Esta es la protesta y pugna a la que se están enfrentando en Estados Unidos pero, ¿cuál es la situación de los guionistas en España? ¿Son sus reclamaciones extensibles a nuestro país? ¿Podría convocarse una huelga de tal calibre aquí? Clara Roquet, artífice de libretos de largometrajes como Los días que vendrán, 10.000 km y Libertad –que también dirigió y le valió para alzarse con el Goya a Mejor dirección novel–, se muestra contundente ante este periódico: “Si en EEUU están mal, imagínate en España”. La cineasta asegura que son “un sector con mucha precariedad”.
Entre otros aspectos, porque “muchas veces el dinero se pone directamente en la producción y no en el desarrollo, por lo que tenemos que trabajar sin saber si vamos a cobrar, en películas independientes por ejemplo. Esto es en parte porque desaparecieron unas ayudas al desarrollo que daba el ICAA”.
El principal cambio que está afectando a ambos lados del charco por igual es la irrupción de los servicios de streaming. “Desde su llegada el mercado está más globalizado. Todo lo que se aplique allí, terminará llegando aquí. Hacemos series que se ven en todo el mundo. Esto debería hacer que ganáramos más dinero porque se ve en todas partes… Pero no, ganamos lo mismo por una serie que se ve en España que otra que va a cientos de países”, afirma a elDiario.es Carlos de Pando, miembro de la Junta directiva de ALMA, el sindicato de guionistas de España, que está formado por más de 800 guionistas de cine y televisión. En su organización homónima en EEUU, el número de afiliados supera los 11.000.
El portavoz, guionista de las series ¡García! y Sin huellas, explica que entre los contextos que “no se pueden comparar” entre ambas industrias está “la manera de trabajar”, dado que allí “se necesita estar sindicado, y aquí no”. “En España tenemos un sindicato fuerte bien organizado, estamos muy comprometidos y solidarizados con la huelga americana, pero las herramientas que tenemos son un poco más endebles. Siempre sobrevuela la idea de ir a la huelga, sobre todo cuando la hay allí”, comenta.
Algo que ya ocurrió en 2007, en la que los guionistas de televisión pararon durante más de tres meses. El paro fue efectivo, pero muchas de sus victorias se vieron mermadas por la sacudida de paradigma que implicaron las plataformas.
Una de sus principales consecuencias es que las películas ya no se explotan comercialmente de la misma manera. De ahí a que reivindique revisar lo que se conoce como residuals, el dinero que los guionistas reciben por derechos tras la explotación en salas de una obra. Hasta ahora se podía calcular de forma sencilla, acudiendo a las cifras de venta de DVD y pases en televisión, pero con los servicios de streaming todo se ha visto modificado.
“Las reivindicaciones que están haciendo en Estados Unidos son completamente extensibles a España”, apoya Roquet, “ahora las plataformas son las que tienen el poder, se hacen series mucho más cortas y las retribuciones son en comparación mucho más bajas”. La guionista y directora lamenta que aquí no haya todavía “la suficiente capacidad de unión ni gente sindicada”, por cómo esto les hace perder fuerza: “Queda mucho trabajo”.
Víctor Alonso, que ha escritor series para Avalon y The Mediapro Studio, y actualmente desarrolla su primer largometraje con las productoras Belén Atienza y Sandra Hermida, apunta que una de las principales diferencias entre la situación de los profesionales de Hollywood y los españoles es que allí “son un gremio con mucha historia. Es un oficio que viene desde principios del siglo XX. Luchan también por su derecho a la sanidad y jubilación. El sindicato es el que le da acceso a este tipo de cuestiones básicas que tienen que ver con la supervivencia. Algunas de las luchas primordiales que están batallando, afortunadamente no están en disputa en Europa”.
De ahí a que a su vez ponga en valor, en declaraciones a este periódico, tener la capacidad de marcar la propia agenda española con unas “reivindicaciones laborales que no siempre son las mismas que las norteamericanas”. Dentro del modelo que actualmente impera en España, incide en que lo que más le preocupa es “la división socioeconómica de todo el mundo que forma parte de las industrias culturales. El sector cree en la meritocracia y esto contribuye a fomentar la desigualdad. Con un modelo en el que no cobras una nómina, sino por proyectos puntuales y largos tiempos de espera, la estabilidad económica es una quimera”.
Esto implica que el perfil socioeconómico de los profesionales que se dedican al audiovisual sea de “clase social media o alta, como mínimo”. Del mismo modo señala el sistema de prácticas, que igualmente valora como “una forma de discriminación positiva para ricos”, porque son “no remuneradas o enormemente precarias, y a la vez necesarias para conseguir el nivel de contactos para sobrevivir en la industria”.
“Solo aquellas personas que se pueden permitir estar meses de su vida sin cobrar se pueden permitir dedicarse al sector audiovisual. Como guionistas nos tenemos que preocupar por quiénes contamos las historias y qué contamos”, advierte, apuntando como otro y flagrante problema en la misma línea: “La privatización de la educación”.
