"La relación con los espacios de poder a través de cómo nos posicionamos mediante los lenguajes artísticos. En el espacio natural, respecto a las otras especies, respecto a la sociedad y como individuos", expone Teresa Grandas, comisaria de la exposición y conservadora del MACBA. "Es verdad que existe una crítica implícita feminista, pero no es solo eso, es mucho más al individuo como ser social y respecto a las otras especies animales. Por lo tanto, es una crítica más compleja y más de fondo que atañe a toda la especie (...) más que solo feminista, creo que es una mirada que se niega al sometimiento del individuo", añade.
Fina Miralles (Sabadell, 1950), artista transdisciplinar que, desde Cadaqués, Girona, mira al medio ambiente, a la ruralidad y critica el empoderamiento autoimpuesto del ser humano ante otros seres, ya sean animales o no. También cuestiona las bellas artes académicas, desde el lenguaje hasta la materialidad. Prueba de ello es la obra más antigua de la muestra, Naturaleza muerta, un bodegón elaborado por elementos orgánicos y minerales que forman el paisaje: conchas, ramas, algas. Naturaleza muerta está lejos de los bodegones tradicionales que enseñaban a Miralles en las escuelas de arte durante el Franquismo. De hecho, la autora extrae del entorno natural materiales en lugar de pintarlos y, de este modo, realiza una "reelaboración del concepto de pintura que ya no sigue el trazo del pincel".
"Me interesa mucho toda esta generación que empieza a trabajar muy a final de los sesenta o principios de los setenta. Una generación que se cuestiona lo que eran las convenciones artísticas y experimenta con los lenguajes. Empieza a cuestionar lo que se había entendido con el arte hasta ese momento, incluso algunos de ellos hacen propuestas que desmaterializan la obra, son más performativas", declara Teresa Grandas.
Por estas cuestiones, y otras muchas creaciones y acciones, Miralles es pionera en el arte conceptual realizado dentro del territorio del Estado español aunque su obra desdibuja los epígrafes. En los años setenta, emergió un movimiento artístico y crítico que logró expresarse mediante diversas vías. En el caso de Fina Miralles: performance, fotografía, vídeo y pintura fueron algunos de los canales desde donde señaló sus focos de acción. Estos, en varias ocasiones, exponen la injusticia animal, el sometimiento que recibían (y reciben) estos seres vivos en los zoológicos o en las matanzas con una clara conciencia antiespecista.
"El momento político en el contexto español era muy cerrado y bastante opresivo, había poco intercambio cultural. Por lo tanto, los artistas necesitan utilizar su trabajo como forma para romper lo que tienen alrededor. Hay también una necesidad respecto al entorno político y social, en el caso de las mujeres más marcado. Las mujeres tenían unas restricciones a nivel de las expectativas (...), años en los que existían leyes específicas en el Código Penal para las mujeres, desde que una mujer no podía ser adúltera y estaba penalizado por la ley, mientras que el hombre sí. O una mujer no podía abrir una cuenta bancaria sin la autorización paterna o del marido, ni un negocio, ni tener el pasaporte… Esto es algo que Fina plantea en sus obras, esa condición de sometimiento y rompe con esos estereotipos", explica Grandas.
La artista catalana también utilizó su propia figura para construir su obra. Una de sus creaciones más representativas fue Dona-arbe (Mujer-árbol), que forma parte de su serie Traslaciones, realizada en 1973 en diferentes entornos naturales. En Traslaciones, Miralles juega e investiga modificando la posición de algunos elementos orgánicos. Acciones como hacer flotar en el mar cuatro metros cuadrados de hierba. O como la Mujer-árbol para la cual Miralles se autoplantó en la tierra, enterrando sus dos piernas en un campo de Sant Lorenç del Munt, Barcelona.
"Está rompiendo nuevamente las convenciones de lo que es el espacio natural, el espacio artístico, dentro del espacio artístico. Quién es el artista y qué es la obra; al final son las dos cosas lo mismo. Por lo tanto, está subvirtiendo todos los códigos de valores que nos han enseñado a aceptar", dice la comisaria de la exposición. Añade que el zoológico "es un artificio que el hombre crea para mostrar su poder respecto al resto de las otras especies", pero que ella en cambio "se está integrando totalmente dentro del entorno natural como una especie más". "Para mí tiene una radicalidad política muy potente, no tan evidente como otras obras, pero a medida que vas desgranando todos los sentidos que lleva implícitos es de una fuerza brutal", añade.
La exposición del MACBA visibiliza en vida a una artista precursora en diversas ramas artísticas, que, durante su etapa activa, no gozó de una gran difusión ni prestigio. De hecho, solo una obra que forma la muestra es propiedad de un coleccionista privado. Miralles creaba y no vendía. Su posición ante la comercialidad del arte quedó aún más clara en 1999 cuando Miralles donó toda su obra al Museo de Arte de Sabadell. "El performance no representa nada ni hace nada. Se vive. El performance lo tienes que vivir. En este siglo XXI tenemos que enviar la teoría del arte a la mierda y hacer una cosa viva", espetó Miralles en una entrevista publicada en Pikara Magazine.