Este mánager es también comisario del cartel artístico del SON Estrella Galicia Posidonia, cuya séptima edición tendrá lugar el próximo mes de octubre, con un aforo reducido a 350 personas.
¿Cómo recuerda los inicios del festival Sinsal y cómo valora su evolución?
Veníamos programando desde finales de los noventa. El festival nació por la necesidad de buscar espacios más apropiados a propuestas arriesgadas que representábamos en un club. Han pasado muchos años y ahora es normal encontrar ciclos de música especializados en museos, teatros y otros edificios, pero entonces tuvimos que buscar aliados porque todavía había cierta desconfianza hacia otras músicas.
En la actualidad, los problemas son diferentes. El cambio más notable que se ha dado en la música en directo ha sido la llegada de los grandes fondos de inversión, tanto al mundo de los festivales como al de las agencias de contratación. Vivimos una época complicada, muy en particular para los artistas que no tienen visibilidad. Hemos intentado reforzar la marca del festival, ofreciendo un valor añadido con la experiencia. Somos conscientes de que casi todos los artistas que programamos apenas generarían atención por sí solos.
Lograr una buena ubicación es fundamental. En el caso de la isla de San Simón, ¿cómo se gestó que el festival fuera ahí?
Todos los festivales estudian la ubicación. Unos ponen el foco en las infraestructuras y las conexiones; otros, en el efecto llamada de la ciudad, el entorno natural, las ayudas públicas, etc. Venimos trabajando el espacio de representación desde hace bastantes años. Además del festival, siempre hemos estado vinculados a proyectos de investigación relacionados con el paisaje y el arte sonoro.
De hecho, nuestro primer contacto con San Simón fue con un ciclo de propuestas musicales llamado Espazos Sonoros que llevaba la música clásica y la popular a lugares de especial interés cultural en Galicia. De esta combinación entre la investigación con el patrimonio y las dificultades por continuar con una programación anual estable nació la propuesta de San Simón.
En octubre se celebrará el SON Estrella Galicia Posidonia en Formentera. ¿Son las islas el lugar idóneo para paliar posibles molestias a los vecinos?
Tenemos la suerte de trabajar en dos islas, pero en ningún caso hemos llegado hasta ahí para escapar de los vecinos. Sinsal es uno de los pocos festivales diurnos que hay en España y terminamos con la puesta de sol. Son Estrella Galicia Posidonia tiene lugar en una isla bastante poblada como es Formentera. También es un festival que distribuye parte de sus actividades durante el día y tanto el viernes como el sábado finalizamos a una hora muy prudente: las dos de la mañana. Los festivales pequeños no necesitamos grandes despliegues técnicos. Cuidamos mucho el impacto acústico y, aunque siempre generas molestias, aprovechar la luz del día y limitar el aforo a 350 personas, como en el caso de Formentera, son ejemplos de nuestra preocupación por el entorno.
¿Cómo se trabaja la sostenibilidad dentro de un festival?
En primer lugar, precisando, y acotando, el concepto. Para nosotros, la idea de evento sostenible pasa por situar en el centro a las personas. No hay sostenibilidad posible sin la parte humana. Público, trabajadores y artistas deben de ser el centro de atención y a partir de ahí, juntos, trabajar las políticas de la agenda de desarrollo sostenible porque son más ambiciosas: trabajo digno, igualdad de oportunidades, diversidad cultural, género, medio ambiente, etc.
Si Sinsal y Posidonia demuestran que pueden serlo, ¿por qué no existe un "esfuerzo" similar por parte de otros festivales, sobre todo los más grandes?
No estoy seguro de que no hagan ese esfuerzo. De hecho, aunque puede parecer lo contrario, sí creo que lo hacen, al menos una gran parte de ellos. Diría más: sí comparamos las acciones y el esfuerzo realizado por los festivales de música durante estos últimos 25 años con otros eventos sociales, los festivales han sido pioneros y van muchos años por delante. Es cierto que con contradicciones, algunas difíciles de disimular, pero que critiquemos determinados comportamientos éticos, no significa que todo se haga mal.
La apuesta porque el cartel sea secreto, ¿de dónde parte?
Llevamos 21 años defendiendo un modelo de festival que desde la primera edición ha puesto en práctica dos reglas: presentar artistas nuevos al público gallego e intentar no repetir propuestas aunque con el tiempo se hayan hecho populares. La igualdad de oportunidades y la diversidad están en nuestro itinerario.
En el caso de San Simón, no podíamos condicionar la propuesta al tirón comercial de un artista. Por ello, decidimos que el territorio y el público debían de ser el centro de atención. Así nació el cartel secreto. Al comisariar el proyecto de Son Estrella Galicia Posidonia en Formentera, creímos conveniente mantener esta línea porque el festival mantiene este modelo, aunque adaptado a la identidad y objetivos propios del evento.
¿Qué pasaría si todos los festivales tuvieran carteles secretos?
Bastantes festivales de éxito venden casi todo su aforo antes de salir el cartel. Y hablamos de miles de personas, no de 400. En España, diría que más del 90% de los festivales son de formato pequeño o mediano. Necesitan apostar por cabezas de cartel porque así lo demanda su público y cada festival se debe a su público. No se trata de imitar fórmulas, porque lo que puede ser bueno para uno no significa que lo sea para otro.
La otra excepción es que el aforo es muy reducido. En vista de que las entradas se agotan igualmente rápido, ¿por qué no lo imitan otros eventos?