Desde ALMA, Carlos de Pando comparte que una de las principales luchas está siendo su convenio colectivo, que lleva “congelado desde 2017, sin que se establezca un sueldo mínimo por el trabajo”. “Llevamos muchos años peleando esto. Es una buena razón para plantarse”, declara sobre un marco que a su vez no cubre a todos los profesionales que trabajan como freelances por proyectos, a los que el impacto de las plataformas ha dejado más desprotegidos.
Una de las protestas estadounidenses sobre las que en España habían comenzado a dar “primeros conatos” es acabar con las mini-rooms que imponen equipos cada vez más pequeños en series que todavía no han sido aprobadas. Una práctica que causa que sus guionistas asuman funciones de escritura desligadas funcional y económicamente de la producción, además de impedir el acceso de nuevo talento a las salas de guion, culminando con un número menor de profesionales escribiendo más proyectos. “Se contrata por menos tiempo, con contratos diarios, por lo que te pueden echar de un día para otro y se quedan con los derechos de todo tu trabajo. Dan una seguridad despreciable para el trabajador”, critica el miembro de la Junta Directiva de ALMA.
“Nos preocupa muchísimo”, lamenta De Pando sobre cómo su oficio puede verse torpedeado por la irrupción de la IA. “No estamos en el punto en el que pueda sustituir el trabajo de un guionista, pero sí en un punto cercano. Tú le dices que escriba un guion, y lo hace. Ahora mismo algo plano, un esqueleto y poco más, pero la IA aprende con cada cosa que hace y el contenido que se le dé”, comenta apuntando uno de los conflictos que esto genera: “Nadie ha pedido a dibujantes, escritores ni músicos permiso para que hagan uso de su trabajo. Se está haciendo de manera gratuita y fraudulenta”.
“Es potencialmente peligroso. Si puedes usar una IA y no tener que pagar a un trabajador, hará que acabes contratando a un guionista por menos tiempo, para que reescriba algo que haya generado una IA”, incide. Víctor Alonso argumenta que “no es tanto un debate creativo, sino de condiciones laborales, por cómo pueda usarse de pretexto para empeorarlas. Y habría que ver qué pasa con los derechos de autor”.
Al analizar lo ocurrido en EEUU, sostiene que cuando empezaron las negociaciones, el sindicato arrancó sin darle demasiada importancia. Al ver la reacción de los estudios, que se “cerraron en banda a quitar la IA de la ecuación, se preocuparon. Constituyeron un comité para estudiar su impacto y se ha convertido en un elemento clave”. Roquet, por su parte, opina que “no va a afectar tanto al cine de autor, pero sí a otro tipo de productos audiovisuales”. “Lo que hace es básicamente quitarle poder al trabajador, a la experiencia humana y a la creatividad. Y eso hay que protegerlo siempre”, concluye.
“En Hollywood han paralizado la industria más de una vez, han demostrado que pueden hacerlo y que tienen el control”, reflexiona la cineasta sobre el impacto que el resultado de las negociaciones en EEUU podrán tener en el resto del mundo. Carlos de Pando comparte que desde ALMA apoyan su causa: “Si nos llaman para hacer un trabajo al que un guionista norteamericano habría dicho que no, nosotros tampoco lo escribiremos”.
Y achaca los cambios producidos en los últimos años en perjuicio de los trabajadores al “capitalismo brutal”: “En los estudios con los que negociábamos antes había gente que entendía la industria, que se dedicaba a este trabajo. Ahora tenemos a ejecutivos que podrían dedicarse a esto como podrían estar vendiendo tornillos. Así entra a funcionar una lógica de gasto y beneficio como si fuera otro tipo de empresa, sin tener en cuenta las diferencias”.
De Pando es optimista al pensar que si venciera el WGA en EEUU, provocaría, no solucionar los problemas de todo el planeta pero sí proporcionar “un marco sobre el que negociar”. Aun así, es consciente de que de prolongarse mucho más tiempo en el futuro, “empezará a pasar factura”. “No hay visos de arreglos por ahora. El CEO de una de las plataformas dijo que no tenían pensado sentarse hasta octubre para que los guionistas se vean con problemas para pagar sus casas y, ahí, ahogados por el dinero, machacarlos. No tiene pinta de que vaya a acabar rápido”, afirma preocupado.
Víctor Alonso suma: “Además de la reivindicación por sus luchas, compartimos el sentimiento de incertidumbre en un momento de transformación. El sector está cambiando de forma profunda. El capital tecnológico ha influido por primera vez de manera tan directa en el sector audiovisual, en el tipo de proyectos, el tipo de incentivos para generar ficción, la transformación de las formas de trabajo, en las características de rodajes… Y esto tiene consecuencias en las condiciones laborales”.
Y aprovecha para recordar que “las luchas de los trabajadores son compartidas más allá del cine”: “En la reivindicación de las condiciones laborales, no estamos tan lejos ni en España de EEUU, ni del resto de áreas. Se ve el audiovisual como un sector de privilegio, pero somos trabajadores como los de cualquier otro sector”.