Si algo era seguro en la época de la COVID-19 es que la crisis tendría un fuerte peso en el arte y en la literatura. Las primeras publicaciones surgieron todavía en mitad del caos y abrieron paso a un sendero de obras que parten de la incertidumbre, el miedo, la desesperanza o la consciencia del presente. Ahora, en la era pospandémica, escritura pospandémica: a lo largo del año se han publicado desde crónicas, diarios y relatos recuperados de los meses de confinamiento hasta novelas, poemarios y ensayos que surgen de la reflexión presente de los días pasados. Algunos de los libros precedentes como Pandemocracia: una filosofía de la crisis del coronavirus de Daniel Innerarity, El virus como filosofía, la filosofía como virus de García Collado y Soares de Moura o Covidosofía, un conjunto de reflexiones sobre la pandemia de algunos filósofos contemporáneos españoles —todos publicados en 2020 y que han seguido leyéndose este año—, marcaron para el día de hoy un nuevo objeto de investigación en el campo del ensayo filosófico.
En ensayo, el miedo ha sido uno de los temas del año. Una filosofía del miedo de Bernat Castany Prado replantea la cuestión del miedo como elemento que paraliza a la sociedad, le hace exagerar las amenazas, minusvalorar sus resistencias y apartarle completamente del mundo. Por la misma línea, Patricia Simón ha publicado Miedo, sobre la incertidumbre en las sociedades occidentales. En absoluto vínculo con las secuelas de la pandemia, los miedos sociales han desencadenado en lo que podría llegar a ser un nuevo subgénero literario: el terror social. Uno de los más vendidos ha sido el de David Jimenez Torres, El mal dormir, que cuestiona el cansancio físico y mental como un malestar contemporáneo propio de la sociedad hiperproductivista; también se ha seguido leyendo No seas tú mismo: apuntes sobre una generación fatigada de Eudald Espluga, que este año se ha publicado una edición en catalán. Sin duda, una de las obras fruto de la COVID-19 más importantes de la actualidad es la nueva de Paul B. Preciado Dysphoria mundi, que escribió durante la pandemia en forma de diario-ensayo para abordar los cambios sociales contemporáneos más vastos que se producen en el transcurso de la actualidad. La obra se presenta como una de las más ambiciosas del ensayo filosófico de la última década.
Otra de las grandes publicaciones de 2022 es la del francés Houellebecq, Aniquilación, una especie de thriller político basado en un futuro cercano en el año 2027. Siguiendo la trama houellebecquiana, lo cierto es que el relato de las distopías es también otro de los fuertes de la escritura de este año. A finales del año pasado Francisco Martorell publicó Contra la distopía: la cara B de un género de masas, un ensayo que cuestiona el apogeo cultural del cine, series y libros sobre distopías como una señal reaccionaria que sostiene que la distopía se antepone a la utopía y genera en la población un deseo de quedarse inerte donde está antes que acercarse al futuro, que se aproxima con un negativismo desolador.
Almudena Grandes también escribió en la esfera de la covid y del auge de las distopías. La escritora, que falleció en noviembre del año pasado dejando un importante vacío en la literatura española, había dejado una obra casi terminada bajo el título Todo va a mejorar, un relato sobre una España del futuro en la que un nuevo partido político lidera el país y lo convierte en una dictadura ultracapitalista. El libro se publicó el pasado 11 de octubre y parte precisamente de una reflexión en plena pandemia que termina por construir una distopía e imaginar un posible y temeroso futuro. La novela fue un refugio para la escritora madrileña durante la crisis de la COVID-19, pero también durante su enfermedad, diagnosticada de cáncer en septiembre de 2020. En sus últimas semanas de vida, cuando la historia todavía estaba sin terminar y la autora había perdido las fuerzas para cerrarla, le pidió al poeta Luis García Montero que escribiera el último capítulo.
La sensación de orfandad en la narrativa española, de una generación que se va, se acrecentó con la inesperada muerte de Javier Marías, un escritor del siglo XX, un maestro de los arranques, uno de los novelistas más leídos y traducidos del castellano.
