Cualquiera que conozca el Aplec dels Ports sabía que aquel cartel solo podría ser una broma. Aun así, cuando la representante de Osborne llamó al ayuntamiento de Morella para exigir un comunicado que desmintiese la noticia, el Aplec se distanció con más humor de un chiste que ni siquiera era suyo. “Sentimos si os hemos decepcionado, pero el 44º Aplec dels Ports, pese a todo y a todos, continuarán siendo unos días para reivindicar y dar a conocer este trocito de mundo que es la comarca de Els Ports, en nuestra lengua y a través de la cultura popular valenciana que caracteriza nuestra tierra”. “Al final ha sido una buena promoción”, valora Miguel Ángel Troncho, una de las personas implicadas en la organización del Aplec que se celebra este fin de semana en Morella.
El Aplec dels Ports es mucho más que ese cartel fake. Es una iniciativa de largo recorrido profundamente arraigada al territorio. Es la fecha más importante del calendario de la comarca castellonense. Es un encuentro (aplec significa encuentro en catalán) que nació en 1978 con un objetivo cultural y reivindicativo: recuperar una danza, la danza guerrera de la Todolella, que el franquismo había prácticamente extinguido. De aquella semilla brotaría un acontecimiento anual, un punto de encuentro entre los pueblos de una comarca con graves problemas de despoblación, falta de infraestructuras y, en general, abandonada a su suerte por las administraciones. El Aplec es, también, un estupendo banco de pruebas y ejemplos de todo lo que podría ser y no es el circuito de festivales.
La primera idea brillante del Aplec, ya en 1978, fue no repetirse al año siguiente en el mismo pueblo, sino celebrarse de forma rotativa en las poblaciones vecinas que quisieran acogerlo. La rueda de pueblos que lo organizan desde entonces oscila entre nueve y diez según la época: Cinctorres, Villores, La Mata, Vilafranca, Sorita, Portell, Forcall... Cada localidad tiene su grupo motor, de modo que el pueblo que asume una edición sabe que no lo volverá a organizar hasta una década después. Y para entonces, el grupo motor de cada pueblo se habrá renovado casi por completo porque en esos diez años se habrá incorporado otra generación de jóvenes. A lo largo de cuatro décadas, el Aplec dels Ports puede haber tenido más de 300 personas distintas en el núcleo organizativo; nada que ver con esos festivales con directores vitalicios. Muchas de las personas que llevan el mando de la organización son adolescentes; algunas, menores de edad.
Anabel Ejarque, vecina de Forcall, no puede explicar quién es sin remitirse a este encuentro anual. “El Aplec es algo con lo que crecemos, algo que tenemos muy interiorizado. Recuerdo ver de niña a Maria del Mar Bonet en la plaza, llena de gente”, evoca. “De niño, mis padres me llevaban al Aplec para ver la marabunta de gente. El recuerdo más potente que tengo es estar en el puente y ver ríos de gente pasando por debajo. Tendría seis años”, calcula Miguel Ángel. “A mi hija la llevo al Aplec desde que nació. Llevas a tus hijos para que conozcan a otros jóvenes de la comarca; esa es una de las razones por las que se hace el Aplec. Todos vamos a todos los aplecs, se hagan en el pueblo que se hagan”, explica Ejarque. “Mi sobrino tiene diez años y este será su décimo Aplec. Nació un 6 de julio y antes de cumplir un mes fue al primero”, añade Troncho.
Las actuaciones musicales son el principal reclamo y precisamente la regeneración organizativa hace que si antaño actuaron Lluís Llach, Raimon, Sopa de Cabra o Els Pets, en los últimos tiempos aparezcan bandas como Obrint Pas y Zoo. “Pero el Aplec es mucho más que un festival”, insisten. “Al Aplec no van solo los jóvenes a los que les gusta un tipo de música. Hay actividades para todas las edades y todas las personas se sienten implicadas como habitantes de la comarca”, resalta Anabel. En Els Ports saben perfectamente qué es un festival. El FIB nació en la misma provincia castellonense, a hora y media en coche. El Aplec dels Ports existía antes de que apareciesen los primeros festivales españoles de la era moderna. El Aplec se niega a ser considerado un festival.
