El temor de Cultura era hasta el martes que los candidatos desconfiaran de la transparencia del proceso si Borja-Villel se presentaba. En el Ministerio habían dado pasos para garantizar la confianza en el concurso con la selección de los expertos del jurado. Desde el Ministerio se compondrá un jurado que, tal y como indican las fuentes del organismo, señalará un proyecto novedoso para el futuro del Museo Reina Sofía. Reconocen el buen lugar internacional que tiene el museo gracias a la labor de Borja-Villel, pero echan en falta un reconocimiento similar para el arte español. Y, sobre todo, el jurado buscará un proyecto que haga frente a la falta de músculo estructural en el organigrama del museo.
La organización que ejecutó Manuel Borja-Villel en el Museo Reina Sofía a lo largo de su mandato hizo desaparecer a los conservadores y conservadoras de la casa. En estos momentos, tal y como informan desde el museo, solo hay tres conservadores del cuerpo facultativo de conservadores de museos en el área de Colecciones. Hay otros tres en el de Exposiciones, tres más en Registro. En el año 2007, en el detallado organigrama del último año de la dirección de Ana Martínez de Aguilar hemos podido contabilizar hasta nueve conservadores del cuerpo facultativo en Colecciones, que fueron abandonando el museo por traslados voluntarios o por jubilaciones amortizadas. En Exposiciones había dos conservadores y en Registro, otros dos.
Comparado con el Museo del Prado, institución que con la dirección de Miguel Zugaza reforzó la presencia de los conservadores de cada área, llama la atención que no se reconozcan investigadores ni investigaciones. A diferencia del Reina Sofía, en el Prado la mayoría de las exposiciones temporales están firmadas por el cuerpo de facultativos internos. Figuras como Javier Portús, Alejandro Vergara, Enrique Quintana, José Manuel Matilla o Teresa Posada forman parte del capital científico reconocido por sus visitantes.
Sin embargo, desde 2008 el Museo Reina Sofía ha padecido la fuga de esos capitales. La cúpula intelectual del centro ha estado conformada por personas de confianza de Borja-Villel, a las que contrató como temporales para puestos de relevancia. Al frente de esa corte destacan su mano derecha e izquierda: Rosario Peiró, responsable del Área de Colecciones, y Teresa Velázquez, responsable del Área de Exposiciones. El director prefirió la confianza a la experiencia. Ninguna de ellas es conservadora, no pasaron por la oposición de las sucesivas convocatorias de oposiciones al cuerpo facultativo de conservadores de museos. Pero les entregó labores propias de ese rango y, en los próximos días, pasarán a formar parte del organigrama como personal laboral fijo, gracias a una convocatoria extraordinaria de empleo público.
El organigrama no ha estado consolidado a lo largo de estos 15 años y fue uno de los motivos de crítica de la fiscalización del Tribunal de Cuentas en el año 2013. Pero ha pasado a ser prioridad de la dirección hace escasos días. El pasado 27 de diciembre, a tres semanas del final del contrato del director, el museo convocó un proceso “excepcional de estabilización de empleo”. Este concurso público servirá, en realidad, para consolidar como puestos de personal laboral fijo a las personas de confianza que Borja-Villel ha ido contratando de manera temporal.
En total son 12 puestos que el director no cubrió con funcionarios de la casa durante su mandato y que ahora, acogiéndose a las “medidas urgentes para la reducción de la temporalidad en el empleo público”, pasarán a ser fijas. La ley estipula que si desde 2016 los puestos se han mantenido de forma ininterrumpida con contratos de carácter temporal, pueden optar a convertirse en permanentes. Y no son cargos menores.
El proceso selectivo dará cobertura a la cúpula del Reina Sofía de Manuel Borja-Villel: responsable del Área de Colecciones, responsable del Área de Exposiciones, responsable de Patrocinio y Alquiler, responsable de Políticas de Público, responsable del Programa Virtual, jefa/e de Actividades Culturales, asistente del director de Actividades Públicas, jefa/e de Actividades Editoriales, jefa/e del Departamento de Restauración, jefa/e de Prensa, asistente del responsable del Programa Virtual y coordinador/a de Exposiciones.
Gracias a esta convocatoria, aunque Borja-Villel desaparezca del futuro del Reina Sofía, sus empleados y empleadas pasarán a formar parte del museo con derechos similares a los de los funcionarios. “Son plazas dirigidas a que las personas que están interinas en sus puestos desde hace años estabilicen la plaza. Afectan a toda la administración pública donde el nivel de interinidad es altísimo, con el objetivo de reducirlo”, reconocen desde el Museo Reina Sofía.
La institución indica a este diario que el objetivo de este concurso público es convertir en fijos a los interinos. Y la redacción de las bases del concurso lo hace todavía más desalentador: si pudiera darse el más que improbable empate en la puntuación entre varios aspirantes por un puesto, vencería aquella persona que tuviera “mayor número de días de desempeño de servicios en la misma clasificación profesional objeto de la convocatoria”. ¿Puede alguien competir contra Rosario Peiró en su cargo de responsable del Área de Colecciones, que desempeña desde que fue contratada por Borja-Villel en 2008?
