La mística se refiere a una actividad espiritual que busca conseguir la unión del alma con la divinidad. Una experiencia muy difícil de alcanzar, e igual de difícil de describir. Puede ir acompañada de fenómenos como visiones, levitaciones, estigmas en forma de llagas o heridas, percepciones extrasensoriales o bilocación; que consiste en que el místico es visto en dos sitios o más al mismo tiempo.
Ana Garriga y Carmen Urbita están terminando sus tesis doctorales en Brown University (Estados Unidos); y desde 2020 son las autoras de Las Hijas de Felipe. Un podcast sobre monjas, demonios, embustes y alquimia en los siglos XVI y XVII. En la mayoría de sus episodios aparece Teresa de Jesús y otras místicas. Además de los fenómenos vividos por ellas.
"Creer en los fenómenos místicos es una cuestión muy personal, aunque independientemente de que creas o no, siguen siendo algo muy relevante. Gracias a ellos contamos con un volumen de material escrito por estas mujeres y en torno a ellas; que abren una ventanita a una subjetividad femenina que si no, no existiría", afirman, "no se nos ocurre otro corpus de textos en torno a mujeres o creados por mujeres, desgajado de la mística desde la Edad Media al siglo XV".
Las responsables de Las Hijas de Felipe recuerdan que las místicas fueron muchísimas, y que el fenómeno místico les permitió acceder a conocimientos muy diversos. Entre ellos, "ciertos saberes científicos que parecerían algo completamente opuesto. María Jesús de Agreda cuenta en uno de sus arrobamientos cómo se eleva sobre la tierra, asciende muchísimo y contempla todo el universo, de forma que de pronto del discurso místico entra en el tratado de geografía. Es algo que no te esperas encontrar ahí".
Las místicas eran mujeres que se leían unas a otras y sus referentes eran otras mujeres. En este sentido, cabe preguntarse si podrían considerarse feministas antes de que existiera esa palabra para hablar de los derechos de las mujeres. "Somos reacias a hablar de feminismo", valoran, "no se puede hablar de las místicas en general, y sí quizás de cómo ciertas mujeres utilizaron la retórica o ciertos dones de la mística, y cómo se leían unas a otras y luego recreaban eso con fines que ahora se pueden llamar feministas".
"Nosotras hablamos mucho de María Jesús de Ágreda, una de las grandes místicas del siglo XVII. Ella ya sabía todo lo que habían hecho las místicas de los tres siglos anteriores, son modelos casi exclusivamente femeninos que se releen", sostienen, "supo utilizar muy bien tanto el don de la bilocación como las visiones y arrobamientos para cartearse con Felipe IV e influir en política internacional". "Desde ese punto de vista", concluyen, "sí se pueden ver ciertos aspectos del misticismo como una herramienta de resistencia y de tejer sus propias redes e instrumentos".
La profesora Cirlot no cree que fueran feministas, porque no había una autoconciencia de género. No obstante, sostiene que las místicas tenían una visión femenina del mundo, y cita a Hildegard von Bingen, mística, poeta, filósofa, y compositora del siglo XII, una de las mujeres más poderosas e influyentes del medioevo.
"Ella ve los aspectos femeninos de Dios y tiene una imagen suya muy femenina. Y otras mujeres, cuando hablan de la unión con Dios, están hablando de una unión y una relación amorosa esencialmente femenina. Esa mirada propiamente femenina ha hecho que, por ejemplo, filósofas del posmodernismo como Luce Irigaray se hayan sentido muy cercanas a las místicas de la Edad Media", argumenta la investigadora, "aunque en sus textos no pretendan reivindicar a la mujer, si muestran una mirada femenina hasta tal punto que los hombres místicos querían ser mujeres, buscaban su parte femenina".
"Hay algo muy esencial de la mística, que es básicamente reclamar una relación de intimidad directa con Dios a través del mecanismo que sea: un don de la bilocación, penitencias extremas, cualquier cosa. Creemos que el hecho es muy arriesgado, que hay algo feminista y muy subversivo en que te saltes toda una jerarquía eclesiástica y toda una jerarquía de directores espirituales y confesores. Sin entrar en si crees en eso o no, al reclamar una relación directa con Dios ya te estás saltando el aparato disciplinar masculino", reflexionan Las Hijas de Felipe.