El Aplec dels Ports nació hace 44 años con una vocación reivindicativa y sus objetivos siguen intactos: revitalizar la comarca, tejer vínculos entre sus habitantes, reivindicar su identidad cultural y defender sus derechos frente a la administración. Todos y cada uno persiguen fertilizar el territorio, no explotarlo. Por eso, además de conciertos, programan conferencias, cine, teatro, danzas y exposiciones que generan debate y revitalizan las tradiciones locales. Por eso durante años el Aplec fue lugar de reunión para los alcaldes de la zona. Por eso organizan acampadas infantiles para que se conozcan los chavales. Por eso contratan principalmente a grupos que canten en catalán y valenciano. Por eso fomenta activamente el espíritu crítico de su población. ¡Un festival que fomenta el espíritu crítico! “El aplec no se entiende sin su parte reivindicativa”, aclaran.
Pocos festivales encajarían eslóganes como los que ondea año tras año el Aplec dels Ports: “La voz de una comarca”, “Por nuestras raíces nos mojamos”, “Toda piedra hace aplec”... El de 2023: “Sembramos comarca, cosechamos futuro”. El Aplec ha sido y es una plataforma desde la que proyectar todo tipo de luchas: ya sea contra la central térmica que contaminaba el aire de la comarca o en favor de la preservación de los centros educativos, para reclamar servicios de urgencias en los pueblos o contra la línea de muy alta tensión que guillotina la comarca, para exigir la mejora de las carreteras o contra el cierre del repetidor que llevaba la señal de TV3. Alguna batalla se ha ganado. Muchas siguen abiertas. Otras, como la despoblación, parecen perdidas. En 1980, el pueblo de Villores tenía censados más de 120 habitantes. En 2016 no llegaba ni a 40.
El Aplec es un rito de iniciación. Allí los jóvenes de la comarca viven sus primeras acampadas, sus primeras fiestas y asumen sus primeras responsabilidades. “Con 12 años mi hija ya ayudó a llevar botellas en el último Aplec y nadie se lo tuvo que pedir”, destaca Anabel. “Aquí puedes ver a niños de seis y siete años buscando una función para incorporarse cuanto antes al Aplec: vender camisetas, vasos ecológicos, lo que sea… Es una forma de sentirse mayor, de sentirse parte de la comunidad, de sentir que ya tienes una función en el Aplec”, resume. Y ese vínculo que desean establecer los jóvenes cuanto antes también se mantiene con el paso de los años. Los jubilados abandonan unos días la partida de dominó y gestionan la zona de aparcamiento con linterna y chaleco reflectante. Otros adecuarán la zona de acampada con el tractor o prepararán los bocadillos. En la residencia de ancianos harán manualidades, en la escuela recortarán banderolas de cada pueblo para decorar las calles… El pueblo se vuelca para que exista el Aplec porque el Aplec ayuda a que el pueblo siga existiendo.
Todo esto sería inimaginable si el Aplec se celebrase cada año en el mismo pueblo. “Sería agotador. Ningún pueblo lo aguantaría. Montar un Aplec supone un esfuerzo brutal y aquí no cobra nadie”, insiste Anabel. Además, señala, “la organización del Aplec no es una comisión de fiestas en la que estás tú y tus amigos. Se busca que participe gente de edades distintas para incorporar así distintas visiones”. En su pueblo, Forcall, viven 460 personas y más de 200 trabajan voluntariamente durante los días del Aplec. En pueblos con menos de 50 habitantes casi el 100% del pueblo echa una mano y recibe el apoyo de vecinos de otros pueblos. Aunque hay una suerte de consejo de sabios que puede aportar experiencia e información a quien la necesite, cada edición sale adelante gracias al impulso de los jóvenes. Y ese relevo generacional facilita que quizás solo te toque trabajar de forma muy intensa en el aplec de tu pueblo una vez en la vida.
