¿Qué cuenta La canción de nuestra vida?
En la búsqueda de la canción definitiva, que es quizás lo que define la carrera de un músico, uno acaba reconciliándose con el paso del tiempo. Aquí hay varias que hablan de rebelarse contra los mandatos que impone una sociedad que es un tanto tirana y que no te deja ser como realmente quieres ser en muchos términos.
Me amo es un himno al amor propio. ¿Por qué parece hasta extraño lanzar afirmaciones positivas sobre nosotros mismos?
Y que sean cosas buenas de uno mismo aceptándonos tal y como somos. En este disco hay un empeño en encarnarse y conectar con lo real. Y ahí surge esa canción, en mi caso también como una cuestión terapéutica para asumir la edad que tengo. El paso de los años afecta, el hacerse mayor. El cuerpo y la actitud ante la vida ya no son lo que eran. Cuando vas con un disco a una discográfica o a un medio de comunicación, la edad te penaliza, sobre todo en este país. Me amo viene a rebelarse contra esa normatividad, a tratar de aceptar lo que uno es y reivindicarse además con orgullo.
Durante su trayectoria ha cambiado mucho la forma de consumir la música, ¿cómo se relaciona con este nuevo contexto?
Ha cambiado muchísimo. La industria ha optado por apostar más por las marcas, que es donde encuentran el dinero; pero hay otro camino más artesanal que tiene que ver con las canciones. Incluso ha cambiado la cultura del espectáculo. Los grandes festivales tienen más que ver más con socializar y no tanto con la experiencia cultural que ofrece un teatro. La gente que va a un festival quiere ver una playlist que le permita socializar y no tanto hacer el ejercicio de introspección al que invita una canción.
También la relación del artista con el oyente, fundamentalmente porque ahora está determinada por el algoritmo, que penaliza según qué contenidos. En el caso de la canción de autor, que contamos grandes relatos, juega en contra porque lo que sugiere es más bien un déficit de atención y ciertas dinámicas en las que el mensaje se encapsula cada vez más, hasta que en el caso de TikTok se convierte casi en un meme musical.
El tema que abre el disco sostiene que “la canción de nuestra vida está por escribir”. ¿Falta optimismo al mirar hacia el futuro?
Sí. Hay incluso un pesimismo que es utilizado como herramienta política para disuadirnos y quitarnos de la cabeza cualquier posibilidad de cambio. Existe porque hay una cultura generalizada, sobre todo entre la gente de izquierdas, que tiene que ver con la decepción y una cierta vocación de fracaso. Nos recreamos en esa pose de perdedor y muchas veces damos por perdidas batallas que aún están en disputa.
En política es muy habitual, y tiene que ver con las batallas culturales, la sensación de que asumimos la derrota. Y quizás ya no solo la derrota, sino el "hay que resistir" y no tanto ganar, que no siempre responde a la realidad. Sí hay posibilidades de cambio y a veces ocurren de manera insospechada. Hasta el día de antes del 15M, nadie sabía que iba a desembocar en un cambio profundo en nuestra sociedad.
De todo esto habla Saber ganar. ¿Por qué a la izquierda le cuesta tanto pensar que puede ganar?
Porque forma parte de nuestra tradición y cultura. El éxito no está demasiado bien visto porque nos hemos creído el marco que usa la derecha para señalar al que tiene éxito declarándose de izquierdas. Es decir, si te van bien las cosas, tienes que pedir disculpas. Si vives bien y gozas de ciertos privilegios, tienes que pedir disculpas, hacer voto de pobreza, vivir arrastrándote y ser mártir permanentemente.
También hay una cierta cultura que los cantautores hemos recreado mucho: la pose del perdedor. Hemos cultivado una poesía en torno al fracaso, a veces de manera muy cínica, porque el cantautor es muchas veces un tipo privilegiado que vive de lo que le apasiona, y que vive muy bien. Está bien celebrar el éxito y las pequeñas victorias que obtenemos en nuestras batallas cotidianas. No hablo de la victoria final ni de estos manuales de autoayuda que te dicen: "Si quieres, puedes". Simplemente digo que hay que celebrar alguna victoria de vez en cuando.
¿Veremos a la izquierda creer que puede ganar?
Igual sí deberíamos escribir un manual de autoayuda para la gente de izquierdas [bromea], porque en algo ha contribuido la izquierda en la mejora del ser humano en todo este tiempo. Incluso en este Gobierno de coalición, que hay quien denosta hasta desde la izquierda, se han hecho grandes avances en materia económica y de derechos que merecen ser reivindicados. A lo mejor no son todo lo grandes que quisiéramos, pero sí herramientas de transformación que van allanando el camino hacia esa victoria final. El 15M hizo que cambiara un poquito esa mentalidad, pero hemos retrocedido. Se ha perdido esa actitud ganadora, de esperanza y renovadora.
¿Por qué no se ha conseguido mantener ese impulso del 15M?
