De Alcarràs se ha dicho ya casi todo, y casi todo se queda corto. Carla Simón estrenaba su segunda película tras un proceso de creación marcado por la pandemia, que paralizó el rodaje cuando debía comenzar, y demostraba que lo de Verano, 1993 no era una casualidad, sino la carta de presentación de un talento como hacía mucho que no veía nuestro cine. Con la película recién montada, fue a la Berlinale y ganó un Oso de Oro histórico para nuestro país. La primera mujer en lograrlo y el primero desde que Mario Camus lo consiguiera con La colmena en 1983.
Alcarràs es la confirmación de una mirada única, que se fija en los detalles y en lo íntimo para ser política. El último verano de esta familia de recolectores (escogidos en un proceso de casting de un año) es un hito de nuestro cine. Una de esas películas que quedan en los libros de historia.
El pase para la prensa de Argentina, 1985 en el pasado Festival de Venecia fue inolvidable. Pocas veces en un festival la gente respondía de una forma tan colectiva y hermosa a una película. Aplausos improvisados a mitad de escenas y tres ovaciones al terminar mientras se escuchaban las lágrimas de los críticos (sesudos y no sesudos). Santiago Mitre y Mariano Llinás han escrito una película que es justicia y memoria histórica. Al revisar los juicios de las juntas que sentaron a los militares argentinos en el banquillo cuenta a su país, pero también pone un espejo terrible delante del nuestro, que nunca juzgó a su dictador ni sus crímenes.
En los últimos años han llegado muchas películas en las que los directores miran a sus infancias. Lo suelen hacer en obras ombliguistas que nos descubren el momento fundacional en el que supieron que querían contar historias. Ha tenido que venir James Gray, uno de los últimos clásicos de Hollywood, a demostrar que se puede mirar a la infancia para hablar de cosas que realmente importan. Los recuerdos de Gray sirven para hablar del hallazgo del privilegio, del reverso del sueño americano y de la importancia de la educación pública. Una película bella, pero política e inteligente que ha pasado injustamente desapercibida.
El fenómeno del cine español del año. Rodrigo Sorogoyen (con su inseparable guionista Isabel Peña) ha logrado su mejor película con este thriller rural basado en una historia real. Sorogoyen muestra su virtuosismo y capacidad para crear tensión en este filme que habla del modelo de vida que queremos y mira al campo, un tema recurrente del cine español de este año. As bestas ha logrado esa extraña unión entre la crítica y el público y ya ha superado el medio millón de espectadores a la espera de su, presumible, triunfo en los próximos Goya, donde parte como favorita con 17 nominaciones.
El año en el que Annie Ernaux ganó su merecido Nobel también se estrenó una excelente adaptación de una de sus novelas más populares, El acontecimiento, en la que la escritora francesa cuenta su aborto clandestino en los años 60, cuando estaba prohibido en Francia. Una película opresiva, inmersiva y una experiencia casi física en donde se siente el dolor y el abandono de esta joven. Ganó, merecidamente, el León de Oro en Venecia en 2021.
Debutar y estar en Cannes es algo al alcance de pocos. Elena López Riera lo ha logrado con un debut que descubre —para los que no lo hubieran hecho con sus excelentes cortometrajes— a una directora cuya mirada es arriesgada, original y nada académica. Una mirada en donde cabe lo rural, lo mágico, lo onírico, las tradiciones orales y una denuncia del machismo opresor que se encuentra en las leyendas que se cuentan a las mujeres de los pueblos para que no se vayan.
Una de las mejores películas españolas del año y una de las que más desapercibida ha pasado. Fernando Franco, director de La herida, ofrece una visión sutil, delicada e inteligente de la sexualidad en cuerpos con diversidad funcional, pero también sobre sexualidades que no cumplen los cánones establecidos por la sociedad. Sin juzgar, con distancia y con una gran capacidad de observación, Franco consigue hablar de un tema tabú con mucha sensibilidad, gracias también a las interpretaciones de Emma Suárez, Telmo Irureta y Valeria Sorolla.
Paul Thomas Anderson es uno de los grandes directores en activo. Salta de género con una facilidad asombrosa y siempre consigue ser personal y relevante. Aquí recurre a sus recuerdos para contar una ciudad y un estado de ánimo: Los Ángeles a comienzo de los años 70, la pérdida del espíritu revolucionario del 68 que provocó una desilusión como la que encarna con acierto Alana Haim. Una versión fresca y divertida de Peter Pan donde esta Wendy acaba con unos niños perdidos que quieren ser emprendedores para no pensar en la falta de futuro.
¿Cómo acercarse a una figura como la de David Bowie sin caer en clichés y lugares comunes? Brett Morgen acertó de pleno al plantear el documental sobre el artista como un trabajo caleidoscópico en el que es el propio Bowie a través de sus declaraciones y su música quien analiza todas sus capas y máscaras. Una película que es como un concierto póstumo, un festín de montaje y material de archivo brillante.