A diferencia de tantísimos festivales, el Aplec dels Ports no es percibido por los habitantes de la comarca como una molestia, sino como un aliado fundamental. Hubo unos años, durante la década de los 90, que sí planeó la sensación de que el encuentro se estaba masificando y desvirtuando. “El Aplec se fue de madre y se perdió parte de la ideología”, reconoce Anabel. Hubo ediciones con 12.000 y hasta 17.000 asistentes y eso causó que algunos mayores abandonasen el pueblo durante ese fin de semana. El Aplec empezaba a generar rechazo. Hubo que reconducir la situación: hubo que decrecer. Y, para ello, nada más fácil que programar grupos con menor poder de convocatoria, explica Miguel Ángel. Aun así, este año actuarán Xavi Sarrià, Auxili, Maluks y El Diluvi, entre otros.
Todas las actividades del Aplec son gratuitas. La zona de acampada es también gratuita, aunque desde 2011 se cobra por aparcar los vehículos; otra idea brillante que fomenta el desplazamiento en vehículos compartidos sin renunciar a la gratuidad de los conciertos. Los artistas sí cobran (a menudo, rebajando su caché) y todos los ingresos provienen del consumo en las barras, por lo cual se pide al público que no haga botellón. Si hay beneficios se gastan en una cena o en la adquisición de algún escenario o equipo de música que, por supuesto, estará a disposición de todos los pueblos de la comarca. “Beneficios económicos no suele haber, pero beneficios sociales, muchísimos”, afirma Ejarque. “Tienes a un pueblo trabajando todo un año por un objetivo. Eso es muy bonito porque se generan sinergias y proyectos. Por otro lado, si un joven se mete en la organización, al cabo de un año ha interiorizado el hábito de trabajar para su pueblo. El Aplec es una iniciación en el activismo y el trabajo por el bien común. Hay casos de gente que tras esa primera experiencia en el asociacionismo se integran en ayuntamientos”, apunta. Daniel Pallarés es un ejemplo. Tras varios años impulsando el Aplec de su pueblo, Herbers, acabaría asumiendo la alcaldía.
Coincidiendo con la 40 edición del Aplec dels Ports, se publicó un libro conmemorativo. Uno de los vecinos de la comarca que participó en las reuniones que daría lugar al primer Aplec de 1978 escribió: “El Aplec dels Ports es uno de los proyectos, uno de los momentos, que cada año fortalece más la comarca. Un sentimiento común a todas las edades que nació de la gente, de la mano de mujeres y hombres que querían hermanar a los habitantes de un territorio con una larga historia pero con una crisis permanente”. Era Ximo Puig, hijo y futuro alcalde de Morella y último presidente de la Comunitat Valenciana.
En aquella primera edición en la Todolella, un niño de 14 años llamado Jordi se sumó como todos los habitantes del pueblo a la organización del Aplec. Su aportación consistió en dibujar un mural que decoraría el fondo del escenario con unos versos de una canción de Jaume Sisa. Con el tiempo, Jordi se convertiría en Jordi Ragnampiza, el primer gran promotor de conciertos de reggae de España. Aquel Aplec inyectó en el adolescente de Casa Ñoc la inquietud por el activismo cultural. "Siempre me he sentido más difusor cultural que promotor", valora. En su caso, ya no sería la cultura tradicional de su tierra, sino la cultura jamaicana.
El Aplec dels Ports ha contribuido a enorgullecer a toda una comarca y a sembrar la inquietud cultural y política entre su población. Iris Verge nació en La Salzadella, un pueblo de 700 habitantes a media hora de Morella, pero ya en la comarca vecina. De adolescente soñaba con acudir a su primer Aplec. “En pueblos tan pequeños y tan lejos de todo, ves que la gente más interesante del pueblo está vinculada al Aplec y solo deseas tener 16 años para poder ir”, explica. “El Aplec tiene un mensaje muy reivindicativo, está muy politizado en favor del valenciano, de la izquierda… Todo eso me ayudó a entender muchas cosas y ya de muy joven empecé a militar. A nivel personal me cambió en muchos sentidos. ¡Podría haber estudiado un grado de administración de empresas!”, suelta.
