La arquitectura construye escenarios para la vida y eso es precisamente lo que se aprecia en la exposición retrospectiva que le dedica a Carme Pinós el Museo ICO de Madrid, que se puede visitar hasta el próximo 9 de mayo. En ella se exploran los trabajos de una de las profesionales más importantes del sector en nuestro país, responsable de obras tan significativas como el CaixaForum de Zaragoza o la torre Cube en Guadalajara. Pero su trayectoria no se queda ahí, tal y como demuestran los más de 80 proyectos propios desarrollados a lo largo de tres décadas y ahora expuestos en el recorrido de esta muestra.
Pinós se percibe con demasiada frecuencia como un eco del arquitecto Enric Miralles (1955-2000), con quien estableció una relación sentimental y laboral de la que nacieron proyectos tan importantes como el Cementerio de Igualada en Barcelona, considerado una de las necrópolis más modernas de todo el país.
La arquitecta catalana inició así una primera etapa que, pese a no ser la de mayor peso en su carrera, es la que suele atraer la atención mediática. ¿Por qué? "Hay dos factores. El primero es que en el mundo de la arquitectura las mujeres hemos sido una minoría hasta ahora y nos cuesta más ganar confianza y que se crea en nosotras. El segundo es que mi socio y compañero era un hombre con un carisma muy fuerte y me hacía sombra de cierta forma", responde a elDiario.es Carme Pinós desde su estudio de Barcelona, donde trabaja en próximos proyectos.
En la muestra, comisariada por Luis Fernández-Galiano, no pasa desapercibida esa "sombra" a la que hace referencia Pinós. El recorrido arranca en 1980, pero en lugar de maquetas lo que se ve son cajoneras enclaustradas que contienen los trabajos creados junto a Enric Miralles. Es un espacio solemne, de escasa iluminación y con imágenes monocromáticas de los proyectos dispuestas a lo ancho de las paredes. Más adelante, en una segunda sala a la que se accede por unas escaleras, llega el color. Comienza la década de los 90 y con ella Pinós inicia su estudio de forma independiente. Y, ahora sí, vemos las obras en todo su esplendor.
Es en esta segunda etapa donde florecen proyectos que, aun sin pasar la fase de concurso, reflejan la riqueza propositiva de Pinós. Uno de ellos es un parque dunar en Matalascañas (Huelva), pensado para hacer de cobertizo sobre los bares situados frente al mar. El proyecto se ancla al lugar como la vegetación a la tierra: adaptándose al entorno. Los arcos imitan las formas de las dunas y marcan el recorrido de los visitantes, mientras que en el techo se disponen estructuras de madera pensadas para colocar lonas que generen zonas en sombra.
"Todos los concursos en los que participé los tengo muy presentes, porque eran muy reales y responsables, y no propuestas basadas en la imaginación. Si ahora me encargaran la plaza de toros de Móstoles, la haría bastante igual que cuando la presenté a concurso. Siempre está muy claro lo que pretendemos en función de lo que pide el lugar", explica la arquitecta. No obstante, como confiesa Pinós, pasar a la fase de construcción siempre es algo "muy emocionante" porque "ves cómo lo que era tu proyecto empieza a ser utilizado por la gente".
En su caso hubo algo que sirvió de punto de inflexión: la torre Cube de Guadalajara (México), construida entre 2002 y 2005. La idea era crear un edificio con oficinas ventiladas y luminosas que aprovechara las virtudes del clima local sin necesidad de usar el aire acondicionado. "Era un proyecto arriesgado que enfrenté con éxito y entonces los clientes empezaron a confiar en mí. A partir de ahí el resto de la gente comenzó a fijarse en mi trabajo, y eso marcó un antes y un después en mi carrera", afirma la especialista.
Otro hito arquitectónico es el del CaixaForum de Zaragoza, terminado en 2014 y que Pinós pensó como un edificio "que genere ciudad y nos haga sentir parte de ella al habitarlo". Es concebido como una pieza escultórica en mitad de un parque que busca formar parte del espacio público. ¿Y cómo lo consigue? Separándose del suelo para liberar su planta baja.
Este modo de construir es reflejo de lo que Carme Pinós considera que es la ciudad: un lugar de reunión donde nos hacemos sociales y se genera colectividad. Algo que, a veces, pasa por darle espacio al peatón. "Hay que olvidarse del coche para ir a todas partes. La contaminación o el ruido son cosas agresivas porque siempre generan un peligro, por eso hay que fomentar el transporte público, que también se puede hacer a prueba de pandemias. Debemos pensar más en clave de comunidad y el coche es un elemento muy individualista", sostiene.
La arquitectura es el escenario en el que se desarrolla la vida, por eso Pinós incide en algo muy importante: la responsabilidad del arquitecto. "Estamos construyendo el espacio de la sociabilidad, que es donde nos relacionamos y transcurre nuestra actividad. La luz o la falta de ella en una escuela, una casa sin corrientes de aire… todo eso depende de la arquitectura", dice la experta sobre aspectos que quizá hemos apreciado más que nunca durante estos meses de confinamiento y pandemia.
Pero Pinós no solo habla de lo que se edifica, también de lo que se derriba: "El arquitecto antes de construir tiene que destruir. Cuando cortas árboles ya nunca van a ser los mismos". Y eso, añade, es otra responsabilidad porque "cualquier acto de la arquitectura no tiene vuelta atrás".