No en vano, es un equipo de historiadores, arqueólogos e historiadores del arte de nuestro país el que está detrás de una iniciativa que cuenta con el apoyo del Ministerio de Cultura y Deporte. “Hay muchos repositorios de modelos 3D, pero son un maremágnum en el que se puede encontrar desde videojuegos hasta fantasía; lo que nosotros queríamos hacer era una biblioteca únicamente con piezas históricas, donde se garantizara su rigor científico”. Pablo Aparicio, miembro de 3D Stoa ?la firma que está detrás de Alveus XR? se refiere a plataformas populares en el ámbito de los creadores digitales, como Skechtfab o Turbosquid.
La posibilidad de viajar en el tiempo y descubrir culturas históricas de una forma fiable es, desde hace algunos años, una realidad gracias a la “revolución” que han supuesto las técnicas digitales, por ejemplo, en el campo de la investigación arqueológica. Más allá de que los especialistas en digitalización nos muestren llamativas recreaciones, que impresionen con cierta facilidad, está la fidelidad de lo que se enseña. Si no hace mucho eran los propios arqueólogos quienes se valían del dibujo manual para registrar sus hallazgos ?con una notable inversión de tiempo y el riesgo de incurrir en imprecisiones?, los levantamientos en 3D permiten hoy calcular volúmenes con una precisión milimétrica, abriendo la puerta a posibilidades inimaginables como la monitorización del patrimonio que, a su vez, puede detectar si un bien se está degradando (y cuánto).
“Hacemos las reconstrucciones directamente a partir de los modelos fotogramétricos (técnica de estudio a través de la fotografía) de los yacimientos”, explica Aparicio. Es decir, que los especialistas tienen en la mano la posibilidad de 'meter' la realidad en el monitor del ordenador para trabajar con ella. El reflejo de este avance en el campo de la difusión del patrimonio también es evidente: si hasta ahora el espectador se enfrentaba a una ardua labor de imaginación cuando se situaba ante un conjunto de piedras de hace siglos, con la tecnología 3D puede viajar al pasado, conocer y, con bastante seguridad, disfrutar de los detalles sin apenas esfuerzo.
Quienes trabajan con modelos virtuales como los que ofrece la biblioteca Alveus XR se sorprenden de la exactitud con la que estas piezas ayudan a realizar hipótesis para resucitar espacios perdidos. La fiabilidad es tal que estas piezas virtuales podrían servir incluso (de hecho, ya se está haciendo) para tomar decisiones en la restauración de un edificio en ruinas. La virtualización permite, asimismo, “abrir las puertas a tecnologías como la realidad virtual, aumentada o extendida”, apuntan desde 3D Stoa, que “se van incorporando en los circuitos de difusión o en los museos porque ayudan a entender mejor el patrimonio”.
Si la realidad virtual avanza y ya no es necesario moverse de casa para visitar el patrimonio, ¿se agudizará la actual crisis de muchos museos que apenas reciben visitantes? Los promotores de la nueva biblioteca niegan la mayor: “El 3D ha llegado para aliarse con los museos”. Y una de las razones es el atractivo visual de los 'gemelos' digitales de las piezas de una colección, que “se difunden mucho por las redes sociales”, apunta Pablo Aparicio. Lo hace, además, en el lenguaje del sector de la población más peleado con estos espacios culturales, los jóvenes. “El lenguaje del videojuego aplicado a la historia crea un vínculo entre el museo y cualquier espectador. Especialmente con los jóvenes, lo que funciona como reclamo para que reciban más visitantes y crezca el interés”, sostiene el especialista.
Y lo mismo ocurre en el caso de los yacimientos: el 3D cambia completamente la experiencia generando un efecto sorpresa en el espectador. Poder comparar la hipótesis virtual con la realidad lleva al espectador a poder 'hilar' el pasado, haciéndose una idea más fiel de cómo debió de ser. “Es como un juego mental que nos permite pasar de lo que existe a lo que pudo existir, como en aquellos libros turísticos de la antigua Roma, donde se puede recrear el pasado superponiendo transparencias de colores sobre imágenes actuales”, propone el promotor de Alveus XR.
A las decenas de modelos que ya se pueden consultar en la plataforma ?disponibles a título divulgativo y también para su empleo profesional en la reconstrucción de espacios? se sumarán en el futuro muebles, útiles personales o edificios históricos de otras etapas y estilos, con independencia de su antigüedad. Porque pensar que cuanto más atrás en el tiempo, mayor será la dificultad de la recreación puede llevar a error. “Hay épocas que nos han legado más información sobre cómo era la cultura material del momento y otras, menos”, apuntan desde 3D Stoa. De hecho, la mayor parte de los modelos digitales actuales se corresponden con la civilización romana, cuya virtualización es “más sencilla” que, por ejemplo, la España visigoda, que “es más compleja, aunque sea posterior”. Si bien finalmente es cierto que la inmediata cercanía al presente aporta más medios, algunos tan decisivos como la propia fotografía.
Así, la última incorporación va más allá de la recreación de un mueble o de un edificio. Se trata de “materiales y texturas fotorrealistas”, que los profesionales de la reconstrucción virtual pueden incorporar a sus proyectos, sabiendo que son completamente fidedignos. La biblioteca será ampliada con nuevos modelos de la España renacentista, como sus capillas; elementos de la cultura íbera y otras novedades que “nos permitan huir del eurocentrismo”, afirma Aparicio. Es así como el proyecto irá creciendo con colecciones de la América precolombina, la siempre sugerente cultura egipcia o el pasado del continente asiático.
De cualquier modo, los promotores de Alveus XR tienen claro que el mundo del 3D está expuesto a una rápida, rapidísima, evolución. En el horizonte se vislumbran posibilidades verdaderamente revolucionarias. “Lo que sería fascinante es contar con un dispositivo de realidad extendida, unas gafas como las que lleva cualquier persona, que permitiera superponer elementos del pasado sobre lo que estás viendo, así como eliminar aspectos del presente como señales de tráfico o semáforos”, imagina Pablo Aparicio. Su anhelo no va del todo desencaminado: las primeras pruebas con gafas de realidad virtual ya están en marcha, aunque los dispositivos son pesados, no suficientemente precisos y la experiencia se limita a una sala, la inmersión con libertad en un edificio histórico está aún pendiente.
Una tecnología en pañales que puede verse impulsada, prácticamente sin límites, con el desarrollo de la llamada Inteligencia Artificial. Palabras mayores. Aunque el equipo de Pablo Aparicio, que sigue trabajando en esa saludable simbiosis entre patrimonio y tecnología, no se inquieta por ese futuro: “La Inteligencia Artificial no se impondrá en ningún caso al trabajo que hacemos los profesionales, siempre estaremos ahí para darle las órdenes”. Entretanto, la cultura íbera y otras importantes civilizaciones del pasado aguardan su turno para incorporarse a la biblioteca virtual del pasado que, esa sí, ya es una realidad.