No tengo muy clara la respuesta. Supongo que porque son movimientos cíclicos y porque la reacción al 15M ha sido muy violenta. Las campañas de difamación para destruir la reputación de los jóvenes políticos que han surgido ha sido constante, alimentada permanentemente por los medios, y aun cuando se ha demostrado que son falsas, no ha habido ninguna rectificación al respecto.
Que surja Vox tiene que ver con que ciertas élites han visto una amenaza respecto a sus privilegios. Y no la han permitido, han sacado las uñas y las garras en formas de nuevos partidos de ultraderecha que han perdido los complejos.
Cuando ves a Hermann Tertsch decir en el Parlamento Europeo que a Allende no le habían asesinado, es decir, reivindicando sin ningún pudor el golpe; te das cuenta de que vivimos en tiempos jodidos porque hay gente que quiere atrasar muchos años. Y que vuelven a aparecer los fantasmas del fascismo que creíamos enterrados, o que algunos creían enterrados pero que evidentemente no lo están.
La fábula de los conejos habla de la dificultad para ponerse de acuerdo incluso cuando lo que toca es hacer frente a la amenaza del lobo, que podríamos identificar con la extrema derecha. ¿Por qué cuesta tanto?
La gente de izquierdas tiene una mirada muy crítica y exigente, y a veces esa capacidad crítica lleva al paroxismo, al ser absolutamente intolerante e incapaz de hacer las renuncias propias que conllevan toda negociación. Quizás en ese sentido hay una falta de generosidad que es histórica. Esa cultura de la conspiración, esa insatisfacción permanente o esa incapacidad para confiar. Estamos predispuestos a la decepción permanente. Forma parte de una vieja tradición, de poner en duda las convicción del otro porque parece que reafirma la tuya. Son unas peleas de las que parece que nunca aprendemos porque de la penúltima siempre salimos diciendo "no nos volverá a ocurrir", y vuelve a ocurrir.
Cuando surge una formación ideológica de cualquier tipo entiendo que haya un debate en torno al programa, es ineludible. Lo que pasa es que se lleva a unos extremos que lo único que generan es desafección en la mayor parte de los votantes que están cansados de asistir una y otra vez al mismo espectáculo. La canción se basa en esas discusiones absurdas que al final se traducen en que el lobo campa a sus anchas. Ojalá aprendiéramos, ya no de esta fábula, sino de la decepción que solemos sentir cuando vemos la enésima pelea; que a veces responde no tanto a cuestiones programáticas o ideológicas, sino a estrategias que nada tienen que ver con las necesidades reales de la gente.
Como artista politizado desde siempre, ¿ha temido que en algún momento le pudiera perjudicar?
Sí. Muchas veces me pregunto: "¿Por qué dices esto? ¿Por qué te metes en todos los charcos?". Pero acabo pensando que llevo haciéndolo desde los 18 años, ¿por qué iba a dejar de hacerlo ahora a los 50? ¿Voy a sonar en la radio porque deje de decir las cosas que digo? ¿Me van a prestar más atención los medios? Ya no va a ocurrir.
Además de que forma parte de mi. Es una identidad que no es que no pueda, es que no quiero renunciar a ella. Yo soy también un animal político pensante que se expresa políticamente como todo hijo de vecino porque tengo el derecho. Muchas veces, sobre todo en redes sociales cuando te expresas, te dicen: “Dedícate a hacer canciones”. ¿Por qué yo, solo por el hecho de ser artista, y tener la posibilidad de amplificar ciertos mensajes, me tengo que callar? No. Yo tengo opiniones y si me las preguntan, las doy.
No es que me sienta más autorizado que el resto de la humanidad, pero tampoco menos. Ni mi popularidad ni mi oficio me dan más razón, pero tengo mis razones y mis argumentos. Y los expongo porque además creo que uno tiene la obligación de contribuir, y más en el momento que nos toca vivir.
Cuando Amaral fue atacada por multitud de trols fachas por el mero hecho de enseñar el pecho en un concierto, eché en falta una actitud más enérgica por parte del colectivo de músicos. Pero fundamentalmente porque mañana podemos ser cualquiera. Hay gente que piensa: "A mi no me va a tocar. No voy a decir nada porque a ver si me va a peligrar la contratación del verano".
Y no se dan cuenta de que la censura te acaba alcanzando de la forma más estúpida porque llega un momento en el que deja de responder a cualquier lógica. Y nadie está a salvo. Puede que seas el último en sufrir sus consecuencias pero las vas a sufrir. Me parece triste que los músicos no seamos más capaces de establecer vínculos de solidaridad. Cuando veo a la gente del cine que se hermana como lo hace y lucha por sus derechos, me da mucha envidia porque creo que en la música no hemos sido capaces de ser tan contundentes como la realidad merece.
¿Cree que esto se debe a algo en concreto, por cómo funciona la industria?