Las vidas de la mayoría de las místicas son una combinación constante entre la contemplación y la acción. Teresa de Jesús fue una verdadera activista: decidió reformar la Orden del Carmen, adoptando la regla primitiva basada en la práctica de la oración y del ayuno, en no poseer rentas ni propiedades, en guardar silencio y en descalzarse. Así fundó un primer convento en Ávila y después lo extendió por toda España, recorriendo caminos, a veces en condiciones durísimas, hasta fundar un total de catorce. Esto le supuso grandes luchas con los superiores de su orden y consultas a confesores y teólogos, que, en su mayoría, no comprendían sus ideas.
"En el caso de Santa Teresa, es muy evidente que ella es la primera que sufre mucho por la tensión que le genera estar entre una vida contemplativa basada en el desasimiento; con una en la que el día a día está muy atravesado por gestiones, dinero y objetos", declaran. Cirlot recuerda que en la Edad Media ya se combinaban la vida activa y la contemplativa: "El místico no es un ser retirado del mundo, no es un eremita, puede vivir en comunidad. El caso de Teresa es muy iluminador porque tenía una vida muy agitada desde el punto de vista de la actividad. Pero, por otro lado, su obra sale de la parte contemplativa, es necesaria esa unión".
Las experiencias místicas son muy difíciles de explicar y comunicar con palabras. Sin embargo, las místicas escriben todo el tiempo. De Jesús empieza primero por orden de sus confesores, para poner en claro consigo misma las experiencias que está teniendo. Después lo hace con verdadero empeño. La investigadora Cirlot plantea la importancia de preguntarse por qué escriben las místicas. "Diría que no escriben ni por afán intelectual, ni por vanidad, ni por su propio ego, no existe todo esto", comenta.
Y cita a una de ellas: Margarita D'Oingt, una monja cartuja francesa del siglo XIII, mística muy reconocida y una de las escritoras más antiguas identificadas de Francia, que dijo: "Escribo porque si no me moriría. Tengo el corazón tan lleno que lo tengo que sacar". "Esta es la cuestión fundamental en la escritura mística, es una afirmación bastante única. Esta necesidad tan radical es lo que les hace escribir, combinada con el ánimo que los confesores ponían en que las mujeres escribieran. Es verdad que la figura del confesor es muy importante en la Edad Media y, hasta Teresa, son los confesores los que incitan a la escritura, pero esto no sería nada si no hubiera existido esa radical necesidad interior", plantea Citrol.
En el acto de escribir hay claramente una voluntad de trascender para Las Hijas de Felipe. "Siempre defendemos que la Santa Teresa que más nos interesa es la amiga de sus monjas, cuidadora y responsable de ellas. Pero creo que también había muchísimo afán de trascender en la escritura y eso se ve muy claro tanto en los grandes libros como en las cartas", sostienen, "es una persona que escribe compulsivamente. En 40 años de vida que se le conocen, el volumen de la escritura que produjo fue impresionante. Ya simplemente el proyecto de reforma espiritual es una voluntad de trascender".
A su vez, resaltan el fenómeno en masa de las místicas. "Hay vidas de mujeres de la corte, aristócratas y demás, pero es otra cosa muy distinta y muchísimo menor. Esto es literalmente como en masa, hay muchísimas", afirman, "conocen la vía del misticismo porque se han leído unas a otras; que realmente es el único camino al que una mujer podía optar en aquel momento si tenía cierto sentido del espectáculo, era vanidosa y quería trascender. Ese era el camino perfecto".
La mística española tiene un estilo literario muy elevado, muchos de sus textos se consideran obras maestras de la literatura en lengua española. "Unamuno decía siempre que los místicos habían inventado el lenguaje. Y creo que sí, que hay una tendencia, al menos en la literatura española. Al ser supuestamente una experiencia tan inefable y espiritual, el tener que sacar al lenguaje de su sentido más utilitario y someterlo a muchísimas contorsiones, hace que haya mucha elevación literaria en ciertas creaciones de la mística. Se trata de hablar sobre la imposibilidad de mencionar lo que en realidad estás verbalizando", reflexionan.
"Lo que más nos fascina es que se crean modelos autorreferenciales constantes", concluyen, "se leen entre ellas y si no dejan testimonios escritos, leen sus hagiografías o escuchan a los predicadores. Es una producción del conocimiento enteramente femenina o versada en subjetividades femeninas; y eso es grandioso".