El caso de La Monjía es bien conocido dentro y fuera de Soria, entre otras cosas, debido a la polvareda que ha venido levantando en las redes sociales el anuncio de su puesta a la venta en un portal inmobiliario por tres millones de euros. “El monasterio se ubica en Fuentetoba, una zona que reúne las comodidades de vivir en un pueblo que está situado a apenas diez minutos de la ciudad”, explica Pablo Martínez Lablanca, joven historiador soriano preocupado por el futuro del monasterio.
En esa situación de privilegio se encuentra la raíz de todo el problema: años atrás, la finca fue adquirida por un empresario constructor, cuyos planes de desarrollo inmobiliario chocaron con las reticencias del Ayuntamiento de Golmayo —al que pertenece Fuentetoba— y su negativa a recalificar los terrenos. “Es con el actual propietario con el que más se ha descuidado La Monjía; el anterior, al menos, se preocupó por mantener la habitabilidad”, precisa.
La labor de vigilancia de Pablo Martínez se enmarca en el proyecto Románico sin techo, que desde hace un par de años elabora un catálogo de edificios medievales en riesgo de desaparecer en la provincia de Soria, entre los que se encuentra La Monjía. El origen de las desdichas del edificio entronca con el siglo XV, cuando el monasterio —que había sido gestionado por los monjes riojanos de Valvanera— pasó a manos privadas. Una familia noble, los Solier, se hizo cargo de la propiedad, que comenzó a dar señales de deterioro ya en el siglo XX, cuando los herederos de turno no encontraron la forma de rentabilizar la enorme finca. Y eso que el terreno añadió un insólito atractivo. “La fuente de La Toba es un paraje espectacular; se trata de una cascada artificial que nació hace unos cien años, cuando el Ayuntamiento decidió romper la pared de un acuífero para paliar los problemas de agua de la zona”, informa Luis Carlos Pastor, responsable de Románico sin techo. Hoy, La Toba —nombre que hace referencia a la piedra caliza que se forma en este paraje y que se utiliza en la construcción de arcos y bóvedas por su ligereza— es uno de los lugares más visitados de la zona, pese a su condición de propiedad privada.
El mayor objeto de interés, en cambio, se encuentra en su ermita. Se trata de un edificio de pequeñas dimensiones, presumiblemente del siglo XII, cuya cabecera cuadrada llevó al insigne historiador soriano Juan Antonio Gaya Nuño a situar el templo entre los más antiguos de la provincia. Las fotografías de su avanzado estado ruinoso —publicadas en las redes sociales en fechas recientes— han terminado de desatar la alarma. “La nave de la iglesia está cubierta por un cielo raso (techo practicado con yeso y barrotillos) que se está cayendo por efecto de las goteras”, explica Pastor. Es uno de los detalles que se observan en las imágenes que han trascendido, en las que también se aprecian los daños que sufre un inmueble de fuerte impronta barroca en su interior, donde se conserva una imagen de devoción para los vecinos. La Virgen de Valvanera, patrona de la localidad de Fuentetoba, se salvó de los robos que tuvieron lugar en 2015, cuando desaparecieron los últimos objetos, aquellos de los que la propiedad aún no se había deshecho.
“Conozco la ermita porque la veo todos los días desde la ventana de mi casa”, reconoce Francisco Yusta, arquitecto experto en patrimonio que ha podido observar el progresivo deterioro del complejo monástico durante los últimos años. La observación le ha permitido detectar “una grieta en la cabecera que cada día es de mayor tamaño” junto a la pérdida de tejas en la cubierta del templo. En cuanto al edificio adosado, Yusta ha apreciado problemas en la cubierta de la torre, el elemento más visible del complejo. “La parte del edificio renacentista y la posterior adosada están muy hundidas”, añade.
La descripción no tendría mucho de particular, de no ser porque la Junta de Castilla y León declaró Bien de Interés Cultural todo el paraje en 2021, tras incoarse el expediente dos décadas antes. ¿Cómo es posible que un conjunto protegido camine hacia el precipicio de la ruina? “Le pasa a muchos edificios, iglesias y castillos que son BIC, pero donde nadie hace nada”, afirma Francisco Yusta sin titubeos. La conservación está en manos de los propietarios: “Depende del interés, en Soria hay multitud de edificios en manos de particulares que se arreglan y están perfectamente conservados”, precisa, para añadir: “Tiene que haber una preocupación, una finalidad”.