Por varias cosas. Vivimos en un país muy sectario y la gente tiene miedo de las consecuencias. Temen que se les caigan las contrataciones de los ayuntamientos. Y es una putada porque estos deberían contratar buscando la pluralidad de voces y opiniones y no solamente premiando o castigando en función de la ideología del artista.
Que ocurre a izquierda y a derecha, pero ese sectarismo en la cultura es algo que tiene que ver con cómo la gente se guarda su opinión. No digo que opines absolutamente de todo, ni si quiera digo que las canciones tengan que hablar de política, digo que hay ocasiones en las que merece la pena mojarse.
Mencionaba a Amaral, pero este verano hubo también obras canceladas tras los pactos de Vox y PP. ¿Considera que hubo poca reacción desde el mundo de la cultura?
Sí, sobre todo por parte del mainstream. Los abajo firmantes de siempre, siempre estamos ahí. Cuando me mandan un manifiesto muchas veces digo: "Esto no tiene ninguna utilidad, somos los de siempre". El impacto es muy relativo porque sabes quiénes van a estar ahí; que no está mal por otro lado para saber que hay una masa crítica que sigue alerta.
Pero estas denuncias a la censura serían mucho más eficaces si la gente del mainstream dijera: "No puede ser". Lo que pasa es que no lo ven como un peligro o acaban diciendo: “Es que los otros hacen lo mismo”. O “es que yo no sé si es verdad”, si lo saben, porque hay quien prefiere mirar para otro lado. Hemos sido poco contundentes, lo somos en general. Pero ojalá me equivoque.
¿Esto depende de cada persona o existe algún tipo de presión por parte de las discográficas?
No. Hace tiempo que las discográficas perdieron esa capacidad de injerencia. Hay un falso mito porque puede que la discográfica te aconseje y te diga “no opines” o “no hables tanto”, pero el artista tiene la capacidad de responder. Es verdad que de cara a la compañía puedes decir todas las barbaridades que quieras mientras los números les salgan bien, porque es lo único que les interesa. La industria ya no es ese monstruo que fue en algún tiempo.
A día de hoy tiene más capacidad de influencia el algoritmo. Hay mucha gente componiendo en función de cómo este va a leer tu canción, cómo vas a salir en un buscador, los artistas con los que quieres que te relacionen... Las IA van mucho en esa dirección. Me he encontrado a varios altos ejecutivos en la industria diciendo que les ha llegado gente con maletines ofreciéndoles 100.000, 50.000 canciones escritas por IA que responden a las necesidades y las exigencias del algoritmo. En función de lo que se escucha y de la posibilidad de aparecer.
Hay por lo tanto quien lo hace de manera consciente, pero lo más preocupante es que hay artistas que lo hacen de manera inconsciente. De hecho, hay quienes no entienden el directo. Hay muchos artistas de música urbana que lo único que quieren es subir canciones. Sus obsesiones son las visualizaciones y cómo amigarse con el algoritmo para aparecer en las búsquedas y, sobre todo, ser recomendado por él.
A principios de mes participó en un concierto solidario en apoyo a la prevención del suicidio. ¿Por qué quiso sumarse?
Porque me parecía un evento urgente y bonito. El suicidio es una de las causas principales de muerte entre los jóvenes. Lo más urgente es exigir a las administraciones que pongan los medios necesarios para que la gente desesperada se sienta entendida. Han salido muchos estudios que hablan de que el número de diagnósticos en torno a la depresión y la ansiedad entre los jóvenes es más elevado que nunca. Para que esto cambie tiene que haber una mejora en las condiciones de vida que tiene que ver con lo económico y lo social.
Mientras tanto hay que dar sostén a un sistema de salud que cubra esa parte que tiene que ver con la salud mental, que a día de hoy no está lo suficientemente financiada. Encontrar un psicólogo de la Seguridad Social es algo muy difícil. A alguien que te haga un sentimiento además, porque en el caso de la salud mental los tratamientos son a largo plazo. No son acciones inmediatas y acaba dependiendo del bolsillo. No puede ser que tengas amparo en función de tu renta.
Retomando algo que mencionó al inicio sobre que los compositores viven buscando su mejor canción, ¿piensa que usted ha compuesto ya la suya?
Yo no. En el del documental de Fernando León de Aranoa sobre Sabina le escuché decir: "Creo que ya no voy a poder escribir canciones". Me impactó porque me aterra llegar a la conclusión de haber llegado a la cima. Creo que aún soy capaz de escribir buenas canciones pero puede que llegue el día que no y a lo mejor no hay que ser tan exigente, que siga haciéndolas bonitas y que te permitan sentirte acompañado.
Y eso no es algo menor. Quizás no haya escrito la mejor canción del mundo mundial, pero sí canciones que en algún momento sirvieron para entender mejor el mundo que uno habita. Estoy en ese rollo, por un lado diciendo: "Hostia, qué terrible". Y por otro lado: "Quizás no lo es tanto. Igual se puede seguir".