Qué gran cronista de la historia reciente de España es Alberto Rodríguez. Uno de los pocos cineastas que están mirando a las sombras de la Transición no solo para sacar la basura de debajo de la alfombra, sino para entender nuestro presente. Su retrato de la fuga de la cárcel barcelonesa no es un simple drama carcelario, sino un filme que nos apela directamente al hablar de una justicia heredada del franquismo. Su frase “Este país es para los hijos de los dueños” es tan demoledora como perfecta para definir una España que no se sacude el polvo franquista del todo.
No hay una personalidad en el cine español como Albert Serra. Artista, showman y francotirador en una industria donde lo radical brilla por su ausencia. Mientras en Francia le reconocen con todos los premios posibles, en España ha sido ignorado en todos los premios posibles. Una dicotomía que indica que hay tarea que hacer. Entre ella, reconocer el trabajo de un realizador inclasificable que con Pacifiction consigue su película más accesible mientras regala escenas únicas que solo son capaces de nacer en la mente de un genio.
Otra de las muestras del gran año de la no ficción. Regreso a Reims es una radiografía de la clase obrera francesa en las últimas décadas que sirve para entender cómo muchos han terminado votando a partidos de extrema derecha. Es concienzudo y nada condescendiente, y apunta al machismo y el racismo histórico de una parte de la izquierda. Una adaptación del libro de Didier Eribon que cuenta con la voz de Adele Haenel y un excelente trabajo de documentación e imagen documental.
Cristian Mungiu es uno de esos directores que nunca falla. Se fue inexplicablemente de vacío el pasado Cannes con esta película, que se ha estrenado en los últimos compases de 2022 y que es una autopsia al auge de la extrema derecha en Europa a través de un suceso real ocurrido en un pueblo rumano donde quisieron expulsar a dos inmigrantes que iban a trabajar en una panadería local. Sin maniqueísmos, muestra las dinámicas de este pueblo que culminan en un plano secuencia en una asamblea donde los ciudadanos discuten qué hacer con los inmigrantes. Dura y real como la vida misma.
Isaki Lacuesta firma su película más accesible para el gran público en este filme que cuenta las heridas del atentado de Bataclán de dos de sus supervivientes. Coge como materia prima Paz, amor y death metal, el libro de Ramón González, superviviente real del suceso, pero junto a Isa Campo y Fran Araújo, sus habituales guionistas, lo usan como punto de partida para hablar de otras cosas. Del duelo, por supuesto, pero también del racismo, del trauma, de los recuerdos y de cómo aspectos como la clase social o la educación marcan la forma de enfrentarse a los problemas.
El maestro Marco Bellocchio regresa al secuestro y asesinato de Aldo Moro, un tema que ya había tratado en Buenos días, noche. Lo hace para abordarlo desde todos los puntos de vista posible (su mujer, el Papa, el ministro de interior…) y así establecer un vínculo claro con el momento actual y el triunfo en Italia de Georgia Meloni. Una joya de seis episodios.
Olivier Asayas realizó una película que homenajeaba y referenciaba a la obra de culto del cine mudo Los vampiros. Se llamaba Irma Vep, y en ella, Maggie Cheung, se interpretaba a sí misma, una estrella del cine asiático contratada por un director francés para realizar un remake de Los vampiros. Casi 30 años después, el mismo Assayas retoma esa idea, la de un director francés que ahora quiere hacer una serie sobre Los vampiros, y que además ya había dirigido una película que la homenajeaba. Con este inteligente juego de metalenguaje, el director reflexiona sobre el momento actual del cine, pero también se abre en canal en un ejercicio tan brillante como conmovedor.
David Simon regresa a las calles de Baltimore 20 años después de su obra maestra, The Wire, para mostrar que todo está igual… o peor. Un retrato de la corrupción policial en un barrio donde la droga campa a sus anchas que ahora añade los móviles y las nuevas tecnologías como elementos que no existían en su antecesora.
Es extraño que hasta ahora la ficción española no hubiera retratado la ruta del bakalao. Lo ha hecho con éxito La ruta, una de las mejores series españolas del año. Una ficción que tiene la estructura de un disco de vinilo, que viaja de adelante hacia atrás en el tiempo y que tiene en el medio un capítulo doble que sirve para cambiar de cara ese vinilo que es el viaje de cinco jóvenes desde el final de la ruta hasta sus inicios. Un viaje desde la inocencia a la decadencia que no es sentimentaloide ni nostálgico y en el que todos sus intérpretes están perfectos.
Lee la crítica en verTele!: Un emocionante viaje a los orígenes del bakalao que destina personalidad
Una comedia tierna, de buen corazón y llena de risas y emociones, parece fácil pero no lo es. Hay que tener mucho dominio del género para hacer que parezca sencillo esta mezcla perfecta de elementos que se solidifican en un tono perfecto. Lo ha logrado Borja Cobeaga en su primera serie, donde su propia experiencia sacándose el carné de conducir a los 40 le sirve para reflexionar sobre la paternidad encarnándose en un perfecto Juan Diego Botto.
Lee la crítica en verTele!: Se puede hacer una serie sobre sacarse el carnet y triunfar en el intento.
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