Son dos luchadoras, cada una a su forma. Cada una en un momento diferente y en un estatus social diferente. A Belén Esteban siempre se la miró con condescendencia, como si por ser de barrio tuviera que pedir perdón por convertirse en famosa, mientras que nadie ha cuestionado nunca a Isabel Preysler. El encuentro entre ambas lo ha imaginado la directora Marían Antón Cabot en Soc vertical pero m'agradaria ser horitzontal, un corto de algo menos de 40 minutos que se ha presentado en el Festival de Cine de Sevilla dentro de la sección de Nuevas Olas. Antón Cabot forma parte del colectivo ‘lacasinegra’, del que forma parte Elena López Riera, que acaba de deslumbrar con su primer largo de ficción, El agua.
La idea de juntarlas nació al descubrir ese elemento en común que es Benidorm, un elemento que también las une con la realizadora, que nació en la ciudad alicantina. En 2007, un profesor de la universidad de Marían Antón realizó un estudio sobre la estancia de Sylvia Plath en Benidorm. Salió en las noticias y todas compraron el libro. Eso le llevó a unirlo en su mente con Belén Esteban, que tampoco nació allí, pero que siempre ha tenido una relación muy estrecha con la ciudad y siempre lo ha dicho en cualquier plató. “Ha venido toda la vida, desde que es adolescente. Allí conocío a Jesulín, su madre vive allí, y a lo largo de los años siempre ha defendido un montón Benidorm y en su biografía, Ambiciones y reflexiones, habla también de Benidorm. Por ejemplo, ella un día dijo en Sálvame que tiró las cenizas en la cruz que se ve en el corto, y de repente, todo el mundo fue a tirar las cenizas a la cruz y el ayuntamiento tuvo que decir, ‘oye, parad que esto no es un cementerio, esto es una cruz que hay aquí’. Para mí era como una fantasía juntar a dos personas muy diferentes”, cuenta la directora desde Sevilla.
Una vez tuvo la idea, la pregunta era clara: quién podía dar vida a ‘la princesa del pueblo’, una imagen que todos tenemos en la cabeza y que está constantemente en la televisión y las revistas. La elección sorprende por inesperada. Ruth Gabriel (Días contados), se tiñe de rubio y se enfunda un bañador amarillo para pasear por las playas de Benidorm convertida en La Esteban. No la imita, eso sería un suicidio, sino que intenta captar su esencia y despojarla de la máscara para que la gente vea la persona detrás. La idea es ver cómo esas mujeres se desprenden de sus personajes ante una desconocida en la que se ven reflejada y acaban mostrándose como son realmente, con el paisaje de la ciudad, lleno de neones, despropósitos urbanísticos y carritos motorizados de fondo.
La actriz recuerda la llamada de su representante en medio de la pandemia: “Te mando un e-mail, por favor, léelo con la mente abierta”. En el mail estaba la propuesta del corto. “Obviamente eso había que hacerlo, había que intentarlo y, sobre todo, que era un reto, pero María sabe que yo he pasado mucho miedo, porque al fin y al cabo es una mujer que todo el mundo conoce. Hay quien la adora. Hay quien no la soporta. Hay quien ni sí ni no… pero hay una parte muy humana que fue la que hemos trabajado y que para mí era muy atractiva, que es una persona que siempre está mostrando una careta al mundo. Queríamos mostrar ese momento en el que no tiene por qué darle explicaciones a nadie y ser de una manera mucho más auténtica. Es una historia de complicidades entre dos mujeres que se miran la una a la otra y se sienten en casa, se sienten a gusto”, explica la actriz.
Directora e intérprete reconocen que ambas son dos caras de la misma moneda. Dos mujeres escapando de la sombra de un hombre que las asfixia, y lo hacen con los recursos que tenían. “No son los mismos los recursos que tenía Sylvia Plath a los que pueda tener ahora Belén Esteban. Las dos son muy abiertas con sus sentimientos, las dos están muy expuestas, pero en el caso de Belén hay una rabia por vivir y por luchar por su sitio y por su lugar, que es algo que yo creo que también es lo que ha hecho que sea un personaje tan admirado, porque de alguna manera se ha vuelto contagioso. Parecía que iba a ser la más tirada, porque además se le echaron encima con la separación, y se crea su propio personaje, su propia historia, sus propias reglas dentro de la vida. Y por eso también para mí era muy interesante hacer a esta mujer y desde ese punto de vista. Me pareció muy atractiva la propuesta a nivel actoral, para mí era un caramelo”, añade Ruth Gabriel.
Antón Cabot añade que ambas derribaron barreras, porque “a las dos se las utilizó de manera muy clara”. Pero también quería mostrar un encuentro entre dos personas donde no hubiera ningún interés ni relación de poder, “simplemente el encuentro con el otro, lo maravilloso que es poder encontrarte con una persona sin que haya una atracción sexual ni nada, solo el querer conocer a una persona, estar ahí y ver la maravilla que surge”. “A mí me gusta mucho juntar a dos personas, los universos que se crean con ello. Cuando ves a Pedro Sánchez con Macron pienso, pero esto es maravilloso, quiero ver qué hacen, de qué hablan…”, dice entre risas.
A Belén la conoció en Benidorm, porque es clienta de la tienda de su hermano y es consciente del proyecto. Contactaron con ella al comienzo y le pasaron el guion, pero luego no han tenido más respuesta, aunque están deseando que lo vea. Un corto que también es una carta de amor a su ciudad, normalmente vilipendiada, y con el que quiere “colaborar un poco con el imaginario de la ciudad y mostrar otro Benidorm sin los clichés”. Algo que la une con los cineastas de su generación como López Riera o Chema García Ibarra, para los que los acentos y las ciudades marcan la personalidad de sus propuestas, personales y lejos de los clichés que ahora marcan las plataformas.