública, tampoco se puede cambiar el funcionamiento del poder judicial. Al final, cuando hay que hacer cambios sobre cosas realmente importantes, el bipartidismo sigue ahí. Porque hay cosas que son intocables, que no se pueden regenerar, que no tienen intención de regenerar. Las cosas no han cambiado tanto en los últimos años.
Donde sí parece haber operado cierto cambio, aunque pequeño, es en el terreno de la ficción. Tanto en su libro como en Antidisturbios, la serie de Isabel Peña y Rodrigo Sorogoyen, aparece un personaje que podría ser perfectamente Villarejo. ¿Cree que la ficción española ha perdido cierto reparo en abordar la corrupción política y la crisis del poder? ¿Que es más atrevida en este sentido?
Bueno, yo creo que eso estaba tan en la realidad social, lo teníamos tan presente, que era lógico que se trasladase tarde o temprano a la ficción. Los casos de corrupción, los abusos de poder, la falta de libertad de expresión… todo eso ya estaba aunque no lo viéramos en las películas.
La ficción, a no ser que sea distópica, se alimenta de lo que está pasando. Incluso a veces es más fácil contar ciertas cosas. Hablar de los procesos legales de los papeles de Panamá es una cosa, pero narrarlo en la ficción es otra. Y es posible que esa otra forma llegue mejor al lector o al espectador.
Aunque esto también entraña cierto peligro, me parece. Cuando esa realidad de corrupción y de excesos de poder está tan presente en la tele, en el periódico y en las series, puede que se termine normalizando de alguna forma. Ya no nos escandalizamos ante los abusos de poder, es como que nos hemos inmunizado. Lo estamos viendo, por poner el caso, con el tema de la vacunación. Un obispo o un alcalde que se ha puesto una vacuna que no le correspondía, y que sale en una rueda de prensa a contártelo con absoluta normalidad. Como si no fuese consciente de dónde está el problema. Abordarlo desde la ficción es una cosa, pero otra es seguir peleando por poner los medios para acabar con la corrupción y el abuso de poder.