Quizás por eso, ella lleva un tiempo con proyectos que rompen con lo que se había dejado ver de sí misma. Proyectos que coquetean más con lo mainstream y en los que juega a demostrar que puede hacer de todo. Siempre manteniendo la esencia de ese punto de descaro. En un año Anna Castillo ha pasado del indie radical de Jaime Rosales en Girasoles silvestres a la comedia romántica basada en best seller con Un cuento perfecto y ahora al thriller de supervivencia en Nowhere, la película de Albert Pintó que acaba de estrenar Netflix y donde, literalmente, sale en cada plano.
Lo hace con una prótesis de embarazada y convirtiéndose en estrella de cine de acción con personaje femenino potente en medio. Porque hasta en las decisiones más comerciales siempre busca un vínculo emocional y moral.
Es un papel muy alejado a lo que la gente le ha visto hacer hasta este momento. No sé si es uno de los motores para escoger esta película.
Había dos cosas que me gustaron cuando me llegó el proyecto. Inevitablemente, para mí era un reto como actriz, porque es un personaje que está en estados emocionales muy extremos. Durante toda la película le pasan muchísimas cosas, es de supervivencia. Es una mujer que está embarazada y que da a luz en un contenedor a la deriva en el mar. Es un tipo de películas que las he podido ver con protagonistas masculinos. Me sorprendió que pensaran en mí para esta película que, no sé si esto está bien decirlo, es muy comercial, y yo normalmente no suelo hacerlas, por lo que había como de reto personal. Ese fue el el gran motor, la verdad.
Justo acababa de protagonizar una comedia romántica, que es otro género que no había hecho. ¿Una actriz piensa en romper las etiquetas que se le pueden poner?
Es muy importante para un actor hacer de todo es un poco. El sueño es poder hacer de todo. Que me llegue la oportunidad de hacer cosas tan distintas es una suerte. A mí me pone. Quiero ver si soy capaz.
¿Da miedo que siempre lleguen el mismo tipo de papeles?
La carrera perfecta tiene que ver, bajo mi punto de vista, con el equilibrio de muchas cosas distintas. Cuando estaba rodando Nowhere venía de hacer muchos dramas y rezaba un poco por una comedia romántica, y de repente llegó Un cuento perfecto. Ahora que he hecho muchas seguidas, más comerciales, de repente rezo un poco por volver al indie, a lo que a mí me gusta como espectadora. Pero yo qué sé, la vida va como va y las cosas van llegando como van llegando.
Ha mencionado que es un género que normalmente no está protagonizado por mujeres ¿Cree que a eso se le está dando la vuelta?
Creo que sí. Hay cosas que están cambiando, y las mujeres tenemos personajes mucho más interesantes que antes. También sigue habiendo muchos tópicos y fórmulas que están muy ancladas. Pero sí, están cambiando.
¿Para usted hay cosas, digamos red flags morales, que le han hecho decir que no a un guion?
No sé si me ha pasado o no lo recuerdo como tal. Igual sí. Si ahora de repente me llega un personaje femenino un poco anclado en el cliché, un poco a la merced de los personajes masculinos, pues igual digo 'chicos, no me interesa, no me apetece'. Sí que creo que hay una red flag que tiene más que ver con el mensaje de la película. Eso para mí es una red flag. Si yo no confío en la mirada del director o en el mensaje de la película o no va muy acorde con mis valores, no me interesa.
Esta película, más allá de ser un thriller de supervivencia, habla del medio ambiente y es algo distópica. ¿Le interesaba el tema?
Para mí no era algo tan importante. Creo que el contexto de la distopía está un poco al principio para ubicar por qué esta chavala está en un contenedor. Pero durante la película y mientras trabajaba el personaje, para mí no era importante. Trabajé mucho más esta cosa animal de supervivencia, de sobrevivir porque hay alguien que depende de ti. Para mí eso era más importante que el contexto.
Es curioso, porque dependiendo de la película les preguntamos por una cosa u otra. En Girasoles silvestres todos los periodistas le preguntábamos por el machismo, las masculinidades tóxicas; aquí por el medio ambiente… ¿Cómo lleva que en una entrevista parezca que le obligamos a posicionarse? ¿Está preparada para eso?
No estoy nada preparada. Debería estarlo mucho más. En cada entrevista me preguntan sobre política o sobre colectivos o sobre moralidades. Yo, en lo que me puedo mojar, y en lo que tengo una opinión clara y me quiero posicionar, lo hago. Y en lo que no, porque no tengo la formación ni la estructura clara, prefiero mantenerme al margen con humildad y con cariño. Entro hasta donde entro y hablo hasta donde hablo, y todo bien.
