La actriz no dice su nombre, pero sí cuenta cómo en un momento donde habían dejado de llegar trabajo un hombre le propuso cenar para discutir sobre un proyecto. Al acabar le dijo que fuera al hotel con él y le pediría un taxi. En la habitación, tras unos minutos, él llegó desnudo y se abalanzó sobre ella. Describe la escena como “lucha libre”. Shields, con lágrimas en los ojos, explica los pensamientos que corrían por su cabeza. Cómo pensó en huir y gritar, pero por miedo a que la ahogaran decidió no resistirse. “Me congelé por completo. Solo pensé 'mantente con vida y sal de ahí'. Y simplemente me callé”, añade en el documental. Solo su persona de confianza y guardaespaldas Gavin de Becker lo supo. Fue él quien le dijo que eso era una violación, pero ella vivió negándoselo a sí misma. Incluso llegó a escribir una carta a su agresor que nunca obtuvo respuesta.
Durante mucho tiempo se sintió culpable. “Me decía 'no debería haber bebido en la cena, no debería haber subido a la habitación'”, pero en un momento decidió que era suficiente y parte de su forma de afrontarlo es contarlo en este trabajo. "Simplemente levanté las manos y dije: 'Me niego a ser una víctima porque esto es algo que sucede sin importar quién seas y sin importar si estás preparado o no'. Quería borrar todo el asunto de mi mente y de mi cuerpo. El sistema nunca había venido a ayudarme, así que tenía que ser fuerte por mi mí misma”, continúa.
El testimonio de Shields es un bofetón, la muestra de todos los abusos sufridos por las mujeres en una industria donde dominaba la cultura de la violación. Son sus palabras las que elevan este trabajo dirigido por Lana Wilson, que también realizó el documental de Netflix Taylor Swift, Miss Americana. Aquí repasa junto a ella, sociólogas, feministas y amigas como Laura Linney y Drew Barrymore, la carrera de la actriz desde que se hiciera popular con 11 años. Una vida marcada por su relación con su madre, que también fue su agente, y por el alcoholismo de ella, que hizo que una joven Shields tuviera que ser la figura materna desde muy pronto. Ella era el sustento de su familia, y trabajaba para darle la mejor vida posible.
Pretty Baby muestra la sexualización a la que fue sometida por la industria del cine, la televisión y la publicidad desde que era una niña. El documental toma como título el filme de Louis Malle que cuando tenía 11 años la desnudó para su película, donde daba vida a una prostituta en 1917 en Nueva Orleans. Sin haber dado un beso a un chico de su edad tuvo que hacerlo en la boca de Keith Carradine, 16 años mayor que ella y que entonces rondaba los 30. Desde entonces su imagen fue utilizada como reclamo mercantil. La sexualización de las menores de edad como imagen de marca.
Lo mismo ocurrió en El lago azul, mítica película donde dos jóvenes se pierden en una isla paradisiaca. La actriz, de 15 años, se pasea desnuda durante gran parte del metraje y tuvo escenas de sexo que se usaron como estrategia de marketing. Shields recuerda que el filme, dirigido por Randal Kleiser, fue vendido como su propio despertar sexual. Todo ello lo cuenta ahora, con 57 años y desde la madurez, después de haber reflexionado y entendido lo que estaba pasando. Completan su relato feministas que cuentan cómo la sexualización de las menores fue una respuesta del patriarcado a la segunda ola del feminismo. Si no os tenemos a vosotras, iremos a por vuestras hijas, era el mensaje que se mandaba.
En el documental sale a la palestra un nombre que se ha repetido en los últimos meses, el de Franco Zeffirelli. El director fue acusado hace poco de haber presionado y engañado a los actores de su versión de Romeo y Julieta en 1968 para que salieran desnudos a pesar de ser menores. Ahora, Shields recuerda la tortura que fue rodar para Zeffirelli Amor sin fin, donde se le pedía fingir un orgasmo y para ello el director italiano llegó a pellizcarla directamente puesto que no estaba conforme con el rostro de una actriz que, como confiesa en el filme, no sabía lo que era un orgasmo.
La cima de su sexualización por parte de la industria llegó en unos anuncios de Calvin Klein que, con 16 años, la mostraban de forma sugerente en unas imágenes que fueron muy criticadas y que hicieron que la venta de vaqueros de la marca creciera un 300%. Pero la vida sexual de Shields no paró de ser motivo de cotilleos ni cuando detuvo su carrera para ir a la universidad. A su regreso, su madre la convenció para escribir un libro del que ella no escribió ni cuatro líneas. Se hablaba de su propia virginidad, y Shields quiso mandar un mensaje para que las jóvenes no hicieran nada por presión si no se sentían preparadas. Fue utilizada por conservadores para vender la abstinencia y atacada por los que la consideraban un mito sexual que ahora tachaban de ‘estirada’. Por si fuera poco, tuvo que enfrentarse a un juicio para impedir que el autor de unas fotografías artísticas de ella desnuda cuando tenía 9 años las vendiera a la prensa con fines comerciales. Perdió y vio cómo su imagen fue vendida al mejor postor.
La universidad fue para ella fundamental. Se separó de su madre, y por primera vez sintió que pensaba por sí misma, algo que empezó a poner en práctica. Fue casi el inicio de una rebelión que no gustó en la industria. “Una actriz que piensa por sí misma no era lo que quería Hollywood”, dice Shields en un momento del documental.
Un filme que termina con una mirada agridulce al futuro. Por un lado optimista, al ver como Shields habla con sus hijas sobre lo que sufrió de pequeña y ellas tienen claro que eso nunca debió ocurrir. Son los avances del feminismo en las nuevas generaciones. Por otro, la propia actriz reflexiona sobre las redes sociales y cómo siguen vendiendo un canon de belleza inalcanzable e injusto y cómo muchas publicaciones siguen sexualizando a las menores. Ojalá su testimonio haga cambiar algo.