Entre las muchas celebraciones cabe destacar la reciente publicación de Berlanga: vida y cine de un creador irreverente, escrita por Miguel Ángel Villena y ganadora del XXXIII Premio Comillas de Historia, Biografía y Memorias 2021 que convoca la editorial Tusquets. Un libro osado que estudia la filmografía del realizador tejiendo con oficio, y prosa propia de reportaje, una sorprendente red de conexiones con lo más desconocido e íntimo de la vida del cineasta. Rescatamos algunas vivencias que crearon constantes de una filmografía digna de redescubrir.
"Me interesaba descubrir qué tipo de persona se escondía detrás de uno de los genios más importantes del cine español", cuenta Miguel Ángel Villena. Un objetivo ambicioso que le supuso dos años de documentación, estudio cinematográfico y bibliográfico, viajes constantes para recrear los escenarios que vieron crecer a Berlanga, y entrevistas a más de treinta personas que tuvieron relación directa con el cineasta.
Villena es periodista y escritor, colaborador de elDiario.es, y acaba de hacerse con el XXXIII Premio Comillas por este trabajo, que no es sin embargo su primera biografía. Es autor de Victoria Kent (Debate, 2007), Ciudadano Azaña: Biografía del símbolo de la II República (Península, 2010) y Ana Belén (Esfera de los Libros, 2016), entre otras obras.
"Una de las cosas que más me atrajo de su personalidad fue que se reconocía profundamente contradictorio, y esas contradicciones se pueden ver reflejadas en su obra", explica el biógrafo. "Él decía de sí mismo que era un anarquista burgués", y nunca se casó con ningún partido político. Su significación fue siempre esa, la de un infatigable creador cuyas ideas no cabían entre las siglas de ningún partido.
Su padre había sido diputado en el Congreso con el Partido Liberal de García Prieto, y luego pasó a formar parte del Frente Popular como representante de Unión Republicana. Al terminar la Guerra Civil fue apresado y condenado a muerte por las autoridades franquistas, un hecho que marcó el devenir del futuro cineasta, que se alistaría en la División Azul con el objetivo de que le conmutaran la pena a su progenitor.
"Aunque la influencia del padre es limitada porque él mismo confesó que también se fue a la guerra impulsado por un ansia juvenil de aventuras y por la secreta voluntad de impresionar a una mujer de la que estaba enamorado", cuenta Villena. Así, contagiado de ese halo de heroísmo absurdo y hombruno de la propaganda franquista, Berlanga se enroló en el ejército intentando conquistar con sus gestas a una mujer llamada Rosario Mendoza, a la que escribía poesías y cartas. La División Azul le llevó hasta el frente ruso, donde participó en una contienda contra los soviéticos en una fría ciudad a 200 kilómetros de San Petersburgo, hacinado y en condiciones infrahumanas que siempre recordaría con absoluto horror.
La prisión de su padre por haber ostentado un cargo político durante la II República o lo que vivió en la División Azul conformaría una identidad política crítica hacia ideas tanto conservadoras como progresistas, además de convertirle en una persona profundamente antibelicista. "En sus películas cargará siempre, de forma despiadada, contra el poder y contra las costumbres sociales, en clave de comedia". Ya fuere contra la pena de muerte en El Verdugo, o contra los mandos militares tanto republicanos como franquistas en La vaquilla.
En Los jueves, milagro, Berlanga narraba la historia de cinco hombres que decidían fingir una aparición mariana y mentir descaradamente sobre las propiedades sanadoras del agua embotellada de su pueblo, para atraer el turismo devoto. Una sátira al mercadeo de la fe que mantendría a pesar del poder que la Iglesia ejerció durante el franquismo, especialmente en las altas esferas de los órganos censores.
De la misma forma, en Plácido acompañamos las peripecias de un hombre que necesita pagar una letra de su carromato para que no se lo embarguen el Día de Navidad. Un día que en su pueblo se celebra un festival en el que las familias de bien invitan a cenar a personas pobres. Una crítica desoladora al concepto de caridad cristiana.
