La idea de Yes Future es de ser positivos de cara al futuro. En el libro escribe gente como Yago Álvarez o Layla Martínez, esta última, de hecho, en ‘Utopía no es una isla’, habla de cómo los productos culturales deben dejar de ser distópicos y pesimistas y dar esperanza. ¿Su libro os ha dado alguna idea?
Nega: Sí. La verdad es que el libro es bastante inspirador. El pesimismo se ha convertido en hegemónico y para ser revolucionario hay que tener esperanza. Si no ofreces alternativa tenemos un problema, sobre todo cuando toda la cultura va en la misma dirección. Si todas las series, películas y libros de ciencia ficción son sobre distopías, imaginaremos un futuro terrible. Es lo que decía Mark Fisher, que es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. El disco es heredero de ese libro y está bien reconocerlo.
También queríamos darle la vuelta al lema punk del 77 de Sex Pistols de 'No Future' y poner de manifiesto lo mal que ha envejecido ese lema. Fíjate, desde el 77 todos los movimientos que se han dado: el zapatismo, los procesos en Venezuela, en Bolivia, los movimientos antiglobalización, las primaveras árabes, el 15M, Syriza, Podemos.... Fíjate si ha habido acontecimientos que han cambiado nuestra realidad, pero la fuerza que sigue teniendo ese lema y ese pesimismo cínico es lo que hay que combatir. Si la izquierda transformadora no cree que pueda haber una alternativa al capitalismo y un futuro, ¿cómo vas a convencer a tu compañero de trabajo o a tu vecino? ¿Para qué vas a movilizarte?
Layla Martínez plantea la cuestión de dónde nos vemos en 50 años. ¿Cómo veis vosotros ese futuro?
Nega: Un paraíso ecosocialista en el que Elon Musk y el Bezos trabajan en arrozales y la gente se desplaza en bicicletas y patinete eléctrico (risas). Es que un futuro bajo el capitalismo dentro de 50 años no lo veo posible. De haberlo, me lo imagino en disputa por la gasolina, por el agua. La ley de la selva. O sea, que cambiemos el sistema o no hay futuro.
Toni: Más que cómo imaginamos es qué queremos. Son las respuestas que se buscan en cierta medida en el libro. ¿Qué futuro queremos construir? Si seguimos como estamos hasta ahora lo veo muy oscuro, pero sí que pienso que en 50 años podemos construir un sistema alternativo. Exterminando de una vez el maldito capitalismo podremos tener otro tipo de futuro. Pero si seguimos en este consumismo, si seguimos quemando la atmósfera, si seguimos sin aceptar el cambio climático, pues el futuro que nos espera es poco alentador.
N: Es que hay partidos políticos que niegan el cambio climático. Hay representantes en las instituciones que niegan el problema medioambiental. Fíjate qué panorama.
En el libro hay un texto de Miquel Ramos, un referente teórico sobre el antifascismo y el auge de la extrema derecha en España. Con la victoria de Meloni en Italia, ¿hacia donde creéis que se dirige la ultraderecha en Europa?
T: Es preocupante. Es cierto que las derechas siempre han existido, pero los movimientos más extremos y discursos que antes se callaban o decían en privado, ahora se escuchan abiertamente y muchas personas lo asumen. Han ganado parte de la batalla cultural. Una posición socialdemócrata que antes se consideraba ‘light’, ahora se ve como algo radical. Es lo que está pasando en Italia, Francia o Hungría… Habría que preguntarse qué estamos haciendo mal para permitir que la extrema derecha esté ganando tanto terreno. Ciertos medios de comunicación tienen bastante culpa de estos ascensos.
N: Cuando saltó Carla Toscano, la diputada de Vox, e insultó a Irene Montero, todo el mundo se echaba las manos a la cabeza. Pero claro, si echamos la vista atrás había un reportaje de una página en El Mundo de esa señora. Los medios de comunicación han normalizado las posturas de extrema derecha.
T: Tanto medios de izquierda como de derecha han comprado su agenda mediática. Muchas veces hay titulares con sus palabras textuales, aunque sean mentira. Si no se contrasta, se reproduce un mensaje peligroso. Incluso ahora con lo de la Ley del ‘solo sí es sí’, tanto los medios de derechas como de izquierdas hacen muchísimo hincapié en ello. No se habla tanto de las barbaridades de Marlaska en Melilla.
Respecto al disco me sorprende que en la primera canción lo primero que hacéis es una autocrítica. A polémicas, dejes machistas… ¿Cómo han evolucionado Los Chikos del Maíz estos últimos años y de dónde nace esta autocrítica?
T: La sociedad avanza y hay cosas que antes se permitían que ahora no. Tanto nuestro público como personas cercanas nos han señalado actitudes y comportamientos negativos para que los revisemos y mejoremos. Sería absurdo negarlo y aferrarnos a que esas canciones eran de otra época y que tenemos que seguir cantándolas.