La institución tenía un amplio margen para realizar la estabilización del empleo de estas personas hasta diciembre de 2024, pero la dirección ha preferido hacerlo antes de finalizar 2022. “De ahí que se hayan publicado en esta fecha”, aseguran desde el museo.
Una de las estrategias internas de la dirección en estos años ha sido transferir los comisariados de las exposiciones al personal contratado fuera de convenio, es decir, temporales. Los conservadores quedaron relegados por esta otra estructura paralela, y sus tareas de investigación quedaron reducidas a la mínima expresión. Entre ellas, una muestra de significativo éxito, que ha viajado fuera del museo en régimen de alquiler y con un contenido que no se ha visto en el propio museo en 15 años: Miró último: la experiencia de mirar, organizada por Carmen Fernández y Belén Galán. Entre 2014 y 2018 giró por Burgos, Seattle, Denver, Buenos Aires o Lima.
Inma Prieto es la directora de Es Baluard Museo de Arte Contemporáneo de Palma (Mallorca) y también es la secretaria de la Asociación de Directoras y Directores de Arte Contemporáneo de España (ADACE) y cree que todo museo necesita un equipo “híbrido”, en el que haya gente técnica que conozca las colecciones en propiedad y “externos” que traigan proyectos de afuera. También piensa que la cúpula de la institución debe estar alineada al director. Por otro lado, ante el inminente inicio del proceso del concurso público que desvelará en abril al nuevo director o directora, Prieto reclamaba un “proceso tranquilo”. “En este momento hay una campaña de difamación contra Manolo y hay que calmar los ánimos”, añade.
Uno de los conservadores del museo –que prefiere el anonimato por miedo a represalias– indica el desequilibrio interno. Cree que la mayoría de sus compañeros y compañeras han abandonado la institución porque se les indicó desde el principio un nuevo papel en la casa. Menos relevante. Los técnicos que conocen las colecciones fueron retirados a un lugar secundario. Aunque se les ha incluido como ayudantes en la nueva narrativa de la colección permanente, estos conservadores han desaparecido de los comisariados de las temporales. En los pocos casos en que han aparecido entre las centenares de muestras, siempre es en segundo lugar, como ayudantes del propio director.
De hecho, Manuel Borja-Villel es el comisario que más se repite a lo largo de estos 15 años de su propia dirección: casi 30 exposiciones llevan su firma. En 2017 batió sus propios récords y organizó cuatro (dedicadas a William Kentridge, Soledad Lorenzo, Lee Lozano y Rosa Barba). En 2018 volvió a repetir con otras cuatro (Poéticas de la democracia, Mairy Baghramian, Eusebio Sempere y Dora García). “El sistema implantado es para que el protagonismo se lo lleven el director y la jefa de colecciones”, informa dicha fuente del museo.
Pablo Martínez fue jefe de programas del MACBA de Barcelona y también trabajó durante unos años en el Museo Reina Sofía. Piensa que “no importa si hay muchos candidatos a director, lo que importa es que haya candidatos que se puedan medir con Manolo, que estén a la altura”. Opina que, con todas las críticas que se le puedan hacer a su proyecto, Borja-Villel “ha creado una visión propia”. Aunque sostiene Pablo Martínez que esa visión “no es la única posible para el museo”. También ha expresado su malestar con el tono del debate sobre la sucesión en los medios de comunicación. Sin embargo, ha echado en falta un esfuerzo por apoyar a las figuras propias del equipo del museo. “Eso no se ha construido en estos 15 años. Aunque también creo que es un fallo que trasciende al director saliente”, dice.
El doctor en Estética por la Universidad Autónoma, Fernando Castro Florez, forma parte del Comité Asesor del Museo Reina Sofía y también cree que no se puede convertir en un plebiscito la sucesión de Borja-Villel, en una discusión que oscila entre la apología y el insulto. “Esto no puede ser. Estamos hablando de un museo nacional”, indica el profesor. Castro Flórez cree necesaria una nueva dirección. No era partidario de que Borja-Villel se presentara de nuevo. “Han sido 15 años brillantes, pero se necesita una nueva perspectiva. Hay otros marcos culturales. Además, es un museo de relevancia internacional pero no ha hecho del arte español algo relevante fuera de España”, indica. Por último, cree que para no desalentar a los candidatos “será fundamental que el entorno de Manolo no nombre al jurado”.
La gestora cultural, historiadora y comisaria de arte contemporáneo Semíramis González cree que el “panorama de duda” sobre el proceso de selección no es el clima idóneo para presentarse a un concurso de dirección. La directora artística de la Agenda Cultural del Instituto de las Mujeres también señala que “hace falta una dirección artística acorde a valores actuales que cumplan, como mínimo, con el código de buenas prácticas y con la paridad”. “La cuestión de la igualdad de género forma parte del ADN de una democracia y debería ser requisito para quien se presente”, indica González. Por último apunta que en las instituciones culturales como el Museo Reina Sofía se debería “huir de las estructuras piramidales que reproducen un modelo patriarcal caduco”.