Hoy Iris Verge trabaja como mediadora artística en un equipamiento cultural de la provincia de Barcelona y uno de sus recuerdos más vívidos como espectadora la retorna al Aplec de Portell: “Salíamos del pueblo, ya amaneciendo tras ver los conciertos y unas señoras de setentaypico años, majísimas ellas, estaban limpiando las calles. Nos paramos a hablar y todo el rato nos decían: ‘¡El año que viene volved, eh! ¡Al pueblo que sea!”. Mientras los macrofestivales provocan insomnio, rechazo y brotes de odio entre el vecindario, en estos pequeños pueblos del interior de Castellón, esperan el Aplec con un entusiasmo inaudito. “Lo que hace que el Aplec haya funcionado es justamente que cada año el trabajo recae en un pueblo distinto”, valora Ejarque. “Te mearán en la calle, pero es una vez cada diez años. Si una mujer se encuentra a un chaval de 17 años que le vomita, en vez de pegarle la bronca le preguntará si quiere un caldo. Todo nace de este amor por el territorio. Lo haces con ganas porque es algo excepcional. Y al año siguiente irás a otro pueblo y... aguantarán tus meadas”.
A estas alturas de julio la organización tiene que haber resuelto mil y un problemas porque cada Aplec se levanta prácticamente desde cero cuando la rueda regresa a tu pueblo. No hay recintos preparados, no hay infraestructuras, no hay zona de acampada ni de aparcamiento… La exigencia es máxima una vez más. Y hay que sacar adelante el mejor Aplec posible, en función de la capacidad de cada pueblo. Incluso en localidades más pobladas y teóricamente mejor preparadas como Morella deben resolver problemas impensables en otras comarcas del país. Este fin de semana la radio pública valenciana quiere desplazarse al Aplec para emitir un programa en directo. La organización trabaja contrarreloj para garantizar el suministro de fibra por parte de la empresa de telefonía que malabastece la zona y donde los cortes de comunicación son habituales.
El domingo, tras cuatro días de fiesta y activismo, Morella cederá el testigo al pueblo que organizará el Aplec de 2024. La responsabilidad y el honor debería recaer en los 112 vecinos de Sorita, pero los costes son cada año más elevados y sin apoyo económico de las instituciones organizar el Aplec es cada vez más arriesgado. “Tenemos claro que perderemos las pocas ayudas que había. El nuevo consejero de cultura, el torero”, precisa Troncho, refiriéndose al dirigente de Vox Vicente Barrera, “hizo un comunicado diciendo que desaparecerían las ayudas a los eventos de ideologías pancatalanistas. Ese es el término que usó. Y ni siquiera trata de eso el Aplec. La idea es reivindicar los orígenes y la cultura de una comarca abandonada por las administraciones. Y ahí se implica quien quiere. Incluso, gente de derechas que sabe que su comarca está abandonada”.
Para Anabel Ejarque la nueva situación no es tan nueva. “Tengo 45 años y toda mi vida adulta ha estado mandando el PP en el País Valenciano. ¿Qué nos van a contar que no hayamos visto ya? Nos atacarán, nos recortarán, pero ya estamos habituados a trabajar en este contexto. Hemos pasado unos años con apoyo de instituciones y ahora seguiremos trabajando con el apoyo de colectivos y asociaciones como hemos hecho durante muchísimos años. Tal vez esta sea una razón gracias a la cual este año el Aplec tendrá más fuerza”, concluye. En el Aplec dels Ports tienen muy presente aquella frase del escritor valenciano Joan Fuster: “Toda política que no hagamos nosotros será hecha contra nosotros”.