El diagnóstico es claro: los principales museos del país tienen en sus colecciones una abrumadora mayoría de obras de creadores hombres, mientras que las mujeres representan aún una muy significativa minoría. Lo mismo sucede con las exposiciones temporales que organizan, protagonizadas sobre todo por los artistas. Para muestra, un dato: con doscientos años de historia, el Museo del Prado de Madrid, una de las principales instituciones culturales de todo el mundo, no programó su primera exposición dedicada a una pintora hasta octubre de 2016. Fue sobre Clara Peeters, pintora flamenca, pionera de los bodegones, un género denostado en la época precisamente porque estaba asociado a las creadoras.
Pero más allá de lo cuantitativo, repensar los museos implica revisar muchas otras variables. La presidenta de Mujeres en las Artes Visuales, Lola Díaz, pone algunos ejemplos: "Desde cuestionar el funcionamiento interno –la mayoría de los patronatos de los museos están ocupados por hombres y la toma de decisiones está, por tanto, muy masculinizada–, la representación que hay de las artistas en las exposiciones, o incentivar la investigación para rescatar muchas más artistas de las que se señalan actualmente. Pero también supone hacer una relectura de los contextos históricos en los que se han producido las obras, de contextualizarlas desde el pasado y desde el presente para quien ahora las contempla".
Es decir, lejos de la tan citada actualmente cultura de la cancelación, la propuesta es más bien adaptar la descripción de una obra a la sociedad en la que vivimos y contextualizar su explicación. Reinterpretar el arte. Modernizar criterios. Reflexionar sobre el papel que el propio museo tiene en la sociedad.
La subdirectora artística del Museo Reina Sofía, Mabel Tapia, está de acuerdo con el razonamiento de Díaz. Desde hace años el museo trabaja para incorporar la perspectiva de género a la institución. Tapia cree que la última década, marcada por el auge del feminismo y por iniciativas como las de MAV pero también por la interpelación de una gran parte del público, ha supuesto un punto de inflexión. La subdirectora del museo insiste en que el cambio no puede ser solo cuantitativo –una suma sin más de artistas y de obras de creadoras–, aunque esa parte sea sin duda importante para acabar con la masculinización de los espacios artísticos.
"En el museo trabajamos sobre dos planos. Uno, sobre la brecha que hay en coleccionar hombres o mujeres, invitar a artistas hombres o mujeres, comisarios hombres o mujeres… Es decir, una perspectiva que va a saldar una deuda histórica de discriminación", explica. En la última década, el Museo ha aumentado un 21% la adquisición de obras de artistas mujeres para su colección, y las exposiciones temporales centradas en las obras de creadoras han crecido un 33%. Los porcentajes son significativos, pero la brecha que arrastra el museo es grande: su colección está formada por 24.000 obras de arte, de las que solo el 14% pertenece a mujeres artistas. En ese mismo periodo, 69 de sus exhibiciones temporales fueron comisariadas por mujeres y 104 por hombres.
Mabel Tapia prosigue: "Pero tratamos de que el trabajo no empiece y termine en eso. Antes que nada es deconstruir una lógica y construir otros modos de hacer y de comprender el museo. El museo como institución cultural es hegemónica, europatriarcal, centrada... que comienza en un momento determinado, el de la modernidad, en el que se establecen discursos totalizantes etc. Hay que ser más transversales, menos fragmentarios, menos afirmativos… El museo tiene históricamente una forma afirmativa de proponer y funcionar, y esa forma es heteropatriarcal. El feminismo viene a romper con ello para generar más preguntas que respuestas absolutas, lanzar hipótesis sin necesidad de llegar inmediatamente a una conclusión totalizadora… También supone la inclusión de otros sectores que normalmente no habían sido interpelados en las narrativas y en la construcción de las historias", explica.
Entre esos sectores que el Reina Sofía sí intenta ahora incluir están las empleadas domésticas o las trabajadoras de la fresa, dos de los colectivos laborales más feminizados y precarizados, con los que el museo ha llevado a cabo varias acciones. También con los vecinos del barrio de Lavapiés, adyacente al museo, uno de los más multiculturales de Madrid, quienes pidieron al museo, por ejemplo, poder hacer uso de sus jardines. Por otro lado, la institución ha implantado varios recorridos feministas a su colección, tanto desde el punto de vista de las artistas como desde temas normalmente menospreciados o invisibilizados. El feminismo es una de las líneas de trabajo de su centro de estudios, tanto en lo que se refiere a la programación de actividades como en la investigación y el debate.
Tapia hace hincapié en cambiar "la forma de contar, de narrar" el contenido del museo para evitar, entre otras cosas, la sensación de que las artistas siempre son 'las otras' y de que sus obras se añadan como un complemento en lugar de repensar el espacio al completo. El Reina Sofía está reorganizando actualmente su colección permanente con estas ideas en mente. En una de sus salas, el ideal de hogar americano de mediados del siglo XX contrasta con la enorme 'Araña' de Louise Bourgeois, un 'hogar', una 'madre' que la artista ideó con un sentido muy distinto al del 'american way of life'. La crisis de la masculinidad también entra en el museo con obras de Marcel Duchamp y Cy Twombly.
Una de sus exposiciones temporales actuales alberga la obra de la artista Ida Applebroog, cuyo trabajo está atravesado por el feminismo. La pieza central de la exhibición es una instalación con los dibujos que hizo durante meses a partir de las observaciones diarias de su vagina. Esa es otra de las labores en las que trabaja el Reina Sofía: la de visibilizar la obra de creadoras que no han sido consideradas parte de la historia del arte. Como Charlotte Johannesson, otra de las protagonistas de sus exposiciones temporales: la artista sueca combina una obra ejecutada entre un telar y un ordenador Apple II Plus que apenas había sido expuesta en grandes museos y que ahora es reivindicada.
La presidente de Mujeres en las Artes Visuales, Lola Díaz, destaca que actualmente las instituciones culturales tengan "más interlocución, más apertura y más disposición a dialogar" gracias a la presión social y al activismo de colectivos como el suyo, pero también es crítica: "Hay museos que lo están haciendo con más intensidad que los españoles". Díaz menciona, por ejemplo, la Tate Modern de Londres, cuyas exposiciones individuales son ya paritarias.
Dentro de poco, MAV pondrá a disposición de cualquier museo o galería que lo desee una herramienta de autodiagnóstico en español e inglés para "ayudar" a que miren "desde la igualdad, tanto su estructura, como su trabajo interno y sus actividades externas", dice la asociación. Y concluye Lola Díaz, su vicepresidenta: "Necesitamos caminar hacia museos y centros con una mirada más antropológica, menos colonialistas , que cuestionen el pasado y el presente, con nuevas relecturas y contextualizaciones de sus colecciones. Museos que representen a la totalidad de la sociedad, diversos y participativos".
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