Así ha pasado con los triángulos románticos. Cualquier persona que piense en ellos verá claramente a uno de los vértices, el que aparece de repente, como el amante perfecto. Dulce, romántico y con todo en común con la persona con la que comienza a flirtear. El vértice opuesto, por supuesto del mismo género (los protagonistas suelen ser una mujer cis y heterosexual eligiendo entre dos pretendientes masculinos), será un hombre que, o bien es un aburrido de normas estrictas con el que la protagonista no tiene nada que ver, o un celoso de manual. El clímax está claro. Tras mucho dudar, la protagonista huye bajo la lluvia yendo a buscar a la persona que ha conocido, fundiéndose en un beso de los que dicen 'de película'. The end.
Cuando alguien se sale del relato tradicional, sorprende. Ahí está Los puentes de Madison, donde la decisión del personaje de Meryl Streep de quedarse junto a su marido en vez de irse con el fotógrafo que interpretaba Clint Eastwood rompió el corazón de todo el mundo. Hollywood había dicho durante mucho tiempo que tenía que abrir la puerta de aquel coche y correr mojándose hasta encontrarse con su amante. Pero no, en aquella ocasión la realidad se impuso y dejó un final que sigue siendo comentado y recordado.
En 2023 las cosas han cambiado mucho. Las masculinidades, las relaciones sentimentales y la mirada que se tiene hacia ellas. La deconstrucción ha pasado también por cómo se cuentan las historias. Por eso, la comedia romántica no vive uno de sus mejores momentos. Busca su lugar y parece que le cuesta no caer en los clichés que la misma industria había creado. En esas ha llegado una debutante, Celine Song, para demostrar que un triángulo amoroso puede ser algo hermoso y muy real, pero nada tóxico en Vidas pasadas. La directora, de origen coreano, cuenta una historia basada en sus propias vivencias: las de una mujer joven y moderna que emigra a EEUU. Allí conoce a su pareja y años después, con la llegada de internet, contacta con su mejor amigo de la infancia del que no se pudo despedir como hubieran querido.
Lo que ha convertido a Vidas pasadas en el fenómeno indie del año ?y en uno que seguramente llegue hasta los próximos Oscar? es que, por primera vez, los patrones no generan rechazo. Que los comportamientos son reales. Que uno se siente identificado con todos los personajes. La pareja de ella, un magnífico John Magaro, comprende lo que está ocurriendo, y hasta accede a conocer a aquel amor nunca consumado. Hay comprensión y una sencillez al contarlo con la que es imposible no emocionarse, especialmente en una escena final que vuelve a romper cualquier estereotipo sobre este tipo de relaciones.
“¿La película sería muy fácil si Arthur fuera un idiota, ¿no?”, pregunta Celine Song desde el Festival de San Sebastián, donde acudió a presentar el filme. “Si no la amara, si no cayera bien al espectador, sería un triángulo amoroso tan simple… Para mí era importante representar un buen matrimonio, lo cual creo que en realidad es muy raro de ver en pantalla. Para mí era fundamental que los tres fueran igual de buenos los unos con los otros y que se esforzaran mucho por serlo”, explica.
Sobre ese final tan emocionante cree que, pese a lo que pueda parecer, de alguna manera “los tres personajes obtienen lo que quieren". “Esos dos niños han estado esperando 24 años para despedirse de forma adecuada. Cuando lo hicieron siendo niños, no lloraron. Y luego está Arthur... ¡qué maravilloso y sorprendente es conocer a su mujer como esa niña que llora, una parte que nunca había conocido! Y él también es como un niño que llora, así que los tres acaban consiguiendo lo que quieren y creo que esa es la forma de que no sea un triángulo amoroso tradicional”, asegura.
Song tiene claro que el cine de Hollywood se “ha convertido en un lenguaje cultural que marca la forma en la que interactuamos con las personas”. Y pone de ejemplo la forma en la que “se representa la masculinidad”. “Para mí la masculinidad es la forma en que Arthur y Han Sung son masculinos, la forma en la que piensan en lo que ella necesita y están ahí para ofrecérselo. Y, de hecho, puede hasta ser doloroso, pero van a soportarlo porque quieren estar ahí para esa persona que realmente les importa. Para mí eso es la masculinidad. Y la veo en los hombres a los que amo”, subraya sobre cómo la construcción de sus personajes masculinos también rompe estereotipos.
Una película que su directora quiso que iniciara con el espectador sintiéndose como “un detective intentando descubrir el misterio de la película”. Lo hace con una mirada lejana a los tres protagonistas juntos, tomando una copa en un bar. Dos de ellos, de rasgos asiáticos; uno, claramente de EEUU. ¿Quiénes son, qué relación tienen ellos? La voz en off de uno de los presentes en el bar especula y afloran los prejuicios de todo tipo, también raciales. Song comenzó así porque quería que “el público se sintiera implicado, como si hubieran sido los elegidos para ser los detectives de esta historia”. Una escena a la que volverá después, con todas las cartas sobre la mesa y dándole un nuevo significado.
El debut de Celine Song, y su éxito, no son casualidad. Ha sido, de nuevo, A24, la productora y distribuidora de moda en EEUU quien ha construido este fenómeno desde los cimientos. Primero, demostrando que tienen un ojo único para los nuevos talentos; después, construyendo su éxito y ahora, continuándolo. Ya han anunciado que Song trabaja en su segundo filme, también junto a la casa que todo lo indie que toca lo convierte en fenómeno.