Es curiosa la actitud de ser autocríticos con actitudes machistas cuando otros, como hemos visto con Pablo Motos o el Xokas, se defienden. ¿Qué opináis?
N: Creo que no reconocen que se han equivocado porque no piensan que hayan hecho nada mal. Y ahí está el problema, no piensan que tengan que disculparse.
T: También se justifica con su audiencia. Dirá: “como tengo un montón de espectadores cada noche no estoy haciendo nada mal porque siguen viéndome”. Cuando realmente el tener un público no te da la razón de nada. Lo peor es que ha tenido la oportunidad perfecta para pedir perdón y dar un aire de renovado.
N: Lo peor es que se ponga el foco en esto y no en la Xunta culpabilizando a las víctimas de las violencias machistas. El periodismo tiene que cuestionarse cuánto dinero público se gasta en dañar a las víctimas.
También decís que os arrepentís de ciertas polémicas. ¿Alguna en concreto?
N: Cuando lo digo es porque Los Chikos del Maíz, para bien o para mal, hemos estado en todos los fregaos’ de este país: movidas con artistas, con noticias, con periodistas, con otros grupos, con políticos… Y echando la vista atrás, pues es como: hostia, igual a veces nos deberíamos haber callado alguna.
Habéis conseguido vivir como artistas. En la actualidad existe un discurso de que gracias a Internet muchos han podido realizar su carrera subiendo canciones a las plataformas digitales. ¿Cómo es de factible vivir de la música para alguien de clase baja?
N: Cada vez es más difícil. Si te das cuenta, los artistas mundiales provienen en su mayoría de la clase media. Cada vez es más difícil encontrar a artistas que triunfen que vengan de clase trabajadora. Si se precariza el trabajo, si hay horarios demenciales y la gente está explotada, si la gente no tiene tiempo porque vivimos en la sociedad de la inmediatez, en la que va todo muy deprisa, la gente no tiene tiempo para crear. Para crear se necesita tiempo, se necesita tener un horario razonable para luego en tu tiempo libre, hacer una canción o escribir una novela o pintar un cuadro. Además, vemos que el dinero público se lo llevan grandes festivales. El panorama es complicado y hay una alta precariedad. Algo significativo del “yo me lo guiso, yo me lo como”, es que la mayoría de artistas mundiales, sobre todo de la música urbana, son solistas. Ahora mismo no hay grupos.
T: Nosotros le debemos mucho a Internet. Ahora lo veo todo mucho más difícil porque hay muchísimo producto y oferta. Además, la inmediatez hace que las canciones caigan en el olvido a las pocas semanas, incluso que sean de un artista grande.
Hay quien tacha a los raperos que empezasteis en el 2000 de ‘puretas’. ¿Vosotros cómo veis la evolución actual de la música?
N: Gracias a la revolución tecnológica y que cada uno pueda tener un estudio en su casa existe una gran variedad. Ahora hay de todo. En cuando al hip hop, en España se está viviendo un momento buenísimo. En el disco nos apetecía que saliese gente nueva y nuevos sonidos. Por eso hemos contactado con Ergo Pro e Ill Pekeño, Pauliña o Space Surimi.
T: También está el tema de la música urbana. Se ha etiquetado como urbano a algo que realmente funciona como el pop de antaño y se ha convertido en hegemónico. Nosotros no sentimos que estemos en ese espacio, aunque podamos escuchar esa música a veces.
En otra entrevista Ergo Pro e Ill Pekeño decían que el rap debe ser siempre antifascista. Pero ahora está el debate de que se pueden decir más cosas usando códigos, es decir, sin ser tan explícitos en el mensaje político. ¿Qué opináis sobre esto?
N: Es complicado. En los últimos tiempos se le ha quitado cierto valor a la música explícitamente política. Hoy en día si te dicen que tu música es un panfleto es que es algo negativo. Yo no estoy para nada de acuerdo. Hay algunos que cuando intentan ser políticos critican a la policía y no es eso. Ser político es hacerlo de forma ingeniosa y es algo más complicado.
T: Nosotros en las primeras maquetas la técnica la cuidábamos menos. En los últimos años sí que hemos intentado atenderla más. No hacemos frases tan largas, cuidamos más el flow. Las frases no son tan directas e intentamos darle un doble sentido. No sé, creo que se puede hacer buena música y sonar panfletario.
N: También es que que sea panfletario no significa que sea malo. Tenemos ejemplos, desde Chaplin hasta Kandinsky. ¿A caso Novecento es una mala película por ser un panfleto comunista? Yo creo que no deja de ser una obra maestra aunque tenga tintes políticos. Joder, yo reivindico el panfleto y el arte político.