Interés, sí, pero también obligación. “El artículo 24 de la Ley de Patrimonio de Castilla y León y el 36 de la Ley de Patrimonio Histórico de España dicen que el titular, responsable o gestor de un bien de interés cultural tiene la obligación de conservarlo”, asevera tajante Carlos de la Casa, investigador que, por sus funciones, conoce en profundidad el caso de La Monjía. Un deber que, obviamente, el actual propietario no ha cumplido, aunque puede que lo haga en un futuro. Existe constancia de que el constructor acaba de enviar a la Administración un plan director para el mantenimiento del conjunto, cuya protección llegó a recurrir judicialmente. “Las cubiertas de La Monjía están muy mal, pero se aprecia la voluntad de intervenir del propietario y ese es un paso importante”, confirma Carlos de la Casa.
Aún así, existe una segunda vía, un plan b. “Se da la posibilidad de que la Administración actúe de forma subsidiaria y, a continuación, obligue a responder a los propietarios”, admite De la Casa. En la práctica, se trata casi de una vía muerta: si la propiedad es insolvente y no puede pagar, la intervención acaba siendo asumida con dinero público. Si la situación se aplica a cada monumento en manos privadas que precisa de una restauración, el “agujero” económico sería inasumible. “La Administración tiene pocos recursos en relación con la cantidad de patrimonio en problemas que existe y la opción de intervenir directamente solo se produce si se trata de un bien de alto valor o se da una clara demanda social”, desgrana el arquitecto Francisco Yusta, quien apunta también a la existencia de subvenciones para edificios con la declaración BIC, de la que pueden beneficiarse los propietarios si asumen el deber de conservación. De cualquier modo, Yusta estima que la necesaria intervención en La Monjía “es compleja: el edificio necesita un análisis y una inversión posterior importante”.
Hay una segunda obligación, que a menudo pasa desapercibida cuando un monumento se encuentra en mal estado. “El propietario de un BIC tiene el deber de enseñarlo a cualquier investigador que lo solicite y debe también abrir las instalaciones al público durante una serie de horas al mes”, informa Carlos de la Casa. Pero hay monumentos, como es el caso del complejo monástico soriano, que están exentos. En este caso, debido al mal estado de salud del conjunto de edificios y al peligro que puede suponer la visita para las personas que accedan al interior.
Una situación complicada. La de un edificio histórico en manos privadas, protegido por las leyes de patrimonio, que se acerca a la ruina. Y el supuesto interés de los propietarios por rehabilitar un paraje excepcional, quizá con una finalidad turística, como otros hoteles rurales que prosperan en la zona. Pero, ¿qué ocurre mientras? Para los vecinos de Fuentetoba, la situación no es agradable. Los más antiguos del lugar recuerdan la incesante actividad de la finca décadas atrás, un movimiento que se ha ido silenciando con el declive de las labores agrícolas y el éxodo de los habitantes hacia las zonas urbanas. “Es una pena que el deterioro siga adelante”, se lamenta Francisco Yusta, arquitecto y vecino de Fuentetoba.
Y mirando más al presente que al pasado, el 8 de septiembre tendrá lugar, como cada año, la romería en honor a la Virgen de Valvanera. Esa fecha, la propiedad cede el uso a los vecinos de Fuentetoba, pero hace años que los actos religiosos que se celebraban en el interior del templo ya no se hacen, con lo que únicamente se conserva allí la imagen. “Existe cierta preocupación en la zona por el estado de La Monjía; si se cae la ermita, ningún acto se podrá volver a celebrar allí”, informa Pablo Martínez quien subraya, precisamente, la labor de colectivos como Románico sin techo en este tipo de casos: “Lo principal es poner en valor todo este patrimonio para que se conozca y se tome conciencia de su estado, porque es un legado que hay que mantener y proteger”.
¿Cómo se puede garantizar esa preocupación, esa sensibilidad? Aspirante a docente de Historia, Pablo Martínez cree que, además de hablar del patrimonio histórico a los alumnos, la clave está en “trabajar en lo que el estudiante tiene más cercano”. “Es importante enseñarles obras de este estilo, que sepan que en Soria existe un románico sencillo, pero que tiene sus peculiaridades”, apunta el joven historiador, dando por hecho que las grandes obras medievales llegarán de cualquier forma a los cuadernos y dispositivos de los escolares. “Además, hay otros patrimonios que deben conocerse igualmente, como el industrial, que es una huella más reciente de nuestro pasado y también es importante tenerlo presente”, añade. Ese pasado, reciente y de siglos, es el que está en juego en el espectacular paraje de La Monjía.