Las mujeres que se prostituían eran, constantemente, vejadas, abusadas e incluso asesinadas. Desde septiembre del año 2000 hasta el 2001, un asesino en serie mató a 16 prostitutas en un caso que escandalizó a la sociedad del país. Un suceso que llamó la atención de Ali Abbasi, director iraní que todavía vivía allí cuando ocurrió. Años después se iría a estudiar a Suecia y finalmente se quedaría a vivir y se nacionalizaría en Dinamarca para evitar la censura y el totalitarismo del régimen. Pero aquella noticia se quedó con él. No era solo el asesinato, sino la forma en la que la sociedad y los medios trataron al asesino. No era un villano, sino un héroe para una gran parte de la sociedad. Había realizado una misión que él mismo calificaba como sagrada.
Tras el éxito de su anterior película, Border, una de las obras más sorprendentes del cine de los últimos años, muchos pensaban que Abassi saltaría a Hollywood, una industria siempre atenta a talentos como el suyo, pero se empeñó en sacar adelante esa historia que no salía de su cabeza. Era también, de alguna forma, un ajuste de cuentas con esa sociedad retrógrada que le vio nacer y con la que sigue teniendo un vínculo aunque saliera de allí. El resultado es Holy Spider (araña sagrada), un thriller impecable e implacable, tenso, que te agarra en la butaca y no te suelta. Una película que le confirma como uno de los grandes cineastas del momento y con una capacidad de construir suspense única que ha hecho que le comparen con directores como David Fincher, aunque él asegure que su única referencia aquí es David Lynch.
La película es una revisión del noir que sirve para ofrecer una mirada inmisericorde a un país misógino y reaccionario donde la mujer es un ciudadano de segunda. Holy Spider llega a las salas en un momento donde, precisamente, las mujeres han salido a la calle para protestar contra el régimen iraní. Muchas incluso han perdido su vida por ello. Abbasi se enfrenta siempre a preguntas sobre Irán, y siempre contesta con la franqueza que le caracteriza y se muestra ilusionado pero no optimista.
“Hace unos días me desperté con una noticia de un chico al que ejecutaron hace unos días y las imágenes de su madre en la calle después de escuchar que habían asesinado a su hijo. Allí estaba ella, gritando. No te quedan palabras cuando ves eso, y esa es un poco la situación. Yo trato de hacer cosas, de hacer protestas, de escribir, de hablar sobre el tema… pero en algún momento siento que no paro de decir las mismas cosas mientras siguen matando gente y pienso en qué podemos hacer, pienso en cosas como si incluso deberíamos tomar las armas… Por un lado me siento feliz por la unidad que está mostrando la gente, pero la situación es tan oscura que eclipsa todo”, contaba Abbasi a elDiario.es desde Reikiavik, donde acudió nominado a los premios del cine europeo, donde su película optaba a cuatro galardones.
Lo que tiene claro es que es un tema en el que no puedes ponerte de perfil, y menos si naciste en Irán. “Creo que pasa lo mismo ahora en Rusia, no puedes decir, soy director y no quiero ser político, solo quiero hacer mis cosas. No es posible. Y en Irán es lo mismo. No puedes decir, soy solo deportista, soy solo dentista, no quiero ser parte de esto. Si estás representando a un régimen que está matando gente en las calles como si estuvieran de picnic, y luego vas y haces una reverencia a esos tipos, lo siento pero a mí no me representas. No representas al pueblo de Irán. Me importa una mierda si haces muchos goles. En esta historia hay gente que intenta encontrar un término medio con el Gobierno iraní, pero yo creo que es algo blanco o negro, ya no hay tonos de grises allí, es lo que pienso”, zanja sobre el tema.
Abbasi confiesa a los periodistas que aunque le encante hablar de Irán, también le gustaría hacerlo sobre su película, que le ha llevado 15 años levantar, pero las preguntas acaban girando inevitablemente sobre Irán. Él mismo, al hablar del rodaje, termina contado el laberinto kafkiano en donde entraron al intentar rodar en Turquía, país que eligieron al saber que Irán nunca concedía los permisos. Lo que no sabían es que las relaciones entre ambos países hicieron que nunca lograran el permiso que querían. Un permiso que originalmente dependía del Ministerio de Cultura, pero misteriosamente terminó en manos del embajador de Turquía en Teherán, que les dijo que no podían apoyar esa película. Abbasi fue con su productor hasta Ankara, y visitaron al ministro de Cultura donde fueron agasajados pero redirigidos al Ministerio de Asuntos Exteriores. Tras mover sus vuelos un día y reunirse con ellos les volvieron a mandar, como en Las 12 pruebas de Astérix, al Ministerio de Cultura. “Nos dimos cuenta de que estábamos gastándonos el dinero y no íbamos a poder rodar en Turquía”, recuerda su productor de un filme que terminó haciéndose en Jordania tras el cierre por la covid.
También fue difícil encontrar los intérpretes. Para rodar una película necesitan un permiso del gobierno que Holy Spider no tenía, por lo que eso les impedía contratar a casi todos los actores y actrices del país. A eso hay que añadir que muchas actrices debían interpretar a prostitutas y que el filme incluye una escena que simula una felación y varias de violencia. “Me di cuenta de que no iba a poder convencer a un actor iraní para que lo hiciera, así que busqué a gente de una nueva generación que hubiera crecido o nacido en Europa, que tuvieran una mente abierta”, contaba Abbasi. Fue Zar Amir-Ebrahimi quien aceptó interpretar a la periodista que se hace pasar por prostituta para investigar el caso. La historia de la actriz merece su propia película. Era una estrella de telenovelas en Irán, pero la filtración de un vídeo íntimo de ella con su pareja hizo que huyera del país y se refugiara en Francia. Esta es su primera gran oportunidad desde entonces, y la ha sabido aprovechar ganando el premio a la Mejor actriz en Cannes.
La película ha sido calificada por algún crítico como controvertida o provocadora, dos adjetivos que Ali Abbasi niega tajantemente. “Honestamente no creo que lo sea. Creo que cuando hablas de un tema, necesitas tratarlo de una cierta manera. Creo que hay una necesidad de gustar, y yo creo que estas escenas de violencia necesitaban funcionar como un puñetazo en el estómago del espectador. Creo que lo que tratamos de hacer es no quedar atrapados en este juego de censura. Todos nosotros tenemos sexo, salimos a comer, caminamos… lo hacemos como algo normal, no es algo controvertido de lo que hablar o que mostrar, pero bajo el régimen iraní es un tema tabú, y cualquier cosa que tenga que ver con la sexualidad o la representación del cuerpo de las mujeres lo es. Así que sí, de alguna forma, con eso les queríamos ‘hacer la peineta’, pero, honestamente, y no quiero sonar arrogante, creo que cuando estoy haciendo películas estoy por encima de un régimen sanguinario como el de Irán. No quiero que mi película tenga un diálogo con ellos, quiero que sea un diálogo con el pueblo iraní”.