La muerte de Pablo Milanés ha recordado que en un momento la canción protesta tenía un gran poder social. Y la realidad es que gracias a grupos como vosotros muchos chavales se interesaron por la política o por las contradicciones del sistema. ¿Hacen falta más artistas que se mojen políticamente?
N: Claro. Hace falta que todo el mundo del arte se moje más en general. Pero si lo haces, pagas un precio. Cuando fuimos al Wizink, el día anterior tocó Sergio Dalma. Nosotros metimos el doble de personas que él. Él salió en muchísimos medios el día siguiente y nosotros no.
T: Sí, pero bueno, que no piensen que por mojarse van a ser peores artistas. En el 15M hubo un boom de relacionar la música con la política. Ahora da la sensación de que eso ha desaparecido. No sé si es por el precio que pagas, pero la gente tiene que atreverse.
En la otra cara de la moneda está esa represión. Hace casi dos años del encarcelamiento de Pablo Hasel y Valtonyc sigue en el exilio en Bruselas. ¿Creéis que se ha dejado el tema de lado?
N: Es curioso que se hable de la cultura de la cancelación desde partidos como Ciudadanos cuando hay raperos exiliados, encarcelados y perseguidos en el Estado español. En este país la libertad de expresión es para quien la puede pagar.
T: La noticia se ha olvidado. En su momento parecía que iba a haber un indulto o una ley para que la injuria a la monarquía no fuera penada. Pero cuando pierde la primera plana en los medios, desaparece. Valtonyc lleva ya cerca de cuatro años exiliado en Bruselas y de vez en cuando sale en los medios cuando sale una sentencia en contra de la derecha y a favor de Valtonyc sale algo, pero es que él sigue ahí. Hay que seguir criticándolo
El futuro lo tienen la mano las nuevas generaciones de hoy, como la Z, que reivindica la salud mental y los Fridays for Future. Otros la ven como la que nunca se manifiesta. ¿Qué pensáis de los jóvenes de hoy en día?
N: A mí la acción directa de los museos me parece estupenda (risas). Me da la sensación de que la gente no está muerta. La gente critica mucho desde el sofá y sus redes. Creo que ahí hay un tufo reaccionario con todas las acciones climáticas horrible. Ese “en mi época se luchaba mejor” da pena. ¿Qué hacen ellos por defender el clima?
Además está esa contradicción de que se protege el museo, pero no se protege el clima.
N: Es que es muy rancio. Ves las críticas y son para flipar. La gente que critica… ¿hace cuánto que no pisa un museo? Ahora todo el mundo valora Los girasoles de Van Gogh y no saben ni a qué movimiento pertenece.
T: Además se dice mucho eso de la generación de cristal y joder, es una generación que ha vivido en permanente crisis desde la del 2008, ha enlazado con la del coronavirus, la guerra, la vivienda, no ven salidas a estudiar… Y aun así ponen movimientos como la crisis climática o el feminismo en primera plana. La juventud sigue en las calles y no están todos idiotizados.
Esta generación también reivindica mucho la salud mental y quitar el prejuicio. Vosotros también lo reivindicáis, sobre todo Toni con el libro de ‘Hambre’. Sin embargo, muchos problemas mentales tienen que ver con la inestabilidad laboral, el desconocimiento del futuro, la explotación laboral… ¿Hacen falta más psicólogos en la sanidad pública o cambiar el sistema de producción?
T: Legislar en materia laboral también es legislar en materia de salud mental. Al final es un problema de salud pública. Si puedes pagar el alquiler holgadamente, tener tiempo para tu ocio, trabajar cuatro días a la semana y librar tres, llegar a fin de mes… pues seguramente habría mucho menos problemas. Y si tuvieras un problema de salud mental serio que tratar, tendrías dinero para pagarlo y no tendrías que tirarte seis meses esperando en la sanidad pública a que te atiendan, ¿no? Muchos de los problemas son un malestar ante la incertidumbre y se arreglaría con un sistema económico y de reparto de riqueza mucho más justo.
N: Me parece muy bien que las nuevas generaciones hayan normalizado el tema de la salud mental e ir al psicólogo. Recuerdo la primera vez que fui a la psicóloga. Me encontré con una amiga, me preguntó a dónde iba y le dije que a hacer música. Ahora ya lo normalizo y creo que es gracias a ver cómo muchos otros también lo hacen. Han hecho que tipos como yo que les da vergüenza decirlo, pues lo digan abiertamente.
T: Ojalá hubiera sabido que necesitaba un psicólogo mucho tiempo antes. Me hubiera venido genial. Que ahora las nuevas generaciones sepan que cuando están mal tienen esa ayuda y sepan pedir ayuda es la hostia.