Leemos en una de las paredes de la Nave Parkour: "El parkour se constituye como una contracultura del movimiento. Nos devuelve la conexión con nuestro 'yo' primitivo, o como lo denominaría la vieja escuela francesa: Espirit Sauvage". Cuenta Miguel Espada que cuando aún no era mayor de edad vio unos vídeos de un francés corriendo y saltando azoteas, muros y tapias, y aquello le dejó tan impresionado que salió a la calle a intentar andar por las paredes. El también doble de acción tiene un movimiento vampirístico, casi rozando al volar, se eleva a modo pluma como si su cuerpo pesase entre poco y nada. "El parkour es un modo de vida. Estoy especializado en quemarme, en montar a caballo y en hacer parkour, que en la narración del cine se traduce en ser ladrón y salir corriendo y/o saltando, o ser el bueno y escapar de los malos. El parkour también va bien para salvar gatitos [se ríe]".
Las cualidades físicas de los traceurs se deben al entrenamiento casi militar que conlleva este deporte. Aunque los profesionales como Antonio Mojonero (Shifer) corren y saltan como si fuese algo intuitivo, los inicios del parkour necesitan además de altas capacidades físicas, conocer los límites del cuerpo y pensar cómo actuar y manejar equilibrio, manos, recepción o empuje. No consiste en saltar a lo loco, es más bien un ejercicio de ponerle cabeza y blindar el miedo para poder ir salvando obstáculos. Dice Mojonero que es "el arte del desplazamiento". "El parkour es libertad, es todo menos reglas. No hay competición, solo compites contra ti mismo", asegura.
Shifer es uno de los más conocidos, seguidos y admirados dentro y a nivel internacional, tiene más de un millón de seguidores e incluso la plataforma de RTVE Playz lo ha fichado para una serie documental llamada Héroes. Además de ser uno de los tres miembros de la academia de Vallecas, tiene un grupo llamado What (les siguen más de 4,5 millones de personas) con el que acaba de publicar el libro Los What Parkour: fuertes y libres (Ediciones Martínez Roca, 2021). Cada vez hay más jóvenes que se echan a las calles o visitan su academia para copiar lo que en el cuerpo de Shifer parece magia.
Eduardo Arocha soñaba con venir a Madrid desde Gran Canaria para conocer a sus amigos de las redes sociales del parkour y entrenarse con ellos. "Madrid es la mejor ciudad de España para esto, tiene distintas alturas, los parques y numerosos recintos son buenísimos para practicar, aquí somos muchos y cada vez más. Ponerse en forma en la calle es salud. La filosofía que hay detrás es ponerse en forma por si alguna vez lo necesitas, es importante manejar nuestro cuerpo, y esta es la manera más divertida", afirma.
Arocha es fisioterapeuta y cree que el parkour no es un deporte, sino una cultura para relacionarse con el resto y sobre todo con el entorno. "He querido dedicarme en cuerpo y alma, y con la Nave lo estoy cumpliendo. Las posibilidades del parkour son infinitas, y el cómo te enfrentas a saltar o trepar los obstáculos de la calle depende de tu creatividad y tus capacidades físicas". El deportista observa que tienen alumnos de todas las edades, y que una de ellas le aseguró que cambiar el yoga por el parkour fue de las mejores decisiones antiestrés que había tomado en la vida.
Arocha nos cuenta que esta disciplina viene de Francia: "Hay que remontarse a más de 100 años para atrás. El oficial de la marina y profesor de educación física Georges Hébert inventó lo que se conoce como Método Natural, entrenarse en el campo o en la ciudad e ir salvando obstáculos corriendo, saltando, escalando, moviéndose a cuatro patas, y así trabajar la resistencia, la fuerza, la potencia, el equilibrio y la elasticidad".
Este método de entrenamiento se popularizó en los barrios de clase trabajadora y lumpen de París de la mano del actor David Belle sobre los 80 y 90. Fue su padre Raymond Belle, exsoldado del ejercito vietnamita y bombero de París, quien le inculcó esta manera de ejercitarse. Así David Belle formó la Parkour Worldwide Association y protagonizó la película de culto para los seguidores del parkour Distrito 13. Los Yamakasi son el grupo de acróbatas y saltarines urbanos que formaban las amistades de Belle. En 2013 se estrenó la película con el mismo nombre en la que retrata las andanzas de este grupo de parkour, que fue un auténtico éxito. Eduardo asegura que a España llegó sobre el 2000, pero que desde hace cinco o seis años se ha popularizado y extendido a casi cada barrio.
"Es muy importante grabar lo que hacemos al saltar o desplazarse. Así podemos ir corrigiendo errores, ver exactamente dónde has puesto el pie, la mano o cómo has girado. En Internet hay millones de tutoriales de cómo saltar y diferentes técnicas, pero si alguien puede enseñarte en un espacio como este, donde por ejemplo no hay esquinas que puedas clavarte o las construcciones no son de piedra sino de madera, pues es más seguro y fácil", asegura Miguel Espada.
Leemos en otra pared de la Nave Parkour: "Es una disciplina que promueve la cooperatividad frente a la competitividad, el respeto hacia uno mismo y hacia su entorno, el autoconocimiento, el contacto con la naturaleza y con nuestras habilidades innatas; una disciplina que, a través de su práctica en público en ciudades modernas, llama colectivamente a los viandantes a reconsiderar el papel del ejercicio físico".
Miguel Espada lleva muchos años divulgando este entrenamiento a través de la Asociación Madrileña de Parkour (AMPK) mediante clases gratuitas y talleres en colegios e institutos: "Cuando empecé a practicar esto no se conocía mucho y la gente me decía con retintín que si no era mayorcito para saltar por el parque". El deportista señala que lo mejor que tiene este deporte es el no competir, ya que "cada persona es un mundo y con los años cada uno desarrolla un estilo y se hace suya la técnica. Es cierto que ahora hay competiciones, y por el capitalismo y las marcas se está desvirtuando la filosofía, pero eso no está en el ADN de lo que hacemos".
Miguel Espada y Edu Arocha concluyen que el parkour es una buena manera de enfrentarse a los miedos, trabajar la seguridad personal y la confianza en sí mismo, además de un ejercicio que mueve todos los músculos y, por supuesto, el primero órgano: el cerebro.