"Era una persona profundamente anticlerical, aunque respetaba las creencias religiosas de cada uno", explica Villena. Eso sí, admite que "en sus personajes de párrocos y clérigos arribistas se puede trazar un hilo conductor que atraviesa casi toda su filmografía: una crítica constante a la Iglesia como institución y a las costumbres que instauraron en la sociedad española".
En El Verdugo, asistimos a una escena descorazonadora: unos monaguillos retiran los adornos de una fulgurante boda de ricos, en el mismo altar y ante la mirada atónita de una pareja joven y pobre que se va a casar allí. Desahucio propiciado por párrocos que no tienen reparo en recordar a sus feligreses a qué clase social pertenecen. Una escena calcada a la boda del propio Berlanga con María Jesús Manrique en Madrid en 1954.
"La inmensa mayoría de su filmografía está basada en hechos reales, alimentada por cosas que vivió él mismo, o que le contaron amigos y familiares", argumenta el autor de su biografía. Los jueves milagro, por poner otro ejemplo, se inspira en unas apariciones fraudulentas de les Coves de Vinromà en Castellón, que le contó su tía. "Era como una esponja, era capaz de empaparse de la realidad que le rodeaba y transformarla en una tragicomedia. De hecho, su obra se basa tanto en su vida que un par de veces su madre le recrimina que plasme las miserias de conocidos suyos en pantalla, para que la vean todos los españoles".
En La escopeta nacional, el Marqués de Leguineche coleccionaba pelos de coño de todas las mujeres con las que se había acostado o había violado. Su hijo, de hecho, ponía patas arriba la cacería que tenía organizada tras secuestrar a una actriz.
En Tamaño natural, un hombre casado y con una amante se encapricha de una muñeca hinchable con quien da rienda suelta a sus peores y más oscuros deseos. Una obsesión presente en muchos personajes de Berlanga, que de hecho generó protestas de colectivos feministas en Francia y en Italia contra el estreno de este filme en 1973.
El mismo cineasta recordaba en sus memorias que, durante su juventud, había frecuentado los prostíbulos valencianos y madrileños: era algo muy habitual entre la juventud masculina de su generación (nació en 1921) y su clase social.
"Berlanga era alguien misógino, erotómano y fetichista, y eso es algo reconocido", sostiene el biógrafo. "Era también un gran coleccionista de literatura erótica y le encantaban las revistas porno o la ropa interior de las mujeres". Los personajes femeninos que escribía y que plasmaba en pantalla, sin embargo, contrastaban ferozmente con su vida personal. "Las mujeres que he entrevistado me han dicho siempre que Berlanga era un hombre tímido y de una educación exquisita para con el trato a la mujer", describe Villena.
"Su madre y su mujer tenían una fuerte personalidad. Su madre me la describió un nieto suyo como una Bernarda Alba que llevaba a toda la familia recta como un palo", recuerda Villena. "Por todo ello Berlanga tiene una relación muy ambigua con las mujeres. Por un lado le generaban una atracción enorme, fetichista, pero por otra le daba miedo: teme a las mujeres en el trato cercano".
A lo largo de Vida y cine de un creador irreverente, Miguel Ángel Villena no se conforma con estudiar la filmografía del cineasta y tender puentes con su vida, sino que también rescata la labor de quienes han analizado pormenorizadamente su obra. Es el caso de la cineasta Josefina Molina, y su discurso de ingreso en la Real Academia de las Bellas Artes de San Fernando titulado Misoginia y feminismo en el cine de Berlanga. "Siempre agradeceré a Berlanga que con Tamaño natural nos exculpe a las mujeres de su miedo y que, gracias a su sinceridad, pretendida o no, nos haya ayudado a lo largo de su obra a comprender mejor la angustia existencial de determinados hombres", decía Molina en aquel discurso.