También Rafael Chirbes y Patricia Highsmith resuenan este año con la publicación de obras póstumas. En 2021 salió a la luz Diarios. A ratos perdidos 1 y 2, un libro de anotaciones íntimas de 1985 a 2005 que Chirbes revisó y preparó para su publicación y que llegó seis años después de su muerte. Este 2022 ha llegado la parte 3 y 4, que lleva el mismo nombre pero que reúne los cuadernos escritos entre 2005 y 2007. “Son los años de lenta gestación, llena de dudas que lo llevan incluso a plantearse abandonar la literatura, de la novela que le supondría la consagración definitiva: Crematorio”, escriben en la editorial.
Lo mismo ha hecho Anagrama con Patricia Highsmith: Diarios y cuadernos. 1941-1995 son “los demoledores diarios y cuadernos de una escritora que en vida fue muy celosa de su intimidad”. La novelista estadounidense guardó unos cuadernos personales entre la ropa de un armario antes de morir y ahora su editora, Anna von Planta, ha hecho una selecta recopilación para sacar a la luz la obra más íntima de la autora, que sin duda ha marcado este año uno de los hitos literarios más importantes de la historia.
La íntima amiga de Pasolini, Dacia Maraini, publicó el pasado abril Querido Pier Paolo, una recreación de su amistad en forma de cartas que le escribe al escritor y cineasta y en la que comentan su escritura, discuten sobre el feminismo y hablan de su homosexualidad, entre otras.
En medio de un boom de series y películas de terror, la literatura recupera también la narrativa gótica y en los estantes vuelven a verse autoras clásicas como Shirley Jackson o Mary Shelley, pero también escritoras de hoy que inventan una nueva forma de terror: con Mariana Enríquez a la cabeza, las escrituras que abordan los pánicos, fobias y angustias de una vida marcada por la precariedad, el individualismo, la sobreexposición, el sistema capitalista o la crisis climática lideran las librerías con autoras como Enríquez, Gopegui o Sara Mesa y señalan con el dedo los síntomas de un mundo cambiante y atroz. Carcoma de Layla Martínez, un relato sobre el odio hacia las mujeres y la clase trabajadora, es uno de los libros de terror moderno más vendidos del año.
Especialmente en los últimos meses del año, han llegado decenas de libros escritos por mujeres en torno a la cuestión de la familia. Frente al relato dulce, nostálgico o amable, la narrativa de este 2022 la protagoniza también un relato de crudeza que pone sobre la mesa un cambio de perspectiva acerca de las relaciones familiares, que se presentan como una problemática, un motor identitario de complejidades, un campo de batalla.
Después de Un amor, novela que encaja justamente con el miedo contemporáneo en torno a la pareja, la soledad y la vida rural, Sara Mesa ha vuelto a triunfar con La familia, un relato sobre el horror cotidiano del núcleo familiar. La misma temática la han seguido otras autoras como Lara Moreno con La ciudad o la poeta Sara Torres con su primera novela Lo que hay, una obra sobre el duelo de una hija por la muerte de su madre.
Precisamente Annie Ernaux, autora presente a lo largo de los últimos meses por su Premio Nobel de Literatura, dedicó varios de sus libros a la exploración de sus vínculos familiares. Con la presente relectura de sus obras a causa de la noticia del premio, la temática de la familia encaja perfectamente en un contexto de cambio de percepción sobre la misma y giro del relato. En Una mujer, Ernaux escribe sobre su madre; en El lugar, lo hace sobre su padre; en La mujer helada la escritora francesa se enfrenta a la comodidad burguesa de su nueva vida como madre y esposa y replantea su felicidad en familia. A propósito, este año ha estrenado su primer filme, que saldrá a la luz en España en enero de 2023 y que también se constituye como un relato visual acerca de la familia: The Super 8 Years nace a través de los vídeos que Ernaux y su marido grabaron durante una década y se muestra como una dolorosa crónica sobre el desgaste de una pareja y la ruptura familiar.
