Algo se mueve a nivel creativo. Como ocurre en España, la llegada de una nueva generación de productores y directores han puesto sus películas en un equilibrio extraño y potente entre el público y la crítica. Quizás el mejor ejemplo de ello estuvo el año pasado con Argentina, 1985. La película dirigida por Santiago Mitre pasó con éxito por el Festival de Venecia en 2022; ganó el Premio del Público en San Sebastián, fue un absoluto éxito de taquilla en Argentina y España y hasta ganó el Globo de Oro a la Mejor película de habla no inglesa. Solo quedó la puntilla del Oscar, un sueño que frustró la llegada sorpresiva en el último momento de Sin novedad en el frente con la maquinaria de Netflix detrás.
Pero el gran momento del cine argentino en lo artístico choca con el momento convulso en lo político. El cine argentino se enfrenta a una posible llegada de la extrema derecha en su país que amenaza a las libertades sociales, pero que también ha lanzado su amenaza directa y concisa al propio cine. El ultraderechista Javier Milei ya ha dejado claro que privatizará las empresas públicas y que cerrará organismos que a su parecer sean innecesarios, y entre ellos se encuentra el INCAA, el instituto del cine argentino, el equivalente a nuestro ICAA, y que se encarga de las ayudas y la promoción de los cineastas del país.
La guerra del fascismo a la cultura se replica en todos los países, y el cine argentino ha decidido tomar cartas en el asunto y plantar cara a Milei y posicionarse para empujar el voto para octubre. Cuando el líder ultraderechista confirmó su intención de cerrar el INCAA, uno de los primeros en saltar fue Chino Darín, que dijo que sin ese organismo “no conoceríamos a muchos de los cineastas que hoy nos hacen sentir orgullosos”, y lo comparó con las “canteras de futbol”.
El festival de San Sebastián se ha convertido en el escenario donde se ha consolidado y escenificado esa oposición. El cine argentino ha convocado un acto en el que los representantes de casi todas las obras del certamen han posado en señal de protesta contra las palabras del líder de extrema derecha. En las escaleras del Kursaal, y tras una bandera argentina con el lema 'Cine argentino unido', han escenificado su desacuerdo. Tras el acto se ha emitido un comunicado en el que expresan su preocupación.
“Vamos a ir todos los que valen la pena”, contaba pocas horas antes la actriz Dolores Fonzi, directora y protagonista de Blondi, presente en Horizontes Latinos. Fonzi cree que hay una unión del sector, algo que confirma Santiago Mitre, productor del filme, director de Argentina, 1985 y pareja de Dolores Fonzi. “Afortunadamente el cine argentino funciona como una especie de comunidad creativa y colaborativa que de alguna manera suple algunas veces las carencias que tiene en la manera de financiar o los problemas económicos que tiene el país”, apunta.
Para Mitre “hay mucha equivocación de parte de ciertos sectores antiestado, digamos liberales antiestado, con Milei como referente máximo ahora mismo”. “La ley de cine fue votada por el Congreso y ahí se funda un instituto de cine que apoya el cine argentino. Más allá de los problemas que pueda tener, eso es algo que no se puede eliminar de un día para el otro, por más autoritarismo que quiera tener la persona que pretende ser presidente. Creo que en eso todos los que formamos la comunidad de cine argentino y las personas que consumen cine argentino lo tenemos muy claro. Vamos a seguir luchando porque esa cinematografía que tiene tanta tradición y tanta representación en todos los festivales, y particularmente este año, siga existiendo. Es preocupante que haya políticos y candidatos que hablen con ese nivel de impunidad y de ignorancia”, dice con contundencia.
Desde el equipo de Puan, una de las películas argentinas que compiten por la Concha de Oro, sus productores señalan algo que suena familiar en España: “La derecha últimamente ha utilizado la palabra libertad como concepto y reclamo ante la coyuntura política. La libertad a la que hace referencia se restringe a la libertad de mercado, no ha propuesto una discusión en términos filosóficos ni por fuera de aquella limitación. Esa libertad implica, en este discurso, la reducción de la participación estatal en casi todos los ámbitos de la vida, empujándola a su unidad mínima. No entra en su discusión el término de soberanía que aquí es clave. Un pueblo es soberano, dueño de sí mismo, en tanto asegure a sus habitantes el acceso universal a la salud, la educación y a la cultura, entre otras cosas. Arrojar al cine a las ‘manos libres’ del mercado exclusivamente, es entregar la soberanía de los discursos, de la representación de la diversidad, a las reglas de una oferta que no necesariamente responde a una demanda”.
Defienden, además, otro de los temas que siempre se pone en entredicho cuando gobierna la derecha, las subvenciones a la cultura. “Las ayudas al cine entran para la derecha en la lista de gastos improductivos, ignorando la cantidad de puestos de trabajo y la inyección de capital que cada rodaje de una película genera. Lo complejo es que se está realizando una campaña sistemática de desinformación en los medios, obviando el hecho de que el cine es una industria como cualquier otra, y que también necesita del fomento e incentivo del estado para desarrollarse”, zanja.
Para su director, Benjamín Naishat, no todas las derechas están en contra de esas ayudas, y pone el ejemplo de Francia, donde “la cultura en general y el cine en particular son una cuestión de Estado y se la considera como una actividad estratégica que abre mercados y difunde la cultura francesa”. “La derecha argentina contemporánea tiene la característica muy particular de aborrecer todo lo nacional, al punto de sentir vergüenza por cualquier expresión que reivindique lo patrio. Un ejemplo de esto son las críticas que recibió Lionel Messi por parte de la prensa de derecha cuando en el Mundial de Qatar insultó a un rival desleal después del partido contra Holanda. Esta derecha que propone suplantar la moneda patria por el dólar estadounidense, naturalmente está en contra de cualquier expresión cultural vernácula y es particularmente alérgica al cine argentino, porque ha sido imprescindible sobre todo en la difusión de la Memoria Histórica frente a los horrores de la última dictadura y porque es un espacio para pensar y proyectar el imaginario social argentino, que es algo que la derecha aboca por destruir”.
Naishat tiene claro que les tendrán enfrente. Reconoce que “hay miedo, pero también hay una larga tradición de lucha”. “A la cultura argentina nadie le ha regalado nada, cada una de sus instituciones y sus estamentos de apoyo -que son muchos menos de los que tienen en Europa y de los que quisiéramos- ha sido producto de conquistas esforzadas, militancia y articulación organizada. Si pasa la derecha, habrá organización, resistencia, potencia y sobre todo, deseo y capacidad de seguir haciendo, en las condiciones que toquen”.