Consuelo Durán está exultante, como puede leerse en estas comillas. La directora de la casa de subastas Durán ha cerrado una jornada histórica con el respaldo de los coleccionistas. No había precedente de su atractivo para el mercado, porque siempre renunció a él, pero Juan Carlos Argüello (1966-1995) se presenta como un nuevo valor en las cotizaciones del arte urbano.
La sala se llenó para pujar por la obra del primer grafitero de España y el que más rendimiento obtuvo, como era obvio, fue el boceto con su firma sobre la silueta de Madrid y el Pirulí al fondo. Salía con un precio de 6.000 euros y creció hasta los 17.000 euros. Desde la primera pieza se vio que las cotizaciones iban a escalar, porque de 1.500 euros subió hasta los 6.000 euros. "No esperaba esta reacción. Antes del lote de mi hermano, no había muchas pujas, pero en cuanto ha llegado su momento la sala se ha activado. Esto debería llamar la atención de los museos", sostiene Fernando Argüello, hermano de Juan Carlos, que nunca antes había presenciado una subasta.
Fernando Argüello es el dueño del fondo que este miércoles ha empezado a desmenuzar por primera vez desde su fallecimiento hace 25 años. En su casa tiene también una colección de más de 3.000 fotografías realizadas por el propio Muelle durante sus incursiones a la ciudad, que guarda bajo llave para montar una exposición en algún museo que se interese por ellas. De momento, tal y como adelantó el Museo Reina Sofía a este periódico, la principal institución de arte contemporáneo del país no tiene interés en la obra de este pionero en el grafiti.
Fernando se fijó en la persona que compró en la sala la pieza más cara: "Era un tipo bien plantado, cincuenta y tantos y con pasta. Estoy muy contento, más que por la pasta por el reconocimiento", dice. A las cantidades cerradas en la venta de cada pieza hay que añadirles un 22% (el 18% de comisión y los impuestos a la comisión).
No todos muestran tanto entusiasmo con la llegada de Muelle al mercado. Javier Abarca, profesor e investigador especializado en grafiti y arte urbano y fundador de Escuela Urbanario, señala que lo que se ha vendido no tiene que ver con el trabajo en la calle del grafitero de Campamento. Una cosa es lo que hacía en papeles y otra lo que hacía en la calle, son capítulos diferentes. Considera que la llegada del grafiti a las casas de subastas supone una privatización de lo que antes era público.
"El error está en entender el grafiti como una de las bellas artes. Ahora parece que una institución privada, que forma parte del mercado, ha legitimado la obra de Muelle como arte, pero ni el mercado tiene interés en el arte, ni el grafiti es arte. No es ese arte que forma la tradición occidental del arte. Lleva otro camino que no tiene que ver con eso", cuenta Abarca. Tampoco tiene constancia de que Muelle rechazara el mercado, a pesar de no haber vendido nunca su obra.