Fue en el certamen italiano donde su director, el italiano Emanuele Crialese, confesaba a la prensa que la historia de esta película, la de una madre y su hijo trans que comienza a pedir que lo llamen como a un chico y no como a una chica, era la suya. Crialese es uno de los directores más respetados del cine italiano gracias a títulos como Terraferma, pero nunca había contado su propia historia en público. Algo tan íntimo que conocía su círculo más cercano, pero que nunca había tenido la necesidad de explicar. Lo hace ahora en forma de película y con Penélope Cruz como esa madre que es todo amor y que entiende a su niño por encima de un marido machista y abusador.
Crialese cuenta desde Valladolid que todas sus películas nacen de su experiencia pero que es cierto que, en este caso, nace de “una representación bastante fiel” de sus sensaciones cuando tenía diez años. Una representación que siempre debe introducir ficción y en la que “hay mucha transfiguración” con la intención de convertir “la autobiografía en algo universal, que conecte con los otros, por lo que el guion se escribió en ese sentido, intentando universalizar una experiencia muy personal”.
En su relato, sencillo y emotivo, presenta a su madre como una mujer también atrapada. No en una identidad que no le corresponde como su hijo, sino en un matrimonio abusivo. En esa necesidad de escapar y de encontrar su lugar se encontrarán, y Crialese mostrará sus ganas de huir con escapes de fantasía a través de la televisión. Es así como Penélope Cruz se transformará en Raffaella, que para el director es un icono de la libertad sexual y política. “Su hijo ve que la madre no es feliz, y quiere verla feliz, y por eso se la imagina cantando, bailando, la proyecta como si fuera una diva. Creo que eso es una característica típicamente humana del ser humano, esa capacidad maravillosa de usar la imaginación y crear arte, no importa en qué forma. Y cuando somos niños esa capacidad evasiva con la imaginación está más desarrollada y poco a poco la vamos perdiendo de adultos, por eso siempre hay niños en mis películas, porque es una forma de recordarme esa libertad y que hay que renovarla y ejercitarla”, cuenta.
La película capta la mirada de Penélope Cruz, a la que el director compara “con esas mujeres inmortales del cine”. Cuenta que él normalmente no coge la cámara durante los rodajes, pero que cuando vio a la actriz española, cambió de idea. “Cuando vi a esa criatura, quería saber dónde iba a poner la cámara, cómo la iba a encuadrar y miré como si fuera un microscopio, la iba a analizando, su mirada es un misterio que no se puede explicar”, relata. Así, hasta que eligió comenzar el filme con sus ojos, una toma que captó para “analizar cómo funcionaba su mirada” y que finalmente lo conquistó. “El misterio de la fotogenia”, dice Crialese que vio claramente que “Penélope tiene algo que tenían Sophia Loren y Anna Magnani”.
Para Emanuele Crialese, no hay mucha diferencia entre los protagonistas de sus anteriores películas, centradas en la inmigración, y L’Immensitá, sobre un niño trans, ya que al final todas “exploran el tema de la identidad”. “Somos seres dinámicos, nuestra identidad nunca es la misma. Siempre está en proceso de cambio como nuestra memoria. No recordamos hoy las cosas como las recordábamos hace diez años. La migración es un movimiento y creo que, junto a la imaginación, una de las características del ser humano es el movimiento, las dinámicas de explorar y de conocer. También me interesa mucho el viaje de cualquier hombre y mujer que vive en una situación de marginalidad. Son los que son atacados los que un momento nos iluminan, los que nos dicen que hay que cambiar la perspectiva, cambiar la mirada. Y el cambio de mirada normalmente nos trae siempre una evolución”, describe.
La película sale en un momento en el que en Italia ha llegado la extrema derecha al poder, mientras que en otros países se debaten sobre la necesidad de una Ley Trans. Crialese cree que el tema de la identidad es “una historia tan antigua como el hombre” y propone poner el foco en otro sitio, en que “la población trans no es una amenaza para nadie”. “Creo que tenemos un problema de identidad, y el problema no es la identidad trans, sino la identidad en general. La lucha es sobre los derechos civiles y humanos, ¿por qué esa categoría de gente, la gente trans, no tiene los mismos derechos que todos? Porque se ha dicho que damos miedo. Se nos ha atacado", asegura.
Cree que se ha extendido una campaña para alentar ese miedo hacia la comunidad trans, y pide dejar de señalar al colectivo: "¿Por qué asusta la existencia de esa gente? Porque tenemos un problema de identidad. Tenemos un problema de identidad sexual. Tenemos un problema de identidad política. Tenemos un problema de identidad como ser humano. Y es normal, podemos abordarlo como una cosa normal en la historia. Hay momentos en los que tenemos que mirarnos y preguntarnos dónde estamos. Las cosas ya no son como eran ayer, el mundo ha cambiado, y hay que preguntarse cómo podemos comunicarnos y cuáles son nuestros valores inalienables. Lo que pasa ahora es que hay una categoría de gente que está estigmatizada, pero el problema no lo tienen ellos, lo tienen los que tienen un problema con ellos”.