La autora supo de la existencia del centro penitenciario gracias a la biografía de Arenal escrita por Anna Caballé, que recogió la labor que la periodista y poeta ejerció en ella, como ferviente defensora de los derechos de las reclusas. Intentar ir más allá y tratar de recabar mayor documentación sobre las presas que estuvieron ahí recluidas y los motivos de su encierro, se convirtió en una tarea muy complicada. "Solo encontré a una persona en A Coruña que supiera que existió", afirma a este periódico, "hay muchas historias y vidas que han estado silenciadas, que no han interesado a nadie. O que más bien ha habido un interés en olvidarlas porque al fin y al cabo una cárcel es un fracaso de la sociedad. Y algo que es considerado un fracaso... No da pie a escribir sobre ello".
"Cuando desapareció, nadie se puso a examinarla", indica sobre la prisión. La escritora traslada al presente esta mirada que rehúye a la actualidad, y la compara con la forma en que "ahora a los inmigrantes se les deja detrás de una valla. Se les quita de la vista. Recientemente hay arqueólogos que están excavando cosas de las que no teníamos ni idea, como el campo de concentración de Jadraque".
"Metemos las manos en la tierra, nos llenamos las uñas de tierra y contamos esas historias de personas de las que en su mayoría, o incluso todas, no sabemos su nombre, pero sí importa recuperarlas", defiende la escritora madrileña nacida en 1947.
Arenal no es la única persona real incluida en la novela de Aleixandre. También está la que fuera su aliada Juana de Vega, y Mercedes Fernández (Encarna en el libro). "Cuando tenía diez años acompañó a su madre tres veces a abortar. En la última no expulsó la placenta y murió", describe sobre la segunda. "Esto ocurrió en 1953. A veces la gente se olvida de que en España abortar fue clandestino hasta 1985", advierte Aleixandre, que enjuicia la errónea idea que se tenía sobre los motivos por los que las mujeres abortaban. "Hay un mito de que se hacía por una cuestión de honra. Y había casos en los que era así, pero también por el hambre. Mercedes abortó tres veces porque no podía dar de comer a más hijos".
La autora afirma rotunda lo siguiente sobre las mujeres de su generación: "Todas hemos abortado, hemos acompañado a alguien a abortar o hemos juntado dinero para pagarle a una persona uno clandestino. Nos ha pasado pero no se ha hablado mucho de ello. ¿Por qué fue así y por qué sigue pasando en algunos países? Es la historia de la violencia, terrible, en este caso sobre el cuerpo de las mujeres. Pero va más allá, es la de la violencia institucional, el patriarcado. Y de una religión que se considera autorizada a imponer esa moral".
La creación de cárceles para mujeres, en un inicio llamadas las 'Casas de Arrepentidas', fueron lideradas por órdenes religiosas desde la primera mitad del siglo XVI. En ese momento, "se entendía que el único papel de las mujeres era ser primero hijas y hermanas, luego esposas y madres". Una concepción que Aleixandre critica que haya llegado "hasta hoy", aunque celebra "los avances": "La única revolución que está triunfando desde finales del siglo XX y principios del XIX, con sus idas hacia adelante y hacia detrás, es la feminista".
"Ahora hay muchas que tienen la conciencia de que esto no debe ser así, pero durante muchos siglos y aún en muchos países, hasta las propias mujeres hacen suya esta ideología. Asumen que esta violencia estructural que se ejerce sobre ellas no tiene remedio", lamenta.
A pesar de la falta de documentación, en las prisiones se encerraba a las consideradas "malas mujeres: ladronas, alcahuetas, prostitutas. Podemos suponer que hubo quien entró por robar una hogaza de pan o no tener domicilio fijo".
Trasladando el concepto a la actualidad, la autora apunta que hoy en día, "una mala mujer sería la que ha sido violada. Sabemos que hasta hace nada, y en esto fue fundamental el caso de 'la manada' en 2018, la mayoría de las violaciones no se denunciaban, porque la violada sería una 'mala mujer'. Incluso en el juicio se dijo que era 'jolgorio'. Ya en el mundo clásico, en La metamorfosis de Ovidio, eran las mujeres violadas a las que se convertía en oso, cisne o lo que sea. Pero no a Zeus. Sigue habiendo una asimetría sobre lo que una mujer puede o no hacer". "Es decir, tenemos que conformarnos con unos criterios que nosotras no hemos creado. Es mucho más difícil cambiar la ideología que las leyes", lamenta.
Uno de los pasajes más conmovedores de la novela es la ayuda que se conceden entre ellas sus mujeres protagonistas, poniendo solución a la lacra que suponía la falta de educación. "Voy a comprar un cuaderno y un lápiz para enseñarte a leer y a escribir. Mañana empezamos", ordena prácticamente una de ellas. De hecho, esta fue la principal preocupación y cometido de Arenal en su etapa como visitadora de cárceles, como forma de conceder a las presas una oportunidad de seguir adelante con sus vidas cuando fueran liberadas. "Hay colectivos sobre los que se ha ejercido violencia social de muchas maneras, y una de ellas es el acceso al conocimiento", afirma Aleixandre.
"Hace poco encontré una discusión que se produjo en el parlamento inglés a principios del siglo XIX por una propuesta para organizar escuelas parroquiales para que los pobres aprendieran a leer", comparte la autora, que señala que uno de los argumentos que se pronunciaron en contra fue: "Si los pobres aprenden a leer, estarán descontentos con su suerte. No se resignarán a su vida".
Al valorar la situación de las propias cárceles, la escritora afirma que "siguen teniendo muchísimos problemas". No obstante, alaba los avances derivados de "esfuerzos como el de Arenal. Cuando ella tomó el puesto no existía la idea de reinserción ni nada por el estilo. Ni si quiera la palabra, ella hablaba de regeneración". De ahí a que condene que "mucho de lo que intentó se quedó en el olvido. Hubo cosas que ella propuso en el siglo XIX que hicieron falta 70 años para que se consiguieran en la primera república gracias a Victoria Kent, como quitar los grilletes de las prisiones".
En una de las cartas de Arenal recogidas en la novela, escrita en 1865, formuló: "Si hubierais sabido que el desprecio del mundo había de empujaros a ser despreciables, y que no teniendo amparo en el aprecio propio, y desesperando de vosotras mismas, no habíais de hallar otro refugio que en la embriaguez del mal y en la desesperación... Si todo eso hubierais sabido... Mujeres desdichadas, ahora ya sabéis todas estas cosas; la desgracia y la culpa os han enseñado sus tristes misterios". Aleixandre ha sido generosa en su libro ya no solo por la historia que rescata, sus protagonistas y géneros que combina, también con los fragmentos originales que incluye de documentos redactados entonces.
La escritora aprovecha para reivindicar igualmente la figura de Juana de Vega: "Nació en 1805 y murió en 1872. Estuvo en todas las revoluciones liberales. De niña iba con diez años a llevar dinero a unos fugados condenados a muerte para que pudieran escapar, estuvo exiliada, escribió sus memorias... A veces pienso que si fuera inglesa la conoceríamos mejor y seguro que tendríamos películas sobre ella". Una reclama que se suma a la defensa del "patrimonio cultural" que implica la existencia de diversas lenguas en España, siendo el gallego la de cuyo legado ella amplía. "Tenemos esa riqueza", alaba.