Un aforo reducido no es sostenible económicamente. Y casi puedo asegurar que un aforo medio tampoco. Hacemos lo que hacemos porque disponemos de apoyos, especialmente de Estrella Galicia. La razón es la economía. En general, somos egoístas y nos preocupa poco ver más allá de nuestros intereses. Nos pasa cuando escuchamos que los agricultores protestan por la diferencia entre lo que cobran y lo que paga el consumidor en la tienda. En la música pasa igual: nunca pensamos si estamos pagando el precio real de una entrada. En Sinsal, por cada euro que pone una persona, nosotros debemos conseguir dos más.
¿Podría un macroevento como el Primavera Sound o el Mad Cool "permitirse" lo mismo?
Es otro modelo de festival. No conozco su economía, por lo que no puedo responder a esta pregunta. En cualquier caso, teniendo en cuenta la increíble competencia que hay en España y en otros países por las grandes estrellas de la música pop, mucho me temo que cuando confirmas un artista de esta dimensión. Además, tienes que cumplir con sus exigencias de comunicación. Y hasta donde yo sé, ninguno ha pedido que su actuación sea secreta. Quiero decir, que en este tipo de ligas también te debes a lo que quieren y piden esos músicos. Hay todo un protocolo, muy meticuloso, en la comunicación que se hace desde el festival. Hay bufetes de abogados especializados en eso.
¿Cómo ve la evolución que ha vivido el modelo de festivales de música?
Más del 90% de los festivales no somos macroeventos. Entiendo que estos son los que hacen más ruido, pero la realidad de los festivales es otra muy diferente. Vivimos condicionados por los patrocinadores y venta de entradas. Somos más débiles en todos los aspectos. No tenemos detrás a fondos de inversión que puedan aguantar varios años de pérdidas o no recibimos ayudas públicas millonarias. Nuestra liga es el partido a partido aunque no podemos ocultar que estamos pagando la inflación de los cachés debido a las disparatadas ofertas que se hacen desde estos eventos por artistas que en otros países están muy lejos de esas cantidades.
Eso y la competencia desleal desde las administraciones, que también han entrado en el juego de programar a artistas millonarios con fines populistas y electorales. Lo que hacen algunos ayuntamientos y gobiernos regionales debería de estar prohibido y sancionado. Tendría que existir un límite en la contratación de un artista por parte de la administración. Considero que todo artista con un caché superior a 15.000 euros es un artista autosuficiente que no necesita bolos pagados con dinero público.
¿Existen cabezas de cartel para todos los festivales que hay?
No, pero ahora mismo tampoco importa. Y esto no es culpa de los festivales. Ellos se deben a su público y si una buena parte de este prefiere ver veinte veces al mismo grupo que descubrir a veinte diferentes, no es culpa del programador.
¿A qué tipo de público excluyen los macrofestivales?
La gran mayoría de festivales no excluyen a los públicos. Yo fui a algún macrofestival cuando tenía veinte años y todavía hoy me dejo caer por alguno. Es cierto que a algunos les falta pedagogía en la gestión de públicos intergeneracionales. También es importante reconocer que en España nos falta cierta cultura de integración. Solo tenemos que ver los comentarios tan despectivos hacia los artistas urbanos actuales simplemente porque hacen trap o reguetón. Yo ya había vivido ese rencor y desprecio en los noventa cuando llegó el house y el techno.
En mi experiencia, esto no pasa así en otros festivales europeos donde conviven diferentes generaciones. Esto es lo que intentamos desde Sinsal y Posidonia, aunque son dos modelos diferentes. En Sinsal este año hemos tenido casi 200 niños. En Posidonia, en cambio, no hay público infantil. Más bien diría que madres y padres escogen este festival para desconectar un fin de semana.
¿Cómo se diseña el mapa de un festival?
Manejamos un conjunto de normas, desde leyes específicas en la organización de eventos públicos a otra documentación de sectores que aplican su propio código técnico. Mucha gente desconoce que el montaje y desmontaje de un evento cultural está recogido como actividad de construcción en la Ley de Prevención de Riesgos Laborales. Esto significa que debemos de seguir el procedimiento documental que se hace, por ejemplo, al construir un edificio. En algunos aspectos, la normativa de eventos públicos es mejorable. Los ratios de baños y aseos deberían de ser más exigentes. Invertir en servicios de calidad y en la comodidad del público es muy importante, aunque ciertos sectores de población no lo valoren.
Otra cosa que hemos visto en eventos como el Mad Cool es la cantidad de stands de publicidad e incluso una tómbola con la música altísima. ¿Están perdiendo protagonismo los artistas?
Ya no podemos valorar el impacto de la publicidad en términos físicos. Muchas marcas saben que su imagen se diluye en el espacio debido a la gran concentración de stands pero, ahora mismo, internet y las redes sociales son el objetivo. Este es uno de los motivos por los que estos festivales concentran tantos esponsors. Supongo que también el hecho de que detrás hay grandes grupos financieros y con esta dimensión es más fácil buscar aliados comerciales.
Puedo asegurar que el artista no pierde protagonismo; y, en todo caso, nunca los artistas mainstream. Los festivales grandes son ciudades efímeras. Pongo el ejemplo de Glastonbury con sus avenidas y puestos de hostelería, merchandising, artesanía, etc. Hay muchos festivales dentro de estas ciudades. Por cierto, como buen gallego que soy, en una fiesta popular la tómbola siempre suele tener el mejor equipo de sonido y, por supuesto, speakers que son puro talento.