Su nieta Marina, productora de cine, debuta ahora en la dirección con un cortometraje que no podía llamarse de otra forma sino Aitana. Un trabajo que reivindica a sus abuelos, pero especialmente a María Teresa León y a su madre Aitana, en forma de carta de amor a la memoria. A la íntima y personal, esa que las mujeres de la casa temen perder; y a la histórica y política, esa que aparece en el filme gracias a material de archivo, alguno inédito, y que en España muchos no quieren recuperar. Marina Alberti graba a su madre Aitana, que también empieza a mostrar síntomas de Alzheimer, y habla con ella de sus abuelos, de España, de sus recuerdos…
Es una carta de amor que también se proyecta al futuro, a la hija de Marina, llamada también Aitana, porque en la elección de los nombres también hay una reivindicación de la Memoria. Entre todas conforman un cortometraje emotivo, político y bello que se ha presentado en el Festival de Cine de Venecia y que tiene ese nombre, porque “los nombres forman parte de la resistencia y de la continuidad de las personas”.
La idea era “reivindicar a María Teresa León y hablar de la pérdida de memoria que ella sufrió, que fue terrible porque en aquel momento ni siquiera se hablaba de la enfermedad de Alzheimer”, cuenta Marina Alberti desde Venecia. “Por eso le afectó tanto a ella en su vida y por eso yo de lo primero que tengo conciencia es del terror a perder la memoria de mi madre, porque es también como una muerte en vida. Para mí es una película que recuerda a María Teresa León, pero también reverbera en mi madre, y también hay un momento en el que en esa cama, que es como una especie de máquina del tiempo, entra mi hija Aitana, y coinciden una mujer centenaria con una niña que acaba de nacer. Entonces hay como una conexión entre todas esas mujeres”, añade.
Ese nombre que sí que viene de aquellas montañas, pero que también ha adquirido algo de leyenda. “Realmente no fue lo último que ellos vieron en el exilio. Ellos ven la sierra Aitana cuando se van a Ibiza en un viaje, una fuga que tienen mis abuelos a Ibiza. O sea que realmente Aitana viene de un momento del amor, de un momento muy bonito de ellos, aunque también empezaba la guerra [Alberti y María Teresa León estuvieron unos meses en la isla al comienzo del conflicto bélico]”, dice cambiando un poco el mito.
Tras años en la producción de películas como Blanco en Blanco o Eles transporten a morte, Marina Alberti se quita la espinita de dirigir, que fue realmente lo que estudió en la escuela de cine. Llevaba años trabajando en ella, y hubo un momento en el que se dio cuenta de que si quería hacer una película sobre las mujeres de su familia y que apareciera su madre tenía que ser ya. “Mi madre ya estaba muy mayor. Ella tiene 82 años. En aquel momento, cuando ya empezamos a rodar, tenía 75, y eso fue clave para lanzarnos a hacerla”, explica.
La película nació como una historia sobre “una hija obsesionada por la pérdida de la memoria de una madre”, pero pronto adquirió su dimensión política, porque “evidentemente no se puede desvincular la memoria íntima de una familia de la memoria colectiva e histórica de un país”. Aitana coincide en el tiempo con el documental de la chilena Maite Alberdi La memoria infinita, donde también revisita la memoria de Chile a través de una pareja en donde él pierde la memoria, una coincidencia que Marina Alberti no cree que sea casualidad, sino que responde a los “tiempos complicados ideológicamente que estamos viviendo”.
“La extrema derecha está en alza en todos los países y en todos los continentes, y esto es algo muy problemático y y creo que siempre tenemos que tener presente la Memoria Histórica; de dónde venimos para saber hacia dónde vamos. Es fundamental, y creo que hay que tomar cartas en el asunto de alguna manera, hacernos presentes con los medios que podamos. De alguna manera, estas historias son también una imagen de lo que está ocurriendo, de lo que estamos viviendo”, apunta Alberti.
En Aitana se muestra la cara B de la imagen emblemática de Rafael Alberti bajando las escaleras del Congreso, una cara B que es la de una María Teresa León que “ya tenía síntomas de pérdida de la memoria”. La familia encontró unas imágenes de Tino Calabuig en donde se la veía a ella “más en soledad”. “No sé si hay también un recogimiento, como si la protegieran, porque ella ya venía un poco perdida, o por lo menos también ha sido la lectura que yo como cineasta hago de esas imágenes”, explica su nieta.
Marina Alberti lleva un apellido que pesa, pero ella lo vive “de una manera más distanciada" que su madre. “Para ella sí fue algo más complejo, porque al final ellos terminan en Roma, en otro exilio ahora provocado por la dictadura argentina. Entonces tienen que volver a irse; y sí siento que ahí empieza una fragmentación de la familia, de ellos tres, del abuelo, la abuela y mi madre. Hay un momento histórico en Europa, en el setenta y pico, cuando la abuela ya estaba empezando a enfermar, donde creo que si no se hubiera enfermado quizás no hubiera tenido esa visión tan romántica que tenía Rafael de lo que estaba ocurriendo”, opina.
El cine que Alberti hace reivindica que todas las historias son políticas, ya sea en las que produce o en las que piensa rodar, porque “lo personal es político”, y aquellos que dicen que sus películas no lo son, a su entender, mienten: “No puedes no ser político, es una parte intrínseca de los seres humanos. Aunque haya personas que te dicen que no lo son, siempre hay algo. Y sí, creo que tiene que haber una implicación, saber en qué momento nos encontramos y hacer algo desde la humildad, desde nuestro pequeño lugar. Pero hay que hacer algo”.