El Nobel de Ernaux ha sido uno de los grandes acontecimientos del año. El premio a la escritora francesa que este año cumplió 82 años trae de nuevo a la esfera de la narrativa contemporánea los libros que escribió desde los comienzos de su vida adulta. En el documental sobre su vida dice que escribiría para vengar a su raza, y la semana pasada repitió la misma frase en su discurso por el Nobel, en el que no dejó de dirigirse hacia la importancia de sus orígenes de clase obrera y a su condición de mujer. “Así concebí mi compromiso a través de la escritura, compromiso que no consiste en escribir ‘para’ una categoría de lectores, sino ‘desde’ mi experiencia de mujer y de migrante interior, desde mi memoria ya cada vez más vasta de los años recorridos, desde el presente, incesante proveedor de imágenes y palabras de los otros”, pronunció. El 2022 cierra las librerías con estantes y secciones dedicadas al completo a la obra de Annie Ernaux, que sin duda ha marcado el fin del año y que promete una eterna presencia en la lectura, escritura y reflexión de las nuevas narrativas.
Quizás el tema sobre lo rural ha perdido fuerza este año: si bien puede decirse que el cine español vive ahora un auténtico boom —Alcarràs, As Bestas, El agua, Suro—, los tiempos de la literatura son diferentes. Aunque lo rural sigue presente, ya no se trata de la fuerza con la que arrancó los últimos años con libros como La España vacía de Sergio del Molino, La tierra desnuda de Rafael Navarro de Castro, Tierra de mujeres de María Sánchez o Feria de Ana Iris Simón, entre muchísimos otros.
Después de Los asquerosos, también una de esas novelas con las que la ruralidad pasó a ser el tema candente de la literatura española, Santiago Lorenzo escribe ahora sobre un joven en una ciudad de provincias en su nueva novela Tostonazo, que publicó hace apenas unos meses. Lo que fue un éxito —especialmente entre el público joven— fue Facendera, la primera novela del poeta Óscar García Sierra que narra la vida de un joven en un pueblo minero de León condenado a la despoblación. Entre las otras publicaciones del año sobre lo rural también está Lo demás es aire de Juan Gómez Bárcena o la de Ediciones El Salmón con Ensayos de agitación rural: rehabilitar el campo vaciado, sobre las propuestas de repoblación de la España vaciada de los últimos años.
El año que será recordado como la primera vez en la historia que el Premio Herralde de Anagrama se declaró desierto por falta de consenso del jurado, ha traído sin embargo otros premios que sacan a la luz el talento emergente de muchos artistas jóvenes. La poeta granadina Paula Melchor ganó este año el I Premio de Poesía Letraversal con Amor y Pan; Ismael Ramos fue galardonado el pasado octubre con el Premio Nacional de Poesía Joven Miguel Hernández por Lixeiro y el zaragozano Omar Fonollosa ganó el Premio Hiperión por Los niños no ven féretros. La lista de nombres de jóvenes emergentes presentes en este 2022 es extensa e interminable: desde Luna Miguel y su reciente publicación Leer mata hasta el poeta más joven en ganar el Premio de Poesía Loewe 2020, Mario G. Obrero, que ahora presenta el programa Un país para leerlo.
Si algo no ha cambiado respecto a los últimos años es que los feminismos y las causas reivindicativas siguen presentes en la narrativa contemporánea. Uno de los libros más resonados lo ha escrito Lucía Lijtmaer: en Cauterio, la autora entremezcla las voces de una pensadora británica del siglo XVII, una joven depresiva del tiempo presente y la de la propia autora que funciona de nexo. La novela se presenta como "una rebelión ante los roles de género contemporáneos", dice su editorial. El repertorio sigue con decenas y decenas de otros títulos: el ensayo de Rosi Braidotti Feminismo Posthumano, la novela Las que faltaban de Cristina Oñoro o la edición de Una sociedad de Virginia Woolf sobre una distopía feminista, entre muchos más.
La insistente visibilización de la salud mental y la normalización de los problemas mentales también se han visto reflejados en la literatura de este año. Brenda Navarro narra en Ceniza en la boca un relato de dolor y memoria de una mujer sobre el suicidio de su hermano: la historia, que encaja nuevamente con la frecuente temática de la familia, es también un grito de rabia sobre la precariedad, la migración y la violencia sistemática. Otro de los más visibles en las librerías, Pequeñas desgracias sin importancia de la canadiense Miriam Toews, aborda también la cuestión del suicidio desde la historia de dos hermanas totalmente dispares: una que vive pequeñas desgracias y otra que tan solo desea morir.
El 2022 constituye sin duda un capítulo trascendente en la literatura contemporánea, que continuará a partir de ahora con nuevas narrativas, reflexiones y peculiaridades nutridas de los acontecimientos dados en el año que nos deja.