Lleva bastantes años ya en el mundo de la interpretación, que han coincidido con un bum absoluto de las redes sociales. ¿Le da miedo colgar algo personal y que pueda convertirse en una bomba de relojería, en algo polémico o viral?
Me he ido haciendo prudente a la fuerza. Sigo sin serlo. Pero sí que es verdad que cada vez lo soy más, un poco a la fuerza. La gente que me acompaña y que me quiere me dice, ‘cuidado con esto’. Y yo digo, 'es verdad, vale, perdón’, y te vas haciendo un poco más consciente.
¿Y cómo se lleva, siente haber perdido algo de libertad en ese sentido?
Sí, he perdido parte de mi libertad, pero he descubierto que también te puedes hacer una cuenta solo para amigos.
Ha desvelado el truco.
Te puedes hacer una cuenta solo para amigos, donde yo subo los macarrones que acabo de hacer y las gilipolleces que me da la gana. Sin miedo a nada, como diría Álex Ubago. Es que tampoco me da la gana perder la naturalidad en mi cuenta de Instagram, porque al final es algo que a mí me divierte y con lo que yo estoy tranquila. Tengo que tener un poco más de cuidado con lo que comparto y con lo que no, pero sin más.
El otro día vi un comentario muy divertido en redes sociales que decía que le encantaban las actrices que han mantenido el nombre de Instagram que tenían antes de ser famosas: Ursulolita (Úrsula Corberó) y Nanitita, usted.
¿Es que cómo lo voy a cambiar? De hecho mi [correo de] hotmail hasta hace nada era… Bueno, da igual, no lo voy a decir, pero era el mismo que desde que tengo nueve años. Ahora lo he tenido que cambiar porque ya era un despropósito. Pero hay algo vintage que a mí me da ternura.
Al final aunque sea muy joven lleva mucho tiempo en esta industria. ¿En algún momento ha llegado a pensar que esto no le compensaba?
No tanto como para pensar que no me compensara, porque al final estoy aquí. Tengo ganas de seguir currando y de hacer muchas cosas, pero sí que es verdad que al final tu trabajo y tu carrera depende única y exclusivamente de lo que los demás opinan de ti. Hay una vulnerabilidad muy grande en nosotros, porque todo depende de alguien que no soy yo. Da mucho susto eso. Igual no estoy dispuesta a que sea así para siempre, pero de momento me compensa, porque además creo que he tenido mucha suerte y tanto la crítica como la gente, directores y directoras con los que he trabajado, me han tratado muy bien y estoy muy contenta, la verdad.
El otro día reivindicaba Itsaso Arana ese derecho a la fragilidad, que no pasa nada por mostrar los miedos, aunque parece que la imagen deba ser sin grietas.
Tengo más miedo a la fragilidad en mi vida que en cuanto al curro, porque creo que como actriz ya trabajo mucho con material sensible. A mí me habéis visto llorar muchísimo y hay algo ahí que es mío. La vulnerabilidad, a nivel laboral, la tengo bastante bien trabajada. Creo que también, más allá de la fragilidad, hay algo como de poder cagarla. Eso ya se extiende a todas las profesiones y a todo lo que tenga que ver con lo público, donde tenemos una exigencia de tener el comentario adecuado, de tener información sobre todo… qué agobio. Creo que está bien que la gente sepa que los actores trabajamos con material sensible y que la vulnerabilidad para nosotros es algo que está muy presente constantemente.
El año pasado presentó dos películas y una serie en San Sebastián, ahora ha encadenado también mucha actividad… ¿Se ha juntado todo o es que no descansa?
Este año, después de Un cuento perfecto, estuve cuatro meses sin currar y ahora voy a estar también tres meses sin currar.
¿Por voluntad propia?
Porque se da así, porque de repente me llegan cosas, y de repente se mueven en el tiempo y yo ya me había comprometido con otra cosa… Este curro es realmente muy inestable y yo tengo mucha suerte de que casi siempre tengo proyectos a la vista, aunque tenga momentos de parón. Tengo cosas por venir, pero nunca sabes si se te van a caer o si se te van a mover. Una vez que paré bastante me empecé a agobiar y dije, no pasa nada, confío en que voy a volver a trabajar, pero que me digan de cuánto tiempo dispongo para gestionármelo, porque no es lo mismo saber que tienes dos meses, a que tienes siete o un año. Porque si tengo un año igual lo empleo de una manera y si tengo dos meses lo emplearé de otra. Pero bueno, la vida es así.
¿Se siente agobiada por esos momentos de parón? Porque le queda mucho tiempo de carrera…
Veremos, veremos cómo se va dando. Es que no sé cómo no se va a ir dando. Quiero pensar que en cuanto algo de esto me deje de hacer feliz, encontraré la manera de serlo